La industria del deporte

Spotify, Lego o cómo rescribir el patrocinio, por Marc Menchén

Travis Scott, embutido en la camiseta del Barça con su logo.

Travis Scott, embutido en la camiseta del Barça con su logo. / FCB

Marc Menchén

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El Clásico se jugó el domingo, pero la partida entre FC Barcelona y Real Madrid en el tablero del negocio empezó unos días antes. Cambien césped por antiguas fábricas, himnos futboleros por trap rap y cámaras de TV por móviles. Con esas reglas, FC Barcelona, Spotify y Nike evidenciaron una vez más que el valor del patrocinio va mucho más allá de la inversión económica, centrándose cada vez más en el impacto estratégico de este tipo de alianzas para alcanzar nuevos públicos, reposicionar la marca y vender más.

Esta lógica, que pasa muchas veces por cruzar universos -sea deporte con música, gaming o cualquier vía de ocio- se manifestó de forma espectacular con el reciente despliegue de este trío de marcas y el artista global Travis Scott en la víspera del partido de la jornada. No fue simplemente una acción publicitaria; fue una inmersión profunda en la cultura juvenil, ejecutada a través de acciones específicas como una activación de streetfootball al más puro estilo de los anuncios icónicos de los 90, y un concierto clandestino de tintes underground, todo envuelto en una estética poderosamente dirigida a las nuevas generaciones. 

Revuelo mediático

Las cifras hablan por sí solas: un vídeo de Nike en Instagram superó las 655.000 reproducciones, un post de Travis Scott alcanzó los 4,3 millones de 'me gusta', y un par de publicaciones de Spotify sumaron 5 millones de interacciones. Este revuelo mediático y la conversación social generada demuestran que el retorno de un patrocinio efectivo va mucho más allá de un logo en la camiseta. La ejecución de una activación disruptiva como esta, que logra que el club sea relevante en conversaciones y comunidades ajenas a lo deportivo, es lo que añade un valor estratégico incalculable.

Vemos esta misma lógica fuera del fútbol. La Fórmula 1, por ejemplo, ha sabido explotar la activación creativa para expandir su alcance. Proyectos como construir monoplazas a tamaño real con piezas de Lego demuestran cómo ir más allá de la publicidad tradicional para crear espectáculos, generar contenido viral y conectar con los fans (y con nuevos públicos, como familias o entusiastas del diseño y la ingeniería) de formas originales y memorables.

El patrocinio más potente y con futuro es aquel que entiende que la inversión económica es la base, sí, pero el verdadero multiplicador reside en la capacidad de co-crear y ejecutar activaciones que rompan moldes, se integren en el tejido cultural y generen una resonancia que revitalice la marca del club, atraiga nuevas generaciones y genere un impacto medible que las métricas publicitarias tradicionales apenas pueden capturar. La magia está en la activación inteligente.

¿Renacerá Nike?

Nike tiene un importante desafío por delante. Cinco años de apuesta por la moda deportiva en cierto detrimento del alto rendimiento le han pasado factura, no sólo en ventas, sino también en su fortaleza de marca. La multinacional estadounidense ha perdido 24 posiciones en el ranking de marcas más valiosas del mundo y ha descendido hasta el puesto 51 en la clasificación global de marcas más valiosas del mundo. A pesar de la caída, la empresa de Oregón sigue siendo la marca líder en la categoría de ropa y calzado, superando a Zara (puesto 65), Uniqlo (97) y Adidas (98).

La desaceleración de sus ingresos ha provocado que la marca del swoosh sufra una fuerte caída en su valor de marca, que se sitúa en 49.444 millones de dólares (44.005 millones de euros). Esta caída representa un descenso del 30,9% respecto al año anterior. ¿Se puede corregir? Sí, aunque no será sencillo, ante la creciente competencia de compañías emergentes que hoy aspiran a ejercer la función de challenger que en su día Nike ejecutó contra Adidas. ¿Qué influirá? Sobre todo, los atletas a los que decida asociar su imagen.