Ciclismo
80 años con Eddy Merckx, el mejor ciclista de todos los tiempos
El más grande corredor de siempre nació el 17 de junio de 1945 para escribir las páginas ciclistas más memorables de la historia.

Eddy Merckx, en el Tour de 1969. / ARCHIVO / EL PERIÓDICO


Sergi López-Egea
Sergi López-EgeaPeriodista
Periodista especializado en ciclismo desde 1990. He seguido regularmente el Tour como enviado especial desde 1991 al igual que la Vuelta, varias ediciones del Giro, la Volta y Mundiales de la especialidad. Autor de los libros 'Locos por el Tour' (con Carlos Arribas y Gabriel Pernau, RBA), 'Cumbres de leyenda' (con Carlos Arribas, RBA y reedición en Cultura Ciclista), 'Cuentos del Tour', 'Cuentos del pelotón', 'Cuentos del equipo Cofidis' y 'El Tourmalet', todos ellos de Cultura Ciclista.
Claudine Acou lleva 58 años casada con Eddy Merckx. Esposa, madre y abuela ha vivido todos los triunfos de su marido. 80 años cumple ‘El Caníbal’ este martes. No hay discusión. Merckx ha sido el mejor corredor de todos los tiempos y sólo un elegido, Tadej Pogacar, puede competir y ganarse la misma denominación, aunque para ello aún le falten más de 200 victorias.
En una lejana Vuelta a España de 1995, Claudine Merckx, nombre con el que todo el mundo la conoce, viajaba en un coche de periodistas; la verdad, Masha Lloyd, por aquel entonces responsable de la imagen de Motorola, buscaba vehículo en Salardú, en el Vall d’Aran, y trataba de dar con algunos periodistas locos que quisieran rehuir del recorrido alternativo por el llano para subir y bajar por el Tourmalet y el Aspin antes de afrontar la subida final a Luz Ardiden, un día en el que la ronda española quiso vestirse con el uniforme del Tour.
Tourmalet, Aspin...
Nunca había subido en coche por los montes (Tourmalet y Aspin), que junto al Peyresourde consagraron para siempre a su marido, Eddy, en lo que fue la primera gran gesta del corredor belga en el Tour que ganó en cinco ocasiones. Quería conocerlos. No era casualidad que se hubiese acercado a la Vuelta. Su hijo, Axel, debutaba con la escuadra estadounidense a lomos de las bicis que llevaban su apellido, la fábrica que montó su padre cuando en mayo de 1978 dijo basta y cerró la más brillante historia de ciclismo ni antes (Fausto Coppi y Jacques Anquetil), ni después (Bernard Hinault, Miguel Induráin y ahora Pogacar) superada por nadie.

Eddy Merckx, en el homenaje de 2019 con motivo de la salida del Tour en Bruselas. / ARCHIVO / EL PERIÓDICO
“Como esposa disfrutaba, como madre sufro”, confesaba Claudine hablando en francés, mientras el coche ascendía por el Tourmalet, convertido -sólo ese monte podía conseguirlo- en una especie de confesionario para recordar la gesta inhumana protagonizada por su marido el 15 de julio de 1969, 140 kilómetros en solitario, siete horas sobre la bici, a 8 minutos llegaron los primeros perseguidores, sólo 24 ciclistas lo hicieron a menos de media hora. Lo nunca visto…
Claudine lo vivió de manera diferente. Las calles de todas las ciudades y pueblos de Bélgica, daba igual que fueran flamencas o valonas, se vaciaron. Todo el mundo pegado al televisor para vislumbrar unas imágenes en blanco y negro que permitían ver a un corredor que circulaba en bici dando la equivocada sensación de que era un alma en pena con la gorrilla ciclista de antaño puesta del revés, la marca del sudor, los ojos perdidos.
El nacimiento de Sabrina
El Tourmalet sirvió para que la esposa de Merckx relatara un episodio apasionante de su vida. Mientras su marido encandilaba al mundo para convertirse en un divo de la bici, ella rompía aguas. “No había manera de encontrar a mi ginecólogo”, recordaba Claudine, no con cierta ironía. El médico había dado órdenes a las enfermeras. “Había dicho que no lo molestaran”. Era otro belga enganchado a la tele, otro apasionado que quería disfrutar de la épica de Merckx. “Claudine ha roto aguas”. No hubo más remedio que apagar la tele, ponerse la bata blanca, preparar el paritorio, mientras Claudine llegaba dolorida y a punto de dar a luz a Sabrina, la hija mayor de la pareja.
“’Todo ha ido bien pero nunca te perdonaré que no me dejaras ver la gesta de tu marido’, fue lo primero que me dijo con la niña en brazos”. Sabrina creció en un mundo que circulaba entre las ruedas de su padre y hermano, el tenis de su marido, el jugador argentino criado en Bélgica Eduardo Masso, y el hockey de su hijo Luca, campeón olímpico en los Juegos de Río de 2016 con la selección albiceleste.
El episodio del Giro de 1969
El 15 de julio de 1969, aparte de Sabrina, nació un mito que ya había llegado al Tour siendo un genio sobre la bici, ganador del Giro de 1968 y expulsado ese mismo año de la ronda italiana por una de las más rocambolescas historias de este deporte. Dio positivo, pero Merckx defendió que se trataba de un complot. Alguien le había puesto la droga en el bidón. Bélgica y el mundo lo creyeron. La recepción en Bruselas, tras llegar desde Italia, fue apoteósica, tan enorme como las vividas después en las victorias de otros cuatro Giros y los cinco geniales Tours que ganó. En 1975 también se impuso en la Vuelta por delante de Luis Ocaña, su gran rival nacido en Cuenca y criado entre el Vall d’Aran y Francia.
El mundo lleva 80 años con Eddy Merckx, el que ahora cojea por la caída que sufrió antes de Navidad al derrapar la rueda trasera de su bici. Se fue al suelo en un paso a nivel. Quedó tumbado sobre los raíles. Nadie para auxiliarlo. A duras penas, arrastrándose y con la cadera rota, pudo apartarse de la ruta del ferrocarril. Sigue saliendo en bici cuando puede, aunque Claudine le ha prohibido que pedalee sólo. Nunca le falta compañía porque rodar con Eddy, o llevar en coche a Claudine, es un honor y un premio tan grande como una medalla de oro.
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