Apunte

La despedida, por Sergi Mas

Joan Garcia, en el partido de Catalunya contra Costa Rica.

Joan Garcia, en el partido de Catalunya contra Costa Rica. / Javi Ferrándiz

Sergi Mas

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Cuando acabó la Liga todos sabíamos que Joan Garcia se iba del club. Lo teníamos comprado, aceptado, resignado, llorado y agradecido. Tras el partido ante Las Palmas (por cierto mucha suerte, Luis García, uno di noi) todos queríamos abrazarlo. Y también todos dábamos por hecho que el Barça no era una opción. Bien, pues al final resulta que el Barça ES la opción.

Desconocemos si las ofertas del extranjero eran reales, si tenían consistencia, eran inventadas, o pobres… Nunca lo sabremos. Si Real Madrid también apostó en serio. Por lo visto, ahora se va con los vecinos y se va porque quiere. 

Nadie le habrá puesto una pistola en el pecho para que firme, por mucha presión que le hayan hecho sus representantes… si es que se la han hecho. ¿Qué le han vendido? ¿Qué le han prometido? ¿A qué se ha comprometido Joan al firmar, si es que ha firmado un preacuerdo? ¿Cuál será su cláusula? ¿Cuánto pilla el Espanyol si el Barça lo vende? Porque con el pollo que tiene el Barça con el alemán y el polaco, ¿ha calculado Joan Garcia ese desgaste emocional? No lo sé. 

Ahora llega la etapa de cómo gestionar una despedida y una bienvenida. Un adiós y un “hola, qué tal, vengo a recibir amor”. Sobre la despedida, escriba lo que escriba, su adiós del Espanyol podrá cambiar la opinión de a lo sumo un 10% de la pericada. ¿Qué sería lo ideal? Dos frases cortas e intensas. Una especie de… “gente perica: os llevo y os llevaré en mi corazón. Y nada más.

Yo creo que Joan estará como Luis Figo. ¿Recuerdan? “Soy portugués”, decía con el semblante serio cuando le preguntaban sobre sus colores. En Cornellà no hará rueda de prensa, pero en Sant Joan Despí sí la hará; que aquí metropolitanos somos todos, aunque hay quien utiliza con desprecio esta terminología absolutamente clasista y sólo cuando le interesa.

Anoten este detalle: si en algún momento de la rueda de prensa de la bienvenida acaba llorando, señal inequívoca de que será uno di noi. Nuestro para siempre. Lo veremos. O no.

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