Opinión | Apunte

Jordi Puntí

Jordi Puntí

Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.

La lección de Hansi Flick, por Jordi Puntí

Flick se desespera tras un error azulgrana frente al Mallorca

Flick se desespera tras un error azulgrana frente al Mallorca / Jordi Cotrina

Llegamos al tramo clave de la temporada, donde todo se decidirá en diez partidos, y me fascina cada vez más la sabiduría de Hansi Flick para gestionar y armonizar las esperanzas y frustraciones —los egos— de una plantilla con mucha hambre de títulos. Con sus gestos y palabras Flick está demostrando tener aquello que los gurús de la economía de los años noventa llamaban “inteligencia emocional”, y que tradicionalmente se conocía como “mano derecha”.

Lo digo por la forma en que ha apagado el pequeño incendio que le montaron el fin de semana Ferran Torres por su sustitución, y Ansu Fati y Héctor Fort después de calentar durante media hora y no jugar ni un minuto ante el Celta de Vigo. “Entiendo su decepción y que quieran jugar, pero no su reacción. La reacción quiero verla en el campo”, dijo Flick en la previa del partido contra el Mallorca, y acto seguido los puso de titulares. A los tres. 

Es probable que, por razones de calendario, los tres hubieran entrado en las rotaciones igualmente, quizás incluso como titulares, pero me interesa de qué forma Flick saca partido de la intensidad de la queja. Porque en el fondo ¿su titularidad fue un premio o un correctivo? O simplemente les estaba diciendo, como en la Biblia el Señor al pueblo israelita, en su travesía del desierto, “¿Queréis carne? Pues tendréis carne hasta que os salga por las narices”. Flick no cedió, simplemente fue más listo. Usó su protesta para enchufarlos y, de paso, darles a entender que la titularidad no señala un gran cambio en su rol. Porque es evidente que Ansu Fati y Héctor Fort volverán al banquillo en la final de Copa del sábado, y en realidad para ellos el premio no era saber que jugarán más, sino entender que de momento su papel es otro. 

Y mientras tanto, ¿qué pasa con los que no se quejan? ¿Con Pablo Torre, por ejemplo, que espera su oportunidad con la discreción de un monje cartujo? Quizá esta sea otra de las lecciones de Flick: aunque no te quejes, mantente despierto para cuando llegue tu escena. Porque en este teatro a veces hay que hacer de estatua, pero el día que te toca hablar no puedes olvidar el texto.