BARRACA Y TANGANA

Una relación complicada, por Enrique Ballester

De repente aparece Cancelo y dices ‘hostia, Cancelo’, o de repente aparece Vitor Roque y dices ‘hostia, Vitor Roque’

João Cancelo, con el Al Hilal, en el Mundial de Clubes contra el Real Madrid

João Cancelo, con el Al Hilal, en el Mundial de Clubes contra el Real Madrid / EFE/ Andre Coelho

Enrique Ballester

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Intentar que los que nacimos en los años 80 nos sintamos infinitamente jóvenes es uno de los propósitos de los que gobiernan el mundo. Es obvio: en caso contrario quizá nos diera por preguntar qué hay de lo nuestro, y saltara por los aires el sistema entonces, pero anclados en la juventud eterna nos tienen entretenidos, aunque incompletos e insustanciales, y ociosos, aunque insatisfechos crónicos.

Muchos de nosotros seguimos mentalmente en el Mundial de Estados Unidos, en 1994. En ese recuerdo vaporoso de un tiempo feliz, un relámpago de enamoramiento que caló profundo para quedarse, chapoteando en la piscina tibia de la nostalgia y todas sus trampas habituales.

Paris Saint-Germain's Vitinha (17) celebrates scoring his side's second goal with teammates during the Club World Cup group B soccer match between PSG and Atletico Madrid in Pasadena, Calif., Sunday, June 15, 2025. (AP Photo/Jae Hong) Associated Press/LaPresse. EDITORIAL USE ONLY/ONLY ITALY AND SPAIN

Vitinha celebra un gol ante el Atlético de Madrid. / Associated Press/LaPresse / LAP

El fútbol ha vuelto ahora, tres décadas después, a los mismos paisajes del 94, ofreciéndonos con el Mundial de Clubs el enésimo anzuelo letal para humanos fáciles. Lo somos: el Atlético-PSG nos llevó de vuelta al Rose Bowl en un viaje casi lisérgico. La paleta de colores era fascinante. Quise quedarme a vivir en los recuerdos de la final de aquel Mundial, en una ilustración de Manuel Marsol, cenando un filete y patatas fritas con mi abuela, que ya no está, en el nacimiento ingenuo de un verano de esos que ya no vuelven.

Por un momento me sentí pletórico. Por un momento rocé el sentimiento exultante que movía el entusiasmo de mi yo preadolescente. Por un momento, subrayo: he visto hasta la fecha seis partidos del Mundial de Clubs y me he quedado dormido en la mitad, a veces antes de que empezara la segunda parte.

Creo que nuestro cuerpo nos habla y quedarte dormido es una de las señales. Nos dice que ya no estamos en 1994, que el cansancio ha superado al entusiasmo y la ingenuidad ha sido arrasada por la responsabilidades. Nos lo dice, y está bien, pero se nos olvida a la noche siguiente.

Todos te suenan

Negando la realidad, y haciendo malabares, sigo tejiendo mi relación complicada con este Mundial de Clubs. Está siendo un poco como ser de un pueblo e ir a las fiestas de los otros pueblos: siempre ves a algunos que te suenan de algo y no sabes muy bien de qué, pero no saludas y no preguntas porque seguramente sea de algo malo. Todos los equipos que no conoces mucho tienen a alguien así: de repente aparece Joao Cancelo y dices ‘hostia, Joao Cancelo’, o de repente aparece Vitor Roque y dices ‘hostia, Vitor Roque’, o de repente aparece Malcom y dices, ‘hostia, igual digo demasiado hostia, el mítico Malcom’.

Así todo el rato.

Otra característica del torneo es el ansia por sacar conclusiones, cuando ni siquiera es pretemporada, sino la pretemporada de la pretemporada o el apéndice de la anterior, que eso tampoco se sabe. En el nuevo-viejo Madrid de Xabi Alonso, cualquier movimiento simple se interpreta como una clave mayúscula. En el primer minuto del primer partido, en la tele dijeron ‘el Madrid tiene la pelota y la mueve de lado a lado, algo muy habitual en los equipos de Xabi Alonso’. También salió a jugar con 11 futbolistas, añado ahora, algo muy habitual en los equipos de Xabi Alonso. 

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