Andá p'allá, bobo
Y siete días después, el campeón vuelve a estar herido

A 350 Km/h con Emilio Pérez de Rozas

Si le preguntas a Roser Alentà, la madre de los hermanos Marc y Àlex Márquez, por qué no sienten miedo cuando corren, por qué tienen esa facilidad para caerse, levantarse y volver a subirse a la otra moto (“es la única manera de superar el susto, volver a correr inmediatamente”, te cuenta Marc), por qué asumen con tantísima naturalidad el riesgo de correr a 356 kilómetros por hora y frenar hasta los 60 kilómetros por hora en apneas 65 metros, Roser te contesta de la manera más natural del mundo, incluso, esbozando la sonrisa que ha transmitido, que han heredado, los dos prodigios de las motos: “Emilio, porque llevan corriendo desde los cuatro años, porque empezaron a correr a los cuatro años, porque llevan casi 30 años cayéndose y, a veces, más veces de lo que quisiéramos todos, se hacen daño”.
Esa capacidad de asumir que el motorsport (y más sobre dos ruedas) comporta un peligro inmediato y, sobre todo, imprevisto, es lo que hace que estos muchachos, tal y como no cesó de expresarse el propio Marc en los días previos a coronarse, por novena vez, rey del mundo, siempre duden que tienen ya el triunfo, el título, el cetro, el éxito en sus manos. “Son carreras, puede pasar todo”.
"¿Miedo a correr? ¿Miedo al riesgo? ¿Levantarse y volver a subirse a la moto? Empezaron a correr con cuatro años y tienen muy, muy, asumido que corren peligro, pero están acostumbrados, es su pasión. Lleva 28 años cayéndose y, a veces, haciéndose daño".
Y tanto. Pueden pasar tantas cosas y tan imprevistas, que solo 167 horas 28 minutos después de coronarse rey de rey, de ganar su noveno título en Motegi, en Japón, Marc Márquez ha terminado en la clínica móvil del circuito de Mandalika, en Indonesia, el trazado que más odia, perdón, que menos quiere y donde nunca, jamás, ha terminado un gran premio. Y ha sido en una clínica, con poquísimos recursos técnicos, con tan pocos aparatos o tan poco fiables, que ha salido con el brazo derecho en cabestrillo, sin saber lo que le pasaba, qué consecuencias ha tenido la embestida del fogoso Marc Bezzecchi (Aprilia), que había salido fatal y en sus ansias por ganar la carrera ¡¡¡en la primera vuelta!!! se ha llevado por delante a Marc, que puede sufrir desde una rotura (minúscula) de clavícula hasta una luxación de hombro, pasando por tendones rotos, pocos y pequeños, que, tal vez, le hagan entrar de nuevo en el quirófano.

Marc Márquez, con el brazo derecho en cabestrillo tras su caída de hoy en Mandalika, Indonesia. / ALEJANDRO CERESUELA
Ya campeón, ya campeonísimo, ya protagonista de uno de los regresos más épicos de la historia del deporte mundial, Marc Márquez Alentà, de 32 años, no ha perdido la sonrisa en ningún momento y al ser preguntado por su caída y lesión, no solo ha (casi) justificado la fogosidad de ‘Bezz’ (“ya me ha pedido disculpas, otro día me puede pasar a mí, así son las carreras”) sino que ha reconocido que “podría estar mejor pero, dentro de lo malo, creo que me ha salido barato”).
Regreso triunfal
Barato le ha salido porque ya es nueve veces campeón del mundo pero, ya ven, también en eso Marc fue brillante, al reconocer que la conquista de un título como éste y la confirmación de un regreso apoteósico, se podía haber estropeado en cualquier circuito, en cualquier GP, en cualquier carrera, en cualquier trazado, en cualquier maniobra y, por suerte, ocurrió 167 horas y 28 minutos después de la mayor celebración del mayor campeón de todos los tiempos, el muchacho que, nada más regresar del infierno, de cuatro operaciones y 2.184 días sin ‘campeonar’, volvió a visitar una clínica móvil y quién sabe mañana, en Madrid, entrará por enésima vez en un quirófano, esas secretas salas donde lo que más le obsesiona al campeón “es ese inmenso reloj que señala la hora y que es lo primero que ves cuando entras y sales”.
Es realmente admirable, incomprensible para el resto de los humanos, cómo asumen estos niños, estos jóvenes, estos adultos todos y cada uno de los percances, a menudo, auténticas desgracias para todos, que ellos soportan como peaje, no ya a ser famosos, ricos, populares y triunfadores, sino como amantes, como auténticos apasionados, de un deporte que tiene a todo el mundo en pie, alejados del sofá, por lo vibrante de las imágenes en las que, de pronto, aparece la rueda delantera de 'Bezz', que empuja, embiste, a Marc y acaba con el campeonísimo por los suelos. Y en la clínica móvil de Mandalika. Y esperemos que no deba visitar uno de esos quirófanos, con uno de esos relojes que tanto intimidan al campeonísimo, admirable por todos lados.
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