RUGBY
“Los jugadores híbridos”, el último trampantojo del Guardiola del rugby
El sudafricano Rassie Erasmus anuncia el alumbramiento de una nueva estirpe de jugadores: la de delanteros que juegan de tres cuartos y al revés, algo tan antiguo como el rugby

Andre Esterhuizen, durante su etapa en los Harlequins de Londres, en la Premiership de rugby / Harlequins


Fermín de la Calle
Fermín de la CallePeriodista
Licenciado en Periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca (1994-1999), acumula más de dos décadas de experiencia en medios como el diario AS, Eurosport, El Confidencial, El Periódico, Jot Down y Esquire. En la actualidad es el especialista de El Periódico en la información del Real Madrid, el Atlético de Madrid y la selección española de fútbol, además de ser uno de los especialistas con más experiencia en España en rugby, deporte que sigue practicando. Ha cubierto todo tipo de grandes eventos (Juegos Olímpicos, Mundiales y Eurocopas de fútbol, Copa América de fútbol, América's Cup de vela, Mundiales de rugby...). Para Prensa Ibérica y El Periódico ha realizado la cobertura de la última Eurocopa que ganó España en Alemania y la Champions que conquistó el Real Madrid en Wembley.
El bicampeón del mundo Rassie Erasmus, seleccionador sudafricano de rugby, se ha propuesto revolucionar este deporte con sus aportaciones, en ocasiones ocurrencias, tácticas. Algunas de las cuales parecen darle la razón y otras, quitársela. Erasmus, junto a un staff técnico en el que aparecen nombres relevantes del rugby como Jacques Nienaber o Félix Jones, inventó en su día la táctica de la “Bomb Squad” y hoy anuncia el alumbramiento del “jugador híbrido”.
De la "Bomb Squad" al "jugador híbrido"
La “Bomb Squad” es una táctica sudafricana que apuesta por acumular delanteros en el banquillo bajo la fórmula del 6-2 o incluso 7-1 (delanteros-tres cuartos), lo que le permite incorporar al juego jugadores muy potentes en la segunda mitad para elevar la exigencia física de los partidos. Diseñado para agotar a los delanteros rivales al tiempo que se mantiene una alta intensidad durante los 80 minutos, ha llevado a los springboks ha encadenar dos títulos mundiales de forma consecutiva. Muchos sostienen que esa apuesta por lo que los británicos denominan phisicality genera más lesiones al estar los jugadores más cansados en las segundas partes. Sin embargo, World Rugby no ha encontrado evidencias que respalden esas críticas y la realidad es que Sudáfrica encadena 2070 días consecutivos con la corona mundial sobre su cabeza gracias, entre otras cosas, a esa apuesta de su seleccionador.
La nueva criatura que Erasmus presenta ahora es “el jugador híbrido”. En palabras del técnico, “el jugador híbrido es un tres cuartos que también puede jugar de delantero. Hay delanteros cubriendo puestos en la línea como Kwagga Smith, que ha jugado de ala, y ahora también podemos hacerlo a la inversa. Empezamos a hablar de esto con André (Esterhuizen) hace cinco meses. Ahora es un centro que puede entrar de tercera línea. Ha estado entrenando tanto con los delanteros como con los tres cuartos y debo decir que Félix Jones gestiona muy bien su carga de trabajo”.
André Esterhuizen es un rugbier sudafricano de 31 años, 193 centímetros de altura y 124 kilogramos de peso. Un jugador que se ha desempeñado como centro, pero al que sus prestaciones físicas permiten integrarse con naturalidad como tercera. Dos posiciones que en la actualidad reúnen una morfología física similar, más allá de las habilidades técnicas y tácticas específicas de cada puesto. A nadie extraña ver a terceras empotrados en la línea escoltados por centros más técnicos que utilizan su potencia física para estamparles en las cortinas defensivas rivales en un rugby que desde que se hizo profesional en 1995 no ha dejado de crecer físicamente. Y es obvio que cuanto más ‘delanteros’ se pongan en el campo, más capacidad física se acumula. Otra cosa es que se juegue mejor al rugby.
La versatilidad y el profesionalismo han provocado la mutación de jugadores con el físico de segundas líneas como Pieter-Steph du Toit o Courtney Lawes en feroces terceras que siembran el pánico en los puntos de encuentros pese a rozar los dos metros. Alas gigantescos ha habido desde que el rugby es rugby empezando por el devastador Jonah Lomu (1,96 y 120 kilos) pasando por el destartalado Matt Banahan, segunda reconvertido al pasillo con su 1,96, siguiendo por el fiyiano Nemani Nadolo con sus 130 kilos embutidos en su 1,94, y en la actualidad encontramos a armarios como Duhan van der Merwe (1,94 y 106) o los zagueros Blair Kinghorn (1,93 y 107) y Freddie Steward (1,96 y 107). Todos con chasis adaptables a la delantera.
El cevercero Frank Hancock, el primer "híbrido" en 1884
Pero “jugadores híbridos” han existido siempre, aunque fuera más por necesidad que por virtud. Para ser estrictos, el primer “jugador híbrido” fue el cervecero británico Frank Hancock, que en 1884 fue incorporado al equipo de Cardiff. El de Wiveliscombe, de poderosa presenciapara la época con su 1,82 y 80 kilos, se reconvirtió de la delantera a la posición de centro, donde era manifiestamente desequilibrante. Y su entrenador, para no desarmar la línea de tres cuartos que tenía, decidió sacrificar a un delantero para armar una línea con cuatro tres cuartos, en el que se incluía la innovación de una pareja de centros en la que optimizar el físico de Hancock. Aquello terminó siendo replicado por la selección de Gales y por todos los equipos de rugby del mundo, conformando la estructura clásica desde entonces de la línea de tres cuartos con dos alas y dos centros.
Más allá de Hancock, el rugby cuenta por cientos, si no miles, los talonadores que han jugado de medio melés o incluso de 8. Y si vamos más allá, uno recuerda a ‘gordos’ ilustres pateando a palos. El inimitable John Taylor, un tercera de enorme talento cuyo momento más celebrado en sus 26 caps con Gales fue una patada a palos. La patada en el último minuto tras el ensayo de Gerald Davies, que selló la victoria (19-18) sobre Escocia en Murrayfield en 1971, se bautizó como “la mejor conversión desde la de San Pablo”. Fue una de las cinco que pateó con Gales, donde había excelsos kickers. Pero fue un anotador contrastado con los London Welsh, sumando 933 puntos, muchos con el pie pese a ser delantero. También el segunda y capitán de Australia, John Eales, sería un “jugador híbrido”, ya que sus dos metros no eran un impedimento para que patease recurrentemente a palos. La Sudáfrica de Mandela tenía al pie de su scrum al mejor medio melé placador de la historia, Joost van der Westhuizen. Al 9 galés Mike Phillips su 191 y 101 kilos le convertían en el noveno delantero de los ‘dragones’ y aperturas que rozan el 1,90 y los 100 kilos como Owen Farrell o Handré Pollard se encuentra uno cada vez más por el campo.

