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Golpe franco

El desastre anual, por Juan Cruz Ruiz

Robert Lewandowski se lamenta en el Pizjuán.

Robert Lewandowski se lamenta en el Pizjuán. / Afp7

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Todos los años del Barça tienen su desastre. Mitigado por la buena voluntad de los que hemos creído que era cierto lo que dice Luis Enrique, que el Barça tiene derecho a aspirar al más alto de los campeonatos, el equipo le regaló este domingo un tachón a su futuro. Ni Pedri, que es el que le da al conjunto los gramos de esperanza, fue capaz de darle a la tarde un acicate, una alegría, una casualidad, por lo menos.

Fue un desastre. Un desastre sin paliativos. La defensa fue, en la primera parte, un espejo roto; la delantera jugó entonces a verlas venir, y cuando se acercó la segunda parte parecía que un hechizo, un gol milagroso, nos ponía cerca de la esperanza, pero no de las ilusiones. De hecho, esa parte de la vida que se llama esperanza dejó de existir aun antes de que Lewandowski hiciera de su oportunidad un gallo muerto.

Nada de lo que se le ocurrió al equipo, a ninguno de los del equipo, incluidos los promisorios actuales, Ferran y Olmo, aparte del siempre presente Pedri, sirvió para achicar al Sevilla. El equipo andaluz jugó en su primera parte como si llevara en su equipaje, y en sus imaginaciones, las enseñanzas del equipo de Luis Enrique, que vino a Barcelona a dar un aviso que ahora se ha cumplido.

Se ha cumplido más bien la sensación de que ahora Lamine es un hueco difícil de rearmar o simplemente es que le ha llegado al Barça la hora del recuento: qué ha hecho el equipo, esa es la señal del recuento, para merecer ahora mismo el mérito con el que pisó el campo del Sevilla.

Porque el Sevilla, que viene de temporadas renqueantes, hizo del Barcelona un espejo sin brillo, una especie de caricatura que no fue capaz de limpiar ni el entrenador, que parecía en su sitio el más ausente de todos sus discípulos.

No fue maestro, y no hubo en el campo ni siquiera un futbolista, uno solo, que dijera por dónde se iba a la puerta contraria para que, por ejemplo, el resultado no terminara como en los tiempos en que Lewandowski jugaba para el Bayern.

Como dice el amargo verso del poeta José Hierro, no he dicho a nadie que he estado a punto de llorar. Como Lewandowski, supongo.

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