LEGANÉS-GIRONA (1-1)
El miedo condena al Girona cuando tenía el partido ganado

Los jugadores del Leganés, agotados, con los del Girona, al fondo, desolados, al final del encuentro. / FERNANDO VILLAR / EFE


Joan Domènech
Joan DomènechPeriodista
Periodista. Título de Entrenador de fútbol nivel A. Deportista vocacional. Tras retirarme como futbolista, empecé a trabajar en Mundo Deportivo (12 años, 1988-2000). He asistido a cuatro Mundiales y cuatro Eurocopas. Coautor de varios libros. Miembro del colectivo ‘Periodistes Solidaris’ y 'Amics de Johan'.
Tenía ganado el partido el Girona. El reloj sumaba los minutos del tiempo añadido frente a un rival que jugaba con diez desde la primera mitad, pero que empujaba con fe. Era el Girona. sin embargo, el que alimentaba la fe del Leganés con su miedo a perder el valioso botín que acariciaba, el gol parido entre Portu y Stuani. El miedo acumulado con tantos partidos sin ganar, diez, y que ya son once, después del empate encajado en el minuto 92 y que alargará la agonía en busca de la salvación.
No perdió el partido clave de Leganés, y a ello se aferrará el Girona, que tendrá que seguir remando. El drama es que lo tenía en el bolsillo y lo dejó escapar. El efecto psicológico que pueda causar ese nuevo disgusto quedará atenuado porque Michel vio el camino de la salvación. Lo vio desde el principio hasta cuatro minutos antes del final, cuando Munir, él sí, salvó al Leganés.
La vieja fórmula no falla
Lo que vio Michel es que la vieja fórmula nunca falla porque los buenos resultados que da están ya contrastados. Por antigua, seguramente, no la utiliza a menudo, obligado a evolucionar, pero el entrenador regresó a los orígenes y funcionó. A los orígenes del Girona grande. A los veteranos. Y no le fallaron, ni mucho menos, sino que le devolvieron la vida y el color a la marchita camiseta rojiblanca. Cuando se marcharon -¿es casualidad?-, el equipo se arrugó y retrocedió.
Portu y Stuani, los antiguos, los pretéritos, se aliaron una vez más y trazaron el gol que liberaba al Girona en la cita límite de Leganés, donde estaba enclavada la puerta del infierno. La que franqueaba a la zona de las tinieblas del descenso. Centró Portu y cabeceó Stuani, rememorando ambos las gloriosas épocas. Ejemplares de nuevo en una tarde soleada y nítida después de que el árbitro Munuera Montero dejara al Leganés con diez al expulsar a Cisse a los 18 minutos. El triunfo iba a caer como fruta madura. ¿Quiénes son los que más saben agitar el árbol?

Cristhian Stuani y Portu celebran el gol, marcado por el capitán a centro del extremo. / FERNANDO VILLAR / EFE
En la cita más delicada de la temporada, Michel insertó oficio, experiencia, rabia, personalidad... como se quieran denominar los rasgos que comparten David López, Stuani y Portu. Titulares los tres en un Girona que pretendía conservar el respeto que ya le han perdido todos los rivales al verle mucho menos fiero que la pasada campaña. Ellos, más que nadie, iban a defender la dignidad del club y la pervivencia en Primera. Porque conocen la Segunda.

Renato Tapia y Valentin Rosier corren delante del caído Yangel Herrera. / AFP7 vía Europa Press / AFP7 vía Europa Press
Y ese remozado perfil del equipo se vio pronto con la picardía de Portu, que se marchó disparado hacia el marco de Dmitrovic y su mal control en la conducción propició que Cisse le embistiera en la persecución. Al Girona se le aclaraba el panorama. Debía limitarse a evitar torpezas atrás porque el Leganés dejó claro que se conformaba con conservar el punto y que saldría atrás sólo para córners y faltas laterales.
Una segunda escapada de Portu estuvo a punto de provocar otra roja, pero esquivó a Sergio y logró pasar el balón a Tsygankov, pero el ucraniano no supo resolver la acción. Lo hizo peor después, cuando no remató un centro pasado, aparentemente deslumbrado por el sol de media tarde. Quedo definitivamente en evidencia en la jugada del gol. Centró Portu desde su zona a la cabeza de Stuani.

Munir El Haddadi celebra el gol del empate en el tiempo añadido. / FERNANDO VILLAR / EFE
Michel ya barruntaba la sustitución, pero el tanto, paradójicamente, salvó al extremo. Se marchó Portu, agotado de tanta tralla que dio. Se marchó Stuani. Se marchó Herrera. Entró Danjuma con ese aire indolente, que le dejó señalado al perder el balón, y no era el primero, que dio la última vida al Leganés. Que la buscaba, agonizante, con Borja Jiménez introduciendo cambios que zarandearan el partido, asustaran al Girona y enternecieran a Munuera Montero para que compensara la expulsión de Cisse. No se lo pusieron fácil con tanta tarascada y tanta protesta, pero lograron su propósito de empatar.
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