Opinión | El Malecón

José Sámano

José Sámano

Periodista

Al Madrid se le olvida el fútbol, por José Sámano

Tanta pelota al aire evidenció, una vez más, que el equipo carece de arquitectura. La transición de Kroos y Modric ha resultado fallida

Ancelotti, en el partido ante el Arsenal.

Ancelotti, en el partido ante el Arsenal. / EFE

El Madrid se despidió de Europa con más liturgia que fútbol. Con los relatos de sus sonoras remontadas no le alcanzó ni para intimidar un minuto a un Arsenal muy superior. Con la pelota en circulación no hubo color, por más que el Bernabéu, con el ropaje ambiental de las noches gloriosas, fuera una caldera. Al Real se le olvidó el fútbol y tampoco tuvo el remangue esperado que tanto le ha distinguido en su competición fetiche. Para sorpresa del personal, los cañoneros de Londres tuvieron, en la ida y en la vuelta, más madurez, más organización y más hueso. De nada tuvo un Madrid en el que tras más de 180 minutos sus célebres delanteros -Vinicius, Mbappé, Rodrygo y Bellingham- solo remataron cinco veces entre los palos.

Este miércoles, ante la perplejidad de Chamartín, el repertorio se limitó a 43 centros del área, muchos al tuntún. Demasiado primitivo, máxime cuando en este Madrid ya no anida como ariete el Joselu de turno, como bien recordó Courtois al término del partido. Tanta pelota al aire evidenció, una vez más, que el equipo carece de arquitectura. La transición de Kroos y Modric ha resultado fallida. El club se inclinó por un modelo de centrocampistas energéticos como Valverde, Tchouameni y Camavinga. Buenos jugadores para el tajo y el trasiego físico, pero sin la destreza del alemán y el croata para delinear el juego. 

Tras el batacazo en el Emirates, el Madrid, tantas veces capaz de lo imposible, requería de una proeza mayúscula. De entrada, porque en lo que va de curso no ha sido un equipo bien cosido, más bien un conjunto quebrado, únicamente colgado de Courtois y decidido a tirar los dados con sus reputados atacantes. Pero ni así le dio para apabullar a sus adversarios, los de altos vuelos y los de medio pelo. Como prueba, este periclitado Madrid no ha ganado por tres goles de diferencia -lo que precisaba para igualar a los muchachos de Mikel Arteta- desde el 29 de enero (0-3 al Brest en la Liga de Campeones). Un dato elocuente: el Real jamás había perdido seis partidos en una misma edición de la Copa de Europa.

Muchas señas distinguen al Real Madrid, pero en tiempos de crisis es un calco de cualquier otro club y en cada mesa redonda se apunta al entrenador. La ley del fútbol, en las malas los técnicos son los primeros condenados. Esta vez le toca a Carlo Ancelotti, ganador de 15 títulos con los blancos. Y aún con posibilidades de un doblete esta temporada, pese a que el equipo no ha sido nunca redondo. Ancelotti no ha dado con las teclas para remediar tanta calamidad en la retaguardia, nadie ha aliviado el vacío de Kroos en el campo base y ha sido rutinario ver a los puntas desentenderse de toda intendencia defensiva. Una “egocracia” en toda regla. Para colmo, ninguno ha dado un golpe de pecho en la eliminatoria contra Declan Rice y sus camaradas. Imposible estructurar así a cualquier equipo, por mucho que Mbappé haya embocado lo suyo, aunque no en jornadas tan señaladas como las del doble reto con el Arsenal. Curioso, su PSG luce en Europa. Ante la incredulidad general, Luis Enrique soltó hace unas semanas: “Somos mejor equipo sin Mbappé”, en referencia al sentido gremial de la actual escuadra parisina. Justo lo que le ha faltado a este Madrid, mayor hermandad.