Ciclismo

Lluc Crusellas, el mejor chocolatero del mundo: "La Titan Desert tiene algo que hace que siempre quieras volver"

Récord de participación femenina en la Titan Desert Morocco: "Las mujeres en estos retos crean comunidad. Ninguna pedalea sola"

Lluc Crusellas en la Titan Desert.

Lluc Crusellas en la Titan Desert. / Titan

Begoña González

Begoña González

Barcelona
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Ataviado con su uniforme de trabajo, Lluc Crusellas sonríe al echar la vista un par de semanas atrás y rememorar lo vivido en el Desierto de Marruecos. Desde su obrador, en Vic, la vida vuelve a tomar un ritmo frenético muy distinto al que llevaba hace poco menos de diez días durante la Titan Desert. “Es parte de la magia de la carrera, acostumbrado a siempre estar rodeado de mi equipo, allí eres tú y solo tú. Esa inmensidad en un espacio tan precioso como el desierto hace que te enganches y que quieras siempre más”, confiesa el mejor chocolatero del mundo. 

Fue su tercera participación en la prueba y podría decirse que la más especial, ya que lo hizo junto a su hermano Pol. Como él, otros ilustres de la cocina, los hermanos Torres, participaron también bajo el paraguas de la familia KH-7. Y es que llama la atención que haya participantes tan llamativos con vidas paralelas fuera del mundo de las dos ruedas en pruebas tan duras como la Titan Desert, pero es algo cada vez más habitual. “Es duro, evidentemente, pero tiene algo que hace que siempre quieras volver y eso engancha”, reconoce.

Aunque, participa regularmente en pruebas cicloturistas, reconoce que ninguna como la Titan Desert. “No sé qué genera que hace que siempre quieras volver. A pesar de la dureza, del calor, del cansancio, tiene algo especial”, asegura. “Hay cosas de la Titan que te marcan. Recuerdo una etapa que estábamos pasando por pueblos del Atlas y de repente te salían niños a pedirte agua. En esos momentos te planteas que hay tantas realidades distintas en el mundo… Valoras mucho lo que tienes. Tú estás ahí disfrutando de la bicicleta y hay gente con vidas muy distintas”, rememora. “El ciclismo se ha convertido en mi terapia y en mi forma de conectar con lo que de verdad importa”, asegura.

“Competí en ciclismo desde infantil, y lo mantuve hasta que llegó el momento de elegir. La pastelería sabía que me permitiría ganarme la vida, el ciclismo no lo tenía tan claro. Sin embargo, sigo saliendo a diario en bicicleta y cuando no estoy entre chocolates estoy subido a la bici”

Una vida sobre ruedas

En el caso de Lluc, el ciclismo le ha acompañado a lo largo de su vida desde que tenía 10 años. “Competí en ciclismo desde infantil, y lo mantuve hasta que llegó el momento de elegir. La pastelería sabía que me permitiría ganarme la vida, el ciclismo no lo tenía tan claro. Sin embargo, sigo saliendo a diario en bicicleta y cuando no estoy entre chocolates estoy subido a la bici”, asegura el reconocido repostero. “Lo que más me gusta es que me permite dejar atrás todo el estrés del día a día que mayoritariamente vivo en equipo, y encontrarme solo en medio de la nada. Es mi vía de escape”, añade. 

Esta pasión que le ha acompañado siempre, le ha ayudado también en su profesión. "En la pastelería he aplicado mucho los valores del ciclismo, incluso en mi día a día. El esfuerzo, la constancia, la actitud... Llevo compitiendo desde los 10 años. A los 15, mientras todos mis amigos se iban de fiesta el fin de semana y yo me acostaba pronto para ir en bici al día siguiente", afirma. "Al revés también he aprendido. Hay cosas de la pastelería que me he llevado al ciclismo. Ya no solo el hecho de gestionarme la alimentación de las salidas y hacerme mis propias barritas sino que la pastelería es un oficio muy preciso y exacto, y eso trasladado al deporte también ayuda a organizarse una salida larga por ejemplo y llevar todo más planificado sin dejar demasiado a la improvisación", zanja.