Andà p'alla, bobo
El dueño del balón

Andá pallá Bobo by Emilio Pérez de Rozas / ·


Emilio Pérez de Rozas
Emilio Pérez de RozasPeriodista
Licenciado en Ciencias de la Información por la UAB. Hijo de Carlos Pérez de Rozas, sobrino de Kike y Manolo Pérez de Rozas, integrantes de una auténtica saga de fotoperiodistas. Trabajó en Diario de Barcelona, fundador de El Periódico de Catalunya en 1978 también formó parte de la redacción en Catalunya del diario El País. Colaborador del diario deportivo Sport y vinculado al departamento de Deportes de la cadena COPE, que dirige Paco González. Emilio suele completar muchas de sus informaciones con sus propias fotos, en recuerdo a lo aprendido junto a su padre y tíos.
Todos esos y más, muchos más, que están contra todo y contra todos, todos esos que dudan de todos, menos de ellos mismos, deberían pasarse alguna tarde, algún mediodía de fiesta o, ni eso, cualquier día por la plaza de Santa Elisabet, de Palma, donde hay un colegio público (bueno, es un CEIP: Colegio de Educación Infantil y Primaria), pegadito a él, un colegio de monjas, concertado claro, ellas nunca pierden, con un puntito más de…bueno, de eso.
Y digo que deberían pasarse por esa plaza, donde los vecinos (foráneos la mayoría) organizan ‘cenotas’ públicas extraordinarias (“usted se trae lo que quiera asar y, ahorita, lo hacemos”), para comprobar que la convivencia entre decenas etnias y colores, no solo de niños, no, pero especialmente de niños, y, por descontado, padres y abuelos, es prodigiosa, ejemplar, digna de ser observada para reforzar la cuestionada tesis de que no nos llevamos bien.
Nos llevamos de cine. O, al menos, en mi barrio donde toda esta encantadora muchedumbre que viene de un montón, repito, de rincones del mundo, nos aporta ese punto festivalero, divertido, simpático, abierto, cómplice (ruidoso síííí) que, me temo, hemos perdido los de aquí, los que nos creemos dueños de este territorio.
El truco es el fútbol
El viernes, ya muy cerquita de acabar el curso escolar, esta misma semana, había un montón de padres y abuelos en la plaza. Normal, salen los niños de los colegios y ellos, todos, petan la charrada. No en uno, sino en un montón de idiomas. Y todos se entienden de maravilla.
El caso es que en el centro de la plaza, podría decirse en el centro del campo, donde a un lado se adivina dibujada una portería, diríamos que los postes, dos troncos de dos árboles frondosos y, en el otro lado, la contraria, marcada por dos inmensas jardineras, pues eso, que un montón de chavalitos se encontraban ¿inquietos?, se diría que alguno hasta molesto (sin razón). Ansiosos, sí, ansiosos.

Uno grupo de escolares juegan a fútbol, a la salida del 'cole', en la Plaza de Santa Elisabet, de Palma. / EMILIO PÉREZ DE ROZAS
Ansiosos por qué. Sencillo. Ya tardaba en empezar el partido. Y ¿por qué no habían arrancado? Sencillo: faltaba el dueño del balón. Y, sí, de pronto apareció por una esquina de la plaza y el grupito se volvió loco. Eso, loooooco. Pero, tío, que hacías, llevamos aquí diez minutos esperándote.
El dueño del balón que, lo juro, lo llevaba bajo el sobaco como Cristiano Ronaldo y Leo Messi paseaban sus Balones de Oro, pisó el centro de la plaza, perdón, del campo, ufano, arrogante, más que orgulloso de ser el dueño del balón. Pero no porque no iba a prestarlo (como cada tarde) sino porque, a partir de su llegada, empezaba el ritual idéntico al del patio de mi colegio, los Sagrados Corazones.
Cuando llega el dueño de balón, el mundo se detiene. Lo lleva, cómo no, debajo de un sobaco, como Cristiano Ronaldo y Leo Messi trajinaban sus Balones de Oro, lo pone, pausadamente, en el centro de la plaza, perdón, del campo y empieza la fiesta, más que el partido.
Es decir, el dueño del balón decide quien escoge primero al Lamine Yamal de turno, que en esa plaza existe, se lo digo yo. Y, a partir de ahí, se reparten las otras estrellas. Y, antes de que empiece el partido, el dueño del balón advierte que ¡ojo! con las pequeñas verjas que rodean los jardincitos, “porque alguna tiene puntas que puede pinchar el balón”. No dice “mi balón”, pero podría. No lo dice, no. Por cierto, ya es el segundo que lleva esta temporada, perdón, curso.
Además, ojito, el dueño del balón de mi plaza, encima, es portero, lo que significa un gran riesgo y es que, si el partido se pone 0-5 en su contra, igual coge el balón, se lo lleva bajo el sobaco de vuelta a casa y se acabó el partido. Y no, no, eso nunca pasa. Cuando el dueño del balón entrega el esférico, lo pone, porque lo pone siempre él, en el centro del (supuesto) campo y, a partir de ahí, él se convierte en uno más de las mil etnias y colores.
Repito, todos esos que dudan de que ya no hay buena gente, deberían pasarse por mi plaza. Hasta el dueño del balón es un tipo cojonudo. Y podría no serlo, pues es el dueño de lo más preciado que hay en esa plaza.
Suscríbete para seguir leyendo
- El nuevo Real Madrid 'de los Sergios': cincos salidas, dos fichados y pretenden a Peters, Petrusev y... ¿Willy?
- Xabi Alonso se traiciona a sí mismo y tiene un grave problema con Mbappé y Vinicius
- Carolina Marín: 'Me creía una superheroína que podía con todo. Ahora solo pienso en mi salud
- El PSG de Luis Enrique destroza al Madrid y luchará por el Mundial contra el Chelsea
- El estreno del Camp Nou con el Gamper, en el aire a falta de un mes
- Florentino se cansa y Xabi planea una reconstrucción en la que se cuestiona incluso a Vinícius y Mbappé
- Messi, una solución para los problemas del Atlético
- El presidente de la Federación Catalana de Rugby intenta frenar el adelanto de las elecciones