Bundee Aki, jugador de los British and Irish Lions en el partido ante los Queensland Reds / DARREN ENGLAND / EFE
Eddie Jones ya le madrugó la idea a Erasmus en 2015, cuando siendo seleccionador de Japón sacó a nueve delanteros en su XV para tratar de frenar a la apisonadora de Georgia colocando a su 8 como centro. Y no le salió mal. Peor fue el experimento de colocar al mayor de los Bergamasco, Mauro, flanker de mirada áspera, como medio melé para frenar a los ingleses. Le robaron media docena de pases a pie de ruck en una tarde que jamás olvidará. También vimos al internacional inglés Jack Nowell con su casqueta ejerciendo de tercera y siendo arrasado por los rivales lejos de su posición natural. Precisamente Inglaterra presume de versatilidad con una generación de utility backs (Elliot Daly, Marcus Smith o Henry Slade) que cumplen en todos lados, pero la realidad es que no han terminado de ser desequilibrantes en ninguno. La prueba es que la llegada al 10 de Fin Smith, apertura clásico de buen pie y mejor cabeza, ha sido celebrada por sus aficionados, sus compañeros y hasta su entrenador. Hasta cierto punto es lógica la maniobra de Rassie Erasmus, un entrenador que sigue apostando por elevar la exigencia física de los partidos hasta el extremo porque ahí es diferencial su selección. Y la idea de robustizar su línea con gente como Kwagga (jugador de VII) o de meter algo de manos en la tercera con Esterhuizen siempre suma. Pero lo de amontonar kilos es una receta muy vieja que siempre se viene abajo cuando te encuentras con un rival que te ofrece combate y además tiene más talento.
Los Pumas doblegan a los "híbridos"
Y para acabar qué mejor que un ejemplo que ilustra que los partidos de rugby se ganan con especialistas en cada posición. El pasado 20 de junio, los British & Irish Lions celebraron el arranque de su gira, que este año les lleva a Australia, midiéndose en Cardiff a Argentina. La línea de tres cuartos de los Lions la formaban el sudafricano de pasaporte escocés Duhan van der Merwe (1,94 y 106 kilos), el neozelandés de pasaporte irlandés Bundee Aki (1,78 y 102), el australiano de pasaporte escocés Sione Tuipulotu (1,80 y 104) y el inglés Tommy Freeman (1,91 y 103). Podríamos decir que una tres cuartos de “jugadores híbridos” o incluso de Rugby XIII, disciplina que conoce a la perfección el entrenador de los Lions, el inglés Andy Farrell, que jugó al rugby League y al Union. Farrell quiso sacar músculo ante los Pumas apostando por su tres cuartos más devastadores. Enfrente Felipe Contepomi apostó por una línea de backs clásica: buenas manos, coraje y buena cabeza en los centros (Picardo y Cinti) y piernas y audacia en las alas con Mendy e Isgro. Una línea armoniosa que terminó propinando a los Lions su primera derrota (24-28) con un rugby solidario en los puntos de encuentros y cargado de talentos en los espacios. Rugby de calidad, sin trampantojos.
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