Carrascazos

Ajo y agua, por Lluís Carrasco

Así arruinó y destruyó Flick al Madrid y se llevó por delante a Ancelotti: 4-0 y 16-7

Un Barcelona salvaje sepulta al Madrid y abre una nueva era

Lamine Yamal festeja con la grada de Montjuïc el triunfo ante el Madrid.

Lamine Yamal festeja con la grada de Montjuïc el triunfo ante el Madrid. / Jordi Cotrina

Lluís Carrasco

Lluís Carrasco

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Ahora hace justo 15 años, Eduardo Inda proclamó a altas horas de la madrugada y en un programa de televisión de la época, eso de que a Messi se le tenía que parar "por lo civil o por lo criminal". No lo consiguió, ni él, ni la caverna, ni su equipo, y el Barça ganó 0-2 en Chamartín con goles del repudiado Messi y de un añorado Pedro. La sentencia no era nueva. Ya se decía, muchos años antes, que el inefable jugador del Real Madrid, Juanito, la profirió también, refiriéndose al Barça, en las vísperas de otro clásico, dando la vuelta al mundo.

Los tiempos parecen no pasar del todo, o, mejor dicho, parecen volver de forma cíclica en un diabólico carrusel, y el que entonces era argentino, hoy es catalán. El que entonces llegara bajito y menudito de Rosario, ayer llegó, desgarbado y flacucho, de su adorado barrio de Rocafonda en Mataró, y el Barça, eterno Barça, ese sí, ajeno al tiempo e infinito al espacio, permanece, impertérrito e indomable, viendo los años pasar.

Desvergüenza y osadía

¿Qué ha cambiado y porqué tengo ganas de escribir de esas frases y ese pasado? En realidad, nada. Si acaso la desvergüenza y la osadía de un madridismo sociológico, igualmente inmortal, que ya no se esconde en las madrugadas de programas pasados y pesados, para intentar combatir la excelencia y el preciosismo azulgranas con malas artes. No. Ya no son chulapos opinadores de Madrid, de cursi trajecito entallado, clavel en la solapa y parpusa en el terrado ni jugadores que jamás supieron convertir su habilidad en modélico talento, no, hoy con total desvergüenza, desde el terreno de juego y desde lúgubres despachos del VAR, intentan frenarnos, ahora públicamente y sin disimulo, ante la mirada atónita de 800 millones de espectadores que comprueban, escandalizados, que el poderoso Madrid arbitral y (deportivamente) criminal, no era una fábula, y que aún hoy perdura. No lo consiguieron. De nuevo no lo hicieron, y como reza el dicho popular: Ajo y agua. "A ajornar vuestra victoria y a guarecerse de nuestra superioridad…" Porque, el dicho era así, ¿Verdad?