Golpe franco

Salvar al soldado Fati, por Juan Cruz Ruiz

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La contracrónica del Barça-Mallorca: el partido de los enfadados

Ansu Fati y Valjent pelean por el balón durante el Barça-Mallorca en Montjuïc.

Ansu Fati y Valjent pelean por el balón durante el Barça-Mallorca en Montjuïc. / Jordi Cotrina

Juan Cruz Ruiz

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Detrás, en la espalda, Ansu Fati lleva el 10, la numeración más gloriosa del Barça, de su historia. El número de los premios a los jugadores que alguna vez, y muchas veces, han vencido al contrario en partidos extraordinarios de los que la vida ha sido pródiga a veces y a veces difícil, arriscada. 

Ese 10 tiene obligaciones, naturalmente, y se puede caer en cualquier momento porque el fútbol es, también, castigo y olvido. Antes de que toque el olvido, el entrenador del Barça recogió el guante de Fati, enfadado hasta las lágrimas en su enésima suplencia. 

La reacción de su jefe mayor, que le dio largas al enfado del futbolista, ha sido muy distinta a la que se presumía: en lugar de dejarlo otra vez lejos de la luz del estadio, otra vez sometido a la obligación de morderse las uñas entre suplentes, el entrenador lo recuperó para la historia, y ahí está, con su número diez, volviendo a explicarle a la gente que sigue vivo, que está ahí para lo que le pida el porvenir de un equipo que, esta vez sí, es capaz de ofrecer una segunda oportunidad sobre la tierra a aquel que, en otro tiempo, parecía tan promisorio que entonces, como ahora, tuvo la oportunidad de llevar a la espalda el honor del diez. 

De futbolista a culé

Confieso que cuando lo vi saltar al campo, confiado pero también nervioso, me recordó al muchacho que, en una de sus primeras lesiones largas, vi entrar y salir varias veces a la puerta de su fisioterapia, en Madrid. 

En algún momento le dije que yo era aficionado al Barcelona, que admiraba su pasado y le deseaba suerte, es decir, larga vida, a su porvenir. Esa vez él estaba como desconfiado, parecía que la rabia de estar lejos del campo le impedía tener confianza en aquellos intrusos que le daban coba para que estuviera contento. En otra ocasión, ya más repuesto, tuvimos una conversación de futbolista a culé, y ahí lo vi esperando su segunda oportunidad sobre la tierra. 

Después pasaron las calamidades que el otro día le hicieron sentir rabioso antes de tiempo, y anoche tuvo su nueva oportunidad. Creo que el soldado Fati tiene ahora motivos, porque ha demostrado que es capaz de ser otra vez aquel que se ganó el diez, de sentir que el Barça lo va a salvar, lo van a salvar sus amigos, y un amigo mayor, que es el equipo que sale a su rescate.