VALLADOLID-GIRONA (0-1)
Stuani se gana la estatua con el gol que salva al Girona
El problema: Míchel vuelve a dirigir al Girona: "Tuve una trombosis venosa profunda en la pierna izquierda"

Stuani festeja el gol que le da el triunfo al Girona sobre el Valladolid en el Nuevo Zorrilla y le acerca a la salvación. / @GironaFC


Marcos López
Marcos LópezPeriodista
Andaba la tarde llena de miedo y complejos cuando Stuani, que tiene el don de la ubicuidad para que la pelota llegara a donde él se encontraba, se ganó otro pedazo de la estatua que se debe levantar alún día en los alrededores de Montilivi. Estaba el partido tan oscuro para el Girona que Míchel, recién salido del hospital, miró a su capitán y sin necesidad de decirle nada lo sacó al campo.
Y el uruguayo, obediente y certero como acostumbra, no falló a su entrenador. Ni al club. Ni a la ciudad donde pronto levantarán esa estatua para que las futuras generaciones entiendan lo que fue, es y seguirá siendo Stuani. Cuatro últimos goles del Girona; los cuatro son suyos. Ha sido él quien ha salvado al equipo. NI más, ni menos.
Pero ni ese tanto, que debía ser liberador y con lágrimas casi en los ojos, le privó de sufrir hasta el último instante ante el Valladolid, un equipo sin presente -es ya de Segunda- y al que no se le adivina tampoco futuro. Stuani, el inmortal Stuani, había hecho un partido más su trabajo, pero le tocó a Gazzaniga ejerce también de héroe.
No tendrá el meta argentino un monumento de piedra, pero sí permanecerá, y para siempre, en el corazón de la afición del Girona por esa parada -su cuerpo estaba dentro de la portería, pero sus manos se quedaron fuera- que firmó ante el cabezazo de Mario Martín. Era gol -o eso creía el equipo pucelano- hasta que las manos, infinitas manos de ‘Gazza’ sobrevolaron la línea de cal para evitar un empate que habría sido devastador.
Empezó mal el Girona, con un par de irresponsables pérdidas de Asprilla que desquiciaron a Míchel en su vuelta al banquillo tras estar tres días hospitalizado al sufrir "una trombosis venosa profunda" en su pierna izquierda. Poco a poco fue cambiando ese sombrío paisaje gracias sobre todo a Tsygankov, que desempolvó la versión de la pasada temporada.

Asprilla, el delantero del Girona, inicia una jugada de ataque ante Chuki, el jugador del Valladolid, en el Nuevo Zorrilla. / Efe / R. García
Tenía el ucraniano más persencia en ataque entendiéndose bien con Portu ya que Stuani, con un golpe sufrido ante el Villarreal guardaba turno en el banquillo, dejando, además, dos excelentes disparos. Ambos repelidos con acierto por Hein, el meta estonio del Valladolid.
Fueron dos grandes paradas de Hein. La primera estirándose con belleza a su derecha y en pleno vuelo aéreo. La segunda alargando su cuerpo a la izquierda y deslizándose sobre el césped del Nuevo Zorrilla con enorme acierto. Idéntica buena actuación había exhibido antes su colega Gazzaniga manteniendo la portería a cero frenando el tiro de Chuky después de ese pobre arranque del Girona.
Gol anulado a Portu
Sin Krejci y sin Yangel Herrera, ambos sancionados, y sin Miguel, lesionado, Michel tuvo que reorganizar su defensa con Arnaui, Juanpe, David López y Blind, escorado al flanco izquierdo para ejercer de lateral zurdo. Tuvo su momento el Girona, espoleado por el dinanimos de Tsygankov, pero sin la puntería adecuada, además del gol anulado a Portu por fuera de juego previo.

Blind, el defensa del Girona, intenta eludir la presencia de Mario Martín, el jugador del Valladolid, durante el partido en el Nuevo Zorrilla. / Efe / R. García
Terminada la primera mitad, nada se había movido en el marcador. Todo estaba igual que al inicio. Y la "necesidad", como reclamó Míchel a sus jugadores, del Girona no superó a un deshauciado Valladolid, que jugaba sin presión alguna porque hace semanas que sabe que habitará la próxima temporada en Segunda División.
Asprilla no atina
Lesionado Arnau entró Francés en la segunda mitad que arrancó con una ocasión clarísima para Asprilla. Una de esas que no admiten fallo alguno. Ni discusión. Paró Hein, como lo hizo antes en dos ocasiones a Tsygankov, pero definió mal el joven delantero colombiano. Se le apagaron las luces en el momento más inoportuno para enfado, de nuevo, de Míchel.

Asprilla, el delantero del Girona, se lamenta de una ocasión fallada en la primera parte ante el Valladolid. / Efe / R. García
Hay oportunidades que no admiten error alguno. Son tan claras que solo se entiende si acaba en gol. Es gol o gol. Pero con Asprilla, el fichaje más caro en la historia del Girona, nada de eso sucedió cuando más lo necesitaban sus compañeros. Y su afición. Eso espoleó al Valladolid, quien encontró en Anuar al jugador más adecuado para castigar otra pérdida, en este caso de David López, que casi le cuesta un terrible dolor. Casi insalvable.
En tierra de nadie
Pero su furioso disparo topó primero con las manos de Gazzaniga, que no dobló sus rodillas manteniéndose de pie para escupir el balón al larguero, prólogo de un penalti de Francés que solo vio el colegiado, al que desautorizó, como es lógico, el VAR. El susto, sin embargo, ya quedó instalado, y para siempre, en el cuerpo del Girona. En el cuerpo y en la mente.
Estaba entonces el partido en tierra de nadie cuando comenzaron a intervenir los entrenadores. Retiró Míchel a un cansado Portu y afrontó los últimos 20 minutos con Stuani, a quien protegió hasta que recurrió a él cuando más lo necesitaba, y Danjuma. Se marcharon Abel Ruiz, el 'nueve' que no tiró ni una sola vez a puerta, y Asprilla, el joven que tiene el punto de mira cada vez más desviado.

Portu y Abel Ruiz, los delanteros del Girona, se lamentan de una ocasión fallada ante el Valladolid en el Nuevo Zorrilla. / Efe / R. García
Vivía tan cómodo el Valladolid que solo tuvo miedo con esa ocasión despercidada por el joven colombiano nada más iniciarse la segunda mitad. Luego, nada de nada. En ese territorio tan inhóspito, con un 0-0 y el abismo bajo sus pies, el balón era un objeto nada querido. Quemaba para todos. Incluso para los más veteranos, conscientes de que un minímo resbalón te podría llevar a la oscuridad más profunda. De ahí que la pelota, miedosa y cobarde, viajara por lugares estériles, sin peligro alguno, incapaz como era el Girona de asomarse al área de Hein.
Hasta que Tsygankov se inventó un lejano lanzamiento de falta para que sucedieran un montón de acontecimientos previos al decisivo gol de Stuani. Primero, el ucraniano; luego, Arthur. Ambos se estrellaron contra la defensa del Valladolid hasta que la pelota caía en los pies de David López, central reconvertido en delantero. Tuvo calma y paciencia cuando a los demás les habría entrado vértigo y asistió con delicadeza a Stuani -¡quién si no!- para acudir un partido más, un año más, a su vieja e ineludible cita con el gol.
Era el primer balón que tocaba. Tampoco necesitaba más. Un disparo, un gol y la salvación casi asegurada.
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