DEBUT CON EMPATE (0-0)

Messi dicta una lección de compromiso, pero se frustra en el estreno del Mundial de clubs

La crónica: Solo Ustari acompaña a Messi en la primera desilusión del Mundial (0-0)

Messi, el jugador del Inter de Miami, lanza ante la presencia de tres defensas del Al-Ahly egipcio.

Messi, el jugador del Inter de Miami, lanza ante la presencia de tres defensas del Al-Ahly egipcio. / Afp / Sandra Montanez

Marcos López

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Tuvo algo de conmovedor. Hasta de emocionante. Agonizaba el estreno en el Mundial de clubs entre Al-Ahly, el campeón egipcio, el coloso de África, y el Inter Miami, la franquicia que demuestra el poderío de la industria en Estados Unidos. Y sucedió en Miami. Fue entonces cuando Leo Messi, ya en el tiempo añadido del estreno del Mundial de clubs, otro invento multimillonario de la FIFA para exprimir el negocio hasta el último momento del curso, comenzó a correr de manera desesperada.

Corría, pero hacia atrás porque su equipo había perdido el control del balón con un saque de esquina a favor. Y Messi, disfrazado con el ropaje de un defensa de toda la vida, cabalgó para recuperar la posición con una solidaridad que estremecía porque sus piernas -tiene 37 años recién cumplidos- debían acompañar, sí o sí, las órdenes de tan privilegiado cerebro.

Regresó ‘el defensa Leo’ para salvar, al menos, el empate en el partido inaugural. Y regresó a tiempo para que Ustari, el exveterano portero que pasó por Almería y Getafe (38 años), pudiera disfrutar del penalti que paró en la primera mitad. Una primera mitad donde poco se vio a Messi, desasistido por el Inter Miami y superado por el Al-Ahly.

"Cuando encontramos a Messi tuvimos opciones, ese es el camino", admitió Javier Mascherano, el técnico del Inter Miami. Tenía razón. En los 45 minutos iniciales poco del ‘10’ argentino. Apenas dos disparos con cierto tino sostenido por ese bendito pie izquierdo, que no envejecerá nunca. Y menos en acciones a balón parado.

El cambio llegó tras el descanso

Lo de la segunda mitad, una vez encontrado a Leo, fue radicalmente distinto. Agarró el balón dictando una enorme lección de compromiso. Y, al mismo tiempo, de fútbol. Poco a poco, los africanos iban perdiendo la hegemonía que habían tenido entregados entonces a las extraordinarias manos de Mohamed El-Shenawy, su extraordinario portero, otro que vive a sus 36 años, su tercera, y última, edad futbolística.

El-Shenawy, el portero del Al-Ahly, desvía el tiro de Messi que luego repele el larguero en el tiempo añadido del partido contra el Inter Miami.

El-Shenawy, el portero del Al-Ahly, desvía el tiro de Messi que luego repele el larguero en el tiempo añadido del partido contra el Inter Miami. / Afp / Roberto Schmidt

Entre Ustari (ocho paradas, incluido el penalti que frustró a Trezeguet) y el meta africano (cinco paradas, dos de ellas monumentales como esa mano que se cruza en el camino de un disparo de Messi que luego escupe el travesaño y la cabeza, ¡sí, la cabeza!, que le permite interceptar el cabezazo de Falcon) emergió la figura del ‘10’. El paisaje del partido no invitaba a grandes cosas, pero Messi, en otro ejercicio de compromiso con el juego, se rebeló. Y lo hizo a lo grande. 

Pidiendo, y quedándose, el balón. Quebrando la resistencia del Al-Ahly, quien en esos minutos se vio superado por la dimensión del fenómeno que tenía delante suyo. Y a todo eso que siempre es le añadió ese orgullo competitivo que nunca le abandonará. Dictó una lección en la segunda parte apareciendo por todas las zonas del campo, ubicado, a veces, junto a Busquets, tal si fuera un mediocentro defensivo.

Messi lanza una falta en el primer partido del Mundial de Club ante el Al Ahly.

Messi lanza una falta en el primer partido del Mundial de Club ante el Al Ahly. / Afp / Chandan Khanna

A Luis Suárez, su amigo y compañero en el Barça, apenas se le veía en el campo. Tan solo dos disparos y uno de ellos, al término de la primera mitad, encontró la portería. Luego, nada más, al margen de las burlas que no paraba de hacer de Alirezza Fragani, árbitro iraní, pero nacionalizado australiano.

Contrastaba esa atonía e impotencia que exhibía el delantero uruguayo con la excitación que mostraba el argentino, en otro ejercicio de rebelión futbolística. Incompleto ejercicio porque le faltó el gol.

Iba Messi robando balones gracias a una presión en la que no se sentía nada acompañado, teniendo, al mismo tiempo, una excelente producción ofensiva: siete remates: dos a puerta, dos al palo, uno bloqueado por la defensa egipcia y dos que se marcharon fuera, ambos en la primera mitad. Hubo una falta, ya en la segúnda parte (m. 64), en que miles de personas cantaron gol, confundidas porque la pelota se enredó en la red, pero por la parte exterior, rozando el palo derecho de El-Shenawy. 

Y el debut en Miami, en su nueva casa, terminó con Messi corriendo desesperadamente hacia atrás, tal si fuera Puyol, para mantener el tesoro del 0-0 con la frustración que le acompañaba porque El-Shenawy, el meta egipcio, le impidió pasar a la historia como el primer jugador que marca un gol en el Mundial de clubs.