GOLF
El mejor día en la carrera de Rory McIlroy: un campeón de Augusta que acaba de rodillas llorando en el 'green'
McIlroy conquista el Masters de Augusta en un final agónico y ya se codea entre los más grandes del golf

Rory McIlroy celebra eufórico su triunfo en el Masters de Augusta. / Associated Press/LaPresse / LAP


Albert Guasch
Albert GuaschPeriodista
Cuando clavó el putt ganador, Rory McIlroy alzó el palo al cielo e inmediatamente se arrodilló en el green, hundiendo su cabeza, escondiendo su cara. Le temblaba todo el cuerpo. El rostro cubierto de lágrimas se lo vimos cuando se encontró a su hija de 4 años y la abrazó como si tuviera que ser la última vez. No cabía más emoción en un campeón. Ganaba al fin el torneo que se le escurría una y otra vez. El Masters de Augusta, nada menos. El único major que le faltaba en su carrera, el que le proporcionaba el Grand Slam y le equiparaba a los más grandes de la historia del golf. Un largo viaje concluía de forma feliz cuando se arrodiiló en el hoyo 18 del majestuoso Augusta National Club, en Georgia.
“La sensación que tengo es increíble”, dijo con voz trémula durante la ceremonia en que se le entregó la chaqueta verde. Levantó bien alto los brazos para corroborarlo.“Esta fue la decimoséptima vez que competía aquí. Los últimos 10 años venía con la carga encima del Grand Slam y de tratar de conseguirlo. Ahora estoy totalmente emocionado y honrado de haberlo logrado. No puedo estar más orgulloso de poderme considerar un campeón del Masters”.
Uno entre los grandes
McIlroy, norirlandés de 35 años, ha ocupado durante más de 100 semanas el número uno del ránking de la ATP y ha sido considerado la gran figura del golf del siglo XXI junto a Tiger Woods, pero hacía 11 años que no vencía en un ‘major’. Los tenía todos, salvo el Masters, y ahora, con la chaqueta verde al fin sobre sus hombros, se convierte en uno de los seis jugadores de la historia que tiene al menos uno de cada. Está a la par de Gene Sarazen, Ben Hogan, Gary Player, Jack Nicklaus y el propio Tiger.

Rory McIlroy, con la chaqueta verde y el trofeo de campeón en Augusta. / Associated Press/LaPresse / LAP
Le angustió la espera. Le pesó durante años el desenlace de la edición del 2011, cuando desperdició cuatro golpes de ventaja en la última jornada y acabó sucumbiendo. Admitió que aquel chasco le planeó por la cabeza cuando ayer falló un putt que le condenaba a un desempate en el hoyo 18 con el británico Justin Rose. Este, soberbio, sumó ocho birdies en los 12 últimos agujeros y puso a prueba la fortaleza mental de McIlroy.
El norirlandés vivió un domingo que fue como una montaña rusa, con un par de doble bogeys que evaporaron su liderato y que se alternaron con birdies oportunos. Y ese putt que erró le hizo daño. Le levantó de su abatimiento el caddie, Harry Diamond, su mejor amigo de la infancia y padrino de boda.
El mejor día de su carrera
“Tras fallar, iba caminando con la cabeza baja hacia el ‘cart’ para volver a la salida del 18 y Harry me dijo: ‘a ver, amigo, habrías dado tu brazo derecho a principios de semana por estar en esta situación’. Y era verdad. Eso de alguna manera me reanimó”. Dio un beso a su mujer y a su hija y encaró el playoff con una actitud positiva.
Lo jugó estupendamente. Un birdie para él, un par para Rose y el Masters del 2025 tenía un nuevo ganador. Significaba el quinto major en la carrera de McIlroy. “Este es el mejor día de mi carrera golfística”, admitió un jugador que ha renunciado a los cantos millonarios del circuito saudí de LIV.
Una carrera que empezó con cuatro años, empujado por su padre. Mostró un temprano virtuosismo: a los nueve acertaba a meter bolas en una lavadora para un programa de televisión. A los 16 abandonó todos los estudios para dedicarse por completo al golf. En su caso, una apuesta más que acertada. Entre sus logros mayores figuran el Abierto de EEUU (2011), el Campeonato de la PGA (2012 y 2014), el Abierto Británico (2014) y ahora el Masters.
Sin opción a rendirse
Suma también cinco títulos de Ryder Cup defendiendo a Europa. En la edición del 2012 iba tarde a la salida y le ayudó a llegar a tiempo una empleada del PGA, Erica Stoll, con la que se acabó casando y teniendo una hija. Anteriormente había estado comprometido con la tenista Caroline Wozniaki. Es seguidor del Manchester United y del Ulster Rugby, dos equipos que no le han dado muchas alegrías últimamente. Por suerte, ya está él para dárselas a sí mismo.
“Estoy muy orgulloso de mí mismo, muy orgulloso de no rendirme nunca, orgulloso de intentarlo una y otra vez y no permitir que los momentos decepcionantes me hundieran”, proclamó con la chaqueta verde ya enfundada.
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