Ciclismo
Van der Poel gana la París-Roubaix por tercera vez ante Pogacar por culpa de una moto
El campeón del mundo, en fuga con el nieto de Poulidor, se fue al suelo al confundirse con una motocicleta que estaba inadecuadamente aparcada en una curva entre adoquines.

Mathieu van der Poel rueda hacia la tercera victoria consecutiva en la París-Roubaix. / LE TOUR


Sergi López-Egea
Sergi López-EgeaPeriodista
Periodista especializado en ciclismo desde 1990. He seguido regularmente el Tour como enviado especial desde 1991 al igual que la Vuelta, varias ediciones del Giro, la Volta y Mundiales de la especialidad. Autor de los libros 'Locos por el Tour' (con Carlos Arribas y Gabriel Pernau, RBA), 'Cumbres de leyenda' (con Carlos Arribas, RBA y reedición en Cultura Ciclista), 'Cuentos del Tour', 'Cuentos del pelotón', 'Cuentos del equipo Cofidis' y 'El Tourmalet', todos ellos de Cultura Ciclista.
Por una moto se fue todo a hacer puñetas. Por una desdichada motocicleta que no hacía nada bueno, aparcada en una curva con tierra, entre adoquines, a 37 kilómetros de la meta de Roubaix, se acabó el espectáculo. Tadej Pogacar se fue al suelo y Mathieu van der Poel, hacia la victoria. Eran los dos héroes, la pareja con magia, los ciclistas más espectaculares finalizaron el mano a mano, como si se acabase la película antes de tiempo, y no por los cineastas, sino por un error de la sala de proyección.
Se dirá que Pogacar trazó mal, seguramente, pero una moto de fotógrafos enturbió la fiesta, hundió las aspiraciones del campeón del mundo e impulsó hacia la tercera victoria consecutiva a Van der Poel, a 46,9 kilómetros por hora. Tres triunfos seguidos. No sucedía desde 1980 cuando lo logró otra leyenda del ciclismo, Francesco Moser. Ni una crítica a Van der Poel que ha hecho del ‘Infierno del Norte’ su jardín particular, con un dominio espectacular y todavía más engrandecido por la furia de Pogacar que demostró que tiene una Roubaix en las piernas, con o sin el permiso del nieto de Raymond Poulidor.
Pogacar fue el que puso el espectáculo y el que demostró que no necesitaba la experiencia de disputar varias París-Roubaix para aspirar al triunfo, tal como hicieron, por ejemplo, Eddy Merckx y Bernard Hinault, los dos últimos ganadores del Tour que han triunfado entre adoquines perversos.
Reventó la París-Roubaix en uno de los espacios solemnes de la carrera, en el magnífico bosque de Arenberg, donde caben tres dedos entre los adoquines, donde crece la hierba y donde hay que volar sobre las piedras para rebotar lo mínimo posible. Respondió, como debía ser, Van der Poel y entre los dos formaron un quinteto que, poco a poco, se fue desintegrando por un pinchazo de Mads Pedersen y la falta de fuerzas de Stefan Bissegger y Jasper Philipsen. A 90 kilómetros de la llegada entre Pogacar y Van der Poel destrozaron la carrera.
A 71 de la llegada ya estaban solos. Era como asistir a un baile y permanecer sentados para observar a las parejas moviéndose al son de la música… hasta que apareció la condenada moto que lo puso todo boca abajo, la carrera a tomar viento, Van der Poel, mentalizado a ganarla por tercera vez sin importarle sufrir luego una avería en un Carrefour de l’Arbre descafeinado porque ya estaba todo decidido. Fue el mismo Van der Poel al que poco antes le arrojaron un bidón a la cara. Inaudito y lamentable.
No hubo persecución. Sólo un pequeño espejismo cuando Pogacar se puso a 12 segundos, sabedor que no había caído en el combate por culpa de la falta de fuerzas sino por un vehículo mal aparcado que dejó en entredicho la imagen de una carrera magnífica y del propio Tour, que es el que enciende la llama en el ‘Infierno del Norte’.
Las caídas
Las caídas, sin embargo, juegan siempre un papel determinado en carrera. Miguel Induráin sólo se fue al suelo una vez en las cinco victorias en París… y lo hizo sobre su hermano Pruden que le sirvió de colchón protector. Por un accidente se han perdido Tours y, sobre todo, París-Roubaix’s. “Vengo aquí a conocer la Roubaix. Sé que tiene riesgos. Hay caídas y se rompen bicis. Pero también suceden estos contratiempos en otras carreras”, adelantó Pogacar unos minutos antes de tomar la salida y estrenarse en la prueba.
Casi ni importó que Pedersen llegara tercero por delante de Wout van Aert, que fue cuarto como en Flandes. Gloria a Van der Poel y Pogacar, y que se lleven al desguace a la desdichada moto que envió a la París-Roubaix a hacer puñetas.