Fútbol
Gerard Garriga y la cenicienta del Mundial de Clubs: "Es algo que supera los sueños"
El jugador catalán del Auckland City debuta este domingo en el torneo contra el Bayern de Múnich, que multiplica por 200 el valor de la plantilla de este equipo amateur de Nueva Zelanda: 900 millones a 4,8

Gerard Garriga, con el trofeo de campeón de la Champions de Oceanía. / EP
"Es algo que supera los sueños. Era algo insoñable", reconoce desde suelo americano Gerard Garriga (El Morell, Tarragona, 1993), jugador catalán del club más humilde del renovado Mundial de Clubs. El Auckland City neozelandés, equipo amateur, debutará este domingo contra el Bayern de Múnich, que multiplica por 200 su valor de plantilla en Transfermarkt: 900 millones a 4,8. "Quizá nunca ha habido un partido con tanta diferencia entre dos equipos. Es David contra Goliat", asiente. Los siguientes clubs en valor ya triplican o cuadruplican al Auckland. En la fase de grupos también se medirá con el Benfica (360) y al Boca Juniors (85).
Hace una década Garriga jugaba el Campeonato de Catalunya universitario y competía en Primera y Segunda Catalana con el Alpicat. "Sí, mi historia es un poco extraña", sonríe. En 2017, justo después de acabar la carrera de INEF y el máster de profesorado, había decidido irse a Londres para estudiar inglés y "desconectar" del fútbol después de tantos años. Pero alguien le habló de Nueva Zelanda. Buscó fotos por internet y se enamoró: "Veía los paisajes y flipaba". Se embarcó en un viaje que cambiaría su vida. Se fue diciendo que volvía en tres o seis meses. En septiembre cumplirá ocho años en Oceanía, a casi 20.000 kilómetros del Morell.
Pero los inicios fueron duros. Trabajó en una empresa de limpieza: "Limpiaba lo peor de lo peor de lo peor". Dice que nunca olvidará los baños portátiles de una obra. "Lo peor que recuerdo fue una casa. Las paredes estaban meadas, cagadas, vomitadas. El jefe vomitaba mientras limpiaba el baño del asco y del olor. Caminabas por la casa y se te enganchaban los pies en el suelo, de la mierda que había", asegura. Luego entró en un restaurante como camarero, aunque como sabía poco inglés siempre acababa castigado en la cocina: pelando patatas o limpiando platos.
Lloró muchas veces
"Toda la gente que se va lejos tiene muchos más días de pensar qué mierdas estoy haciendo aquí y qué estoy haciendo con mi vida que de decir qué bonito es todo esto. Son muchos momentos bajos. Muchos días me despertaba y pensaba 'hasta aquí'. Estoy harto. Pero pensaba que volver a casa tan pronto sin haberlo intentado sería una derrota personal. Y quizás Nueva Zelanda está tan lejos que no es tan fácil coger un vuelo y volver. Al final era 'me la como y a seguir'", añade.

Gerard Garriga, junto a Fabinho, en el Mundial de Clubs de 2023. / EP
Lloró mucho muchas veces. Dolía la soledad: desde que está en Oceanía habrá celebrado uno o dos cumpleaños y ha aprendido a vivir las Navidades "como un día más". "La familia y los amigos te hacen videollamadas, pero llega un momento que la llamada se acaba y te quedas tú solo. Solo, triste". No pudo despedirse de su abuelo ni estar en su entierro. Si salía de Nueva Zelanda no podría regresar. "Son cosas que siempre te quedarán dentro", dice. "Ese mismo año fiché por el Auckland y ganamos la primera Champions e intentaba pensar que estaría orgulloso de mí, pero no sé si vale tanto la pena", admite. Coge aire y continúa: "Al final ha salido bien y ahora parece como una serie de Netflix, pero ha sido suerte también: empezó súper mal y ha acabado súper bonito, pero podía haber acabado mal".
Equipo no profesional
Garriga se fue para desconectar del fútbol, pero pronto añoró su pasión. En 2022 fichó por el Auckland, el gran dominador del fútbol de Oceanía desde que hace dos décadas la selección y los clubes de Australia se marcharon a Asia para buscar más nivel. Es el club que más veces ha jugado el Mundial de Clubs. Garriga ha alzado las últimas cuatro Champions de Oceanía. En 2022 fue el MVP de la final.
"Si perdiéramos 20-0 no sería una sorpresa porque la diferencia es una barbaridad. Pero a nadie le gusta hacer el ridículo delante de millones de personas"
"En el Mundial de Clubs de 2023 yo no quería cambiar la camiseta con nadie porque quería guardarla, pero al final del partido vino un chaval del otro equipo y me la pidió. No supe cómo decirle que no. Ahora tengo la camiseta de un tío que ni conozco cuando se la podría haber pedido a Benzema, pero me pilló a contrapié. Es que a mí nadie me había pedido nunca una camiseta", afirma. No son profesionales: entrenan tres o cuatro tardes por semana y la federación local fija un sueldo máximo de unos ochenta euros a la semana.
Tienen otro trabajo. Varios jugadores se han tenido que pedir vacaciones para poder ir al Mundial de Clubes. Varios jugadores se perdieron la Champions porque los días de fiesta son limitados. Entre ellos el capitán. El portero trabaja moviendo cajas con un toro mecánico en un almacén. Garriga entrena en la base y hace actos en escuelas para "promocionar" el fútbol: un actor secundario que crece, pero que continúa muy, muy por debajo del rugby, una religión, e incluso del cricket.
Contra Kane
Garriga es "un jugador de regional" que no llega a los 2.000 seguidores en Instagram y que ahora jugará contra Harry Kane. "Y no en un amistoso, sino en una competición en la que no se han clasificado el Barça o el Manchester United. Y nosotros, un club amateur que hace lo que puede, estamos dentro. Es increíble". Lleva días buscando puntos débiles de Kimmich en vídeos: "A veces pienso que quizás sería mejor no mirar tantos vídeos porque nos acojonamos más de lo que nos ayuda". Explica que el Auckland es un club que podría jugar en Primera o Segunda Federación y que con perspectiva quizás hubiera preferido algún rival africano o asiático "para poder competir más". El objetivo será competir uno de los tres encuentros: "Que sea igualado, aunque acabemos perdiendo 2-0 o 3-1. Sería una victoria".
Dice que tiene miedo: "Si perdiéramos 20-0 no sería una sorpresa porque la diferencia es una barbaridad. Pero a nadie le gusta hacer el ridículo delante de millones de personas. Puede ser un día muy bonito, pero también puede ser un día malo para nosotros y para Oceanía".
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