Apunte
¡Mira qué luna, niño!, por Jordi Puntí

Dani Olmo, Iñigo Martínez, Pedri y Gavi con los tres trofeos ganados por el Barça esta temporada. / FCB


Jordi Puntí
Jordi PuntíEscritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
Pau, pariente mío de 18 años, centrocampista de proyección ofensiva en el juvenil de la Damm, me enseña una foto en su móvil, con orgullo: se le ve jugando un partido de fútbol contra el Barça, cuando tenía ocho años, frente a Marc Bernal y Lamine Yamal. Ha pasado una década y, como él, habrá cientos de jóvenes jugadores que recuerdan el día en que jugaron junto a Lamine, o contra Lamine. Y esto también vale para sus compañeros de equipo: la alegría que desprende este grupo, la química que muestran fuera y dentro del campo, es contagiosa. Como Pau, todos querríamos tener una foto jugando con Lamine, al igual que hace unos años habríamos pagado por recibir un pase de Messi en el Camp Nou, o dejar que Ronaldinho nos hiciera un caño. Es así: también nos gusta el fútbol porque nos hace sentir más cerca de los jugadores. Nuestros ídolos son proyecciones de nosotros mismos, y viéndolos es como si volviéramos a tener ocho, diez, doce años y todavía jugáramos en la calle o en la escuela.
Todo esto, claro, es sólo una ilusión que se mezcla con la pasión por unos colores. Sabemos que hay una distancia entre la realidad y el deseo, y como mucho rematamos mentalmente desde la butaca. Este equipo de jóvenes y tiernos 'hooligans' del gol, sin embargo, ha logrado que la proyección sea más inmediata e intensa, es decir, más humana. De repente parece posible ser como ellos, celebrando la Liga con Casadó en Canaletes, o cruzando una sonrisa con Cubarsí, cuando pasan con el autocar de la rúa.
Pero si hay un momento que los humaniza es el vídeo en el que Dani Olmo, Eric García, Íñigo Martínez y Pedri van en bicicleta por la Diagonal, y más concretamente en Bicing. “¿Pero tienen carné de Bicing?”, pienso primero. Después, como mucha gente, me doy cuenta de que podría ser uno de ellos: seguro que nunca la tocaré como Olmo ni voy a dominar el fuera de juego como Íñigo, pero yo también voy en Bicing por la Diagonal. Y entonces, para sentirlos aun más cerca, ese prodigio que se llama Pedri suelta una frase que nada tiene que ver con el fútbol, ni con los títulos, sino con la alegría de la vida. Mira al cielo y dice: “¡Mira qué luna, niño!”.
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