Barraca y Tangana
Bastante tienen con lo suyo, por Enrique Ballester
Lamine Yamal ya aglutina un ejército de fieles, y a él se sumarán poco a poco los conversos y arrepentidos. Tiene esa pinta

Lamine Yamal, amb la mirada perduda al terreny de joc de San Siro després de l’eliminació. | SPADA / LA PRESSE


Enrique Ballester
Enrique BallesterPeriodista
A menudo, en el fútbol, sin que sepamos muy bien por qué, un futbolista no nos cae bien. Es algo difuso, porque tampoco tenemos un motivo del todo claro, pero a la vez esa impresión está presente a diario, en todos nuestros juicios. Primero nos llega la conclusión -no nos gusta- y luego construimos los argumentos para darnos la razón. Por lo que sea, ese jugador no es nuestra taza de té. Da igual que sea de nuestro equipo: ya puede hacerlo bien, muy bien o regular que siempre encontraremos la manera de señalar un defecto y convertirlo en la clave de los fracasos del resto. Y es increíblemente fácil hacerlo, por muy difícil que a priori parezca.
A menudo, también, enquistarse en esa irracionalidad solo provoca ridículos a largo plazo.Ocurre que después del odio a primera vista no es sencillo rectificar. Conozco a bastantes aficionados del Real Madrid que todavía critican a Karim Benzema. Contra este tipo de posturas no conviene luchar. La única respuesta válida es la compasión y el ‘ya te apañarás’.
En las últimas horas, en la resaca de la eliminación del Barça en la semifinal contra el Inter, he observado con una pizca de asombro que existen detractores de Lamine Yamal. Que no es tan bueno, dicen. Que no mete goles, añaden. Que es un flipao, repiten. Solo encuentro dos posibles explicaciones a este terraplanismo futbolístico: no tienen ni puta idea de fútbol o no ven los partidos. O las dos cosas. O lo de antes, lo de la manía. En cualquier caso, tampoco merece la pena gastar energía en rebatirlo. Existe gente que no le gusta el chocolate, la cerveza o las patatas bravas. Bastante tienen con lo suyo.
Que Lamine no descarrile
Cuidar y arropar a Lamine y que no descarrile, porque el fútbol puede ser muy jodido, debería ser la prioridad del Barça presente y futuro. La prioridad nacional, si me apuran, y ni siquiera voy a intentar argumentarlo. Quizá baste una anécdota ligera. El martes, en las horas previas al partido, se me acercó Aitor en el trabajo, medio aturdido. Es del Real Madrid y no ve los partidos del Barcelona, pero acababa de ver un resumen con las mejores acciones de Lamine esta temporada. Reconocía estar hundido, en estado de shock. No pensaba que el chaval fuera tan bueno. Se le caía una década encima.
Frente a fenómenos como Lamine, cabe otra disyuntiva principal. Lo admites y lo asumes o insistes en negar la realidad, mirar hacia otro lado y seguir en la huida. Como hincha del fútbol, ambas opciones son válidas, aunque por mucho que corras, tarde o temprano la realidad siempre te alcanza. El adolescente Lamine Yamal ya aglutina un ejército de fieles, y a él se sumarán poco a poco los conversos y arrepentidos. Tiene esa pinta.
Tratando de consolar a Aitor, le sugerí visitar al médico. Nos acercamos a una edad en la que este tipo de soluciones parece buena idea, porque el fútbol ya lo tenemos amortizado y lo de sufrir al máximo igual no compensa ni en las grandes noches. Es la idea: ir al médico para que nos prohiba ver partidos. Y si lo dice un médico, no estás fallando a nadie. Lo dice la ciencia: cambio fútbol por bricolaje. Además podríamos sentenciar jugadores,como siempre, por manías, y sin haberlos visto al detalle.
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