Opinión | Carrascazos
Fiasco mundial, por Lluís Carrasco

El marcador del partido jugado en Cincinatti entre el Bayern Múnich y el Auckland City correspondiente al grupo C del Mundial de Clubs. / Joshua A. Bickel / AP
Cuentan en las tertulias más rancias de la capital, que el recientemente inaugurado Mundial de Clubs es la cumbre del fútbol. Lo dicen ellos, claro, ellos y los dirigentes federativos internacionales que organizan este sarao en Estados Unidos como quien monta una feria de food trucks con aroma a césped artificial. Una Copa del Mundo sin alma, sin historia, sin más relato de momento que el de ver al campeón de Oceanía enfrentarse al segundo clasificado de la liga árabe con la luz, el calor y la épica de un torneo de pretemporada mal disimulado.
El nuevo formato, con sus grupos, cruces y aires de Champions League para clubes que no pasarían de octavos en una Copa del Rey, es una comedia. Un desfile de nombres impronunciables (y del todo desconocidos, obviamente), clubs inaugurados hace siete años en algún caso con escudos diseñados en un chat GPT, y todo ello decorado con fuegos artificiales de los que no sabes si saldrá Messi o el mago Pop a salvar el espectáculo. Pero no, no funciona, y solo cabe mirar la intensidad que puso el domingo el Atlético de Simeone o… ¡los 10 goles que le endosó el Bayern a ya ni sé a quién! Porque, amigos, esto no es un Mundial, es la Superliga mundial de los que jamás habrían sido invitados. Un homenaje al cartón piedra y a las narraciones con entusiasmo forzado. "¡Qué partido tan intenso entre el Ulsan HD y el Mamelodi Sundowns!" Y no se engañen, más intensidad habría en una partida de parchís en casa Modric.
Les aseguro que me resulta indiferente que el Barça lo juegue o no, lo triste es que habrá quien lo compre y quien, en algún rincón del planeta, probablemente con merchandising de AliExpréss recién adquirido, dirá que esto es fútbol de verdad. Que los hinchas del Pachuca se sientan por fin parte del club de los grandes, ya que la sacra FIFA nos vende el evento como estelar, pero Europa bosteza.
Y no nos engañemos: Este Mundial no lo vería ni el VAR. Y si lo viera, anularía todos los goles por falta, pero no del delantero. Lo haría por falta de interés.
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