Opinión | Apunte

Francisco Cabezas

Francisco Cabezas

Jefe de Deportes de EL PERIÓDICO

Joan Garcia, Ter Stegen y el bullying que no es

El portero Joan Garcia.

El portero Joan Garcia. / Afp7

Uno perdió la inocencia cuando vio besar a Luis Figo el escudo del Barça un rato antes de convertirse en el estandarte del Real Madrid de Florentino Pérez. Fue una buena hostia de realidad para quienes forraban sus carpetas y empapelaban las paredes con la imagen del portugués con el brazalete de la 'senyera'. Siempre llega el día en que entiendes que esto del fútbol, por mucho que lo romanticemos, es una implacable trituradora de sentimientos. Te destroza y las piezas nunca más se recomponen en orden. El amor va y debe ir por un lado; y el dinero y los retos profesionales, por otro.

Joan Garcia, que ha decidido cambiar al Espanyol por el Barça, asumió en su alegato videográfico (con los comentarios bloqueados, por si acaso) que la afición blanquiazul, ni tiene por qué entenderlo, ni él mismo pide que lo haga. Ha tomado el portero una decisión racional con una profesión demasiado corta, y que te deja en la cuneta cuando fallas. Siempre habrá quien insista en que no debía optar a ser el portero titular del actual campeón de Liga y Copa, y semifinalista de Champions. Y que, puestos a irse de un Espanyol que no podía renovarle porque el empresario juguetero Chen Yansheng sigue atado de pies y manos por el gobierno chino, se podía haber largado a Newcastle. Si hay mar de por medio no son cuernos.

El Espanyol no le dio ni las gracias a un portero que le ayudó a mantener la categoría.

Ha sido coherente Joan Garcia con un presente que debe ser futuro (la selección española será el próximo paso), y también lo ha sido el Barça apostando por un meta de kilómetro cero, joven (24 años), resolutivo bajo palos ("un portero del Barça lo que tiene que hacer es parar", que decía Víctor Valdés), y con el que, por fin, la entidad se atreve a afrontar la regeneración de una portería que exigía un nuevo ciclo. Por mucho que al todavía capitán, Marc-André ter Stegen, le incomode una situación habitual en su oficio y que debe afrontar con madurez. Sin pensar en que su club lo quiere también fuera por lo apetitoso de su espacio salarial.

Y ahí, en lo que respecta a Ter Stegen, no hay bullying que valga más allá de los chismorreos de camarote. De hecho, sería bonito verlo competir con Joan Garcia por un puesto (en el campo, no en los despachos). Pero volvemos a lo mismo. Romantizar es inútil.

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