ANATOMÍA DE UN 'ROBO'
La ‘salvajada’ de Iñigo, el ‘Kaiser’ del Barça
La crónica: Un autogol del Leganés ayuda al Barça a ganar (0-1)
Las claves: Cuando la defensa de Flick es también un gran tesoro
Las reacciones: "La mentalidad de lucha de este equipo es increíble", dice el alemán

Iñigo Martínez festeja el triunfo del Barça en Butarque sobre el Leganés (0-1). / Efe / Sergio Pérez


Marcos López
Marcos LópezPeriodista
Y, de pronto, Iñigo Martínez, "un líder absoluto", según lo calificó Flick antes de pisar Butarque, se disfrazó de Mascherano para rebañarle la pelota a Munir en una acción defensiva tan valiosa como inolvidable. Al técnico alemán le faltó arrodillarse como sí hizo Guardiola en ese robo del argentino sobre Bendtner en el Camp Nou en un Barça-Arsenal de Champions.
Pep se levantó eufórico de esa intercepción del argentino ("es la jugada que cambió mi vida en el Barça", confesó años después el ‘Jefecito’ que actuaba por segunda vez de central), mientras Wenger caída frustrado, también de rodillas aquel marzo de 2011. Flick, en cambio, se mantuvo erguido.
Estaba el partido del pasado sábado contra el Leganés en el tiempo añadido y el Barça no tenía el control. Ni tampoco la pelota. Corría detrás de ella, fundidos y exhaustos los azulgranas tras una sufrida noche donde no le salía nada de lo que pretendía.
Butarque se ilusionaba con su equipo cuando ocurrió la jugada que cambió todo y elevó a los altares a Iñigo Martínez, el ‘Kaiser’ de la defensa, que está a punto de cumplir 34 años. Lo hará el próximo 17 de mayo investido como el verdadero jerarca del Barça. Antes y después de la jugada de Munir.
Minuto 91.03. Un osado Dimitrovic, meta ‘pepinero’, recibe el balón de Sergio González, su central. No se pone nervioso, a pesar de la angustia y decide regatear, ya fuera del área pepinera, a Raphinha. Ejecuta ese dribiling con tranquilidad antes de soltar un potente disparo al campo del Barça.
Minuto 91.05. Vuela la pelota más de 50 metros hasta que Diego García, el delantero que había sacado Borja Jiménez, el técnico del equipo madrileño, peina el balón hacia atrás. Un simple cabezazo que desnuda a toda la defensa del Barça. ¿A toda? No, a toda no porque Iñigo se dispone a firmar una jugada espectacular.
Minuto 91.07. Munir se queda solo. Toca la pelota para plantarse en el área de un Szczesny obligado a correr hacia atrás, mientras Cubarsí, Iñigo y Gerard Martín emprenden una persecución a la que no se le adivina éxito alguno. Butarque se levanta de sus asientos, convencido de que dentro de unos segundos festejará el 1-1.
Minuto 91.09: Cuando el delantero del Leganés se apresta a acompañar la pelota con su pierna izquierda aparece el ‘Kaiser’ azulgrana. Se tira al suelo de manera espectacular y rebaña la pelota con la pierna derecha con tal autoridad que ni Munir se atreve a pedir penalti. No puede hacerlo porque la limpieza de la acción defensiva es sublime.
Minuto 91.10: Le quita Iñigo el balón, un zurdo nato, con la derecha, se levanta con naturalidad y desplaza la pelota con su pie izquierdo a Gavi. Todo sucede en menos de cuatro segundos. Son tres segundos y 47 centésimas en que el oficio del vasco ofrece una lección que será recordada para siempre en el Barça de Flick. Una vez tiene el balón Gavi, Iñigo dispara su euforia gritando con rabia y apretando su puño derecho.

Iñigo Martínez festeja el triunfo del Barça en Butarque junto a Gavi. / Efe / Sergio Pérez
Minuto 91.12. Munir sigue tumbado en el césped. Ni se puede levantar. Anda aturdido y absorbido por el ‘efecto Iñigo’. Gavi le pasa la pelota a Pedri y el Barça inicia una jugada de control para digerir el susto que se le ha metido en el cuerpo.
Minuto 91.17. Pedri se refugia en un rutinario pase para Frenkie de Jong, todavía en territorio azulgrana, sin cruzar aún el centro del campo. Soba con calma el canario el balón antes de entegrárselo al neerlandés.
Minuto 91.23: Tiene ganas de olvidar la pelota porque a Pedri le quema el recuerdo de la jugada anterior. Se gira hacia atrás, levanta las dos manos y aplaude a Iñigo desde la distancia. Es un aplauso de reverencia.
A Flick, preocupado por el desenlace del tiempo añadido, no se le ha visto arrodillado como Guardiola. Ni tampoco aplaudir como Pedri. Pero no hace falta. "Sí, he celebrado como un gol esa última acción de Iñigo. Otra vez hemos dejado la portería a cero. Está muy bien, hemos hecho un partido perfecto", cuenta orgulloso el alemán después de abrazarse sobre el césped de Butarque con el central vasco.
"Para mí es cómo marcar un gol.... o mejor incluso"
“Para mí eso es marcar un gol... o mejor incluso. Son acciones defensivas donde uno está acertado y evita un tanto. Es una alegría para mí poder aportar en ese aspecto. No todos los días se puede ganar por cinco goles”, sostuvo luego Iñigo Martínez, cuyo futuro estaba en entredicho al inicio de esta temporada.
Pero llegó Flick, charló el pasado verano con el excentral del Athletic y no solo le dio confianza sino también mando en un equipo de niños donde tocaba tener voces más expertas que las de Lewandowski. Iñigo es mucho más que un central para el alemán. Es su extensión en el campo. Tipo maduro, con oficio, al que le adora defender, trasladando ese amor por proteger la portería al resto de sus compañeros. Su pasión es contagiosa. Su liderazgo resulta incuestionable. Hasta Flick, sin que nadie le pregunte por él, lo colma de elogios antes de ir a Butarque.
“Ningún jugador nos cuestionó nada sobre nuestra idea. Por ejemplo Iñigo se ha adaptado y está a un nivel increíble”, soltó el técnico antes incluso de que Munir se estrellara contra él. “Es un líder absoluto y lo da todo por este club, es un gran ejemplo para el resto. Lo que él ha hecho ha sido fantástico”, recordó el alemán, quien ha logrado una profunda metamorfosis en el jugador.
Jamás había jugado tan lejos (ni en la Real Sociedad ni en el Athletic) de su portero. Nunca antes había tirado el fuera de juego a 50 metros a cada momento de un partido, viviendo sobre una cornisa. Pero Iñigo, y en menos de cuatro segundos, firmó una ‘salvajada’ en Butarque, mientras Mascherano desde Miami no pudo evitar una sonrisa de complicidad al verse reflejado en este ‘Kaiser’, o ‘lendakari’ vasco.
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