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El Barça culmina una rebelión de campeonato ante un Atlético que se desintegra

El equipo de Flick, que gana por fin a Simeone, levanta con cuatro goles un 2-0 a 20 minutos del final en el Metropolitano

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Lamine Yamal marca uno de los goles del triunfo del Barcelona en el Metropolitano.

Lamine Yamal marca uno de los goles del triunfo del Barcelona en el Metropolitano. / Afp

Francisco Cabezas

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Diego Simeone es un tipo demasiado especial, capaz casi siempre de sacar provecho de sus momentos más oscuros para arrastrar al agujero negro a quien ose gravitar a su alrededor. Pero ni siquiera él, superviviente de época, puede entender o controlar a este Barça.

Los azulgrana llegaron a temerse lo peor cuando se vieron con un 2-0 en contra a 20 minutos del final ante un Atlético que buscaba redención tras su polémica eliminación continental frente al Real Madrid. Pero es el equipo de Flick un grupo que nunca se rinde, que se resiste tanto a la frustración como a la derrota, por insoportable que pueda ser la película. En un abrir y cerrar de ojos, y después de que el técnico alemán retorciera en el crepúsculo su plan de partido, el Barcelona logró culminar una remontada de las que no se olvidan. Una rebelión que le supo a campeonato. Iñigo Martínez se echó al monte justo a tiempo en su peor noche, Lewandowski se corrigió con una maniobra excelsa para negar el paso del tiempo, Ferran Torres, siempre feliz en la urgencia, dejó al Metropolitano en silencio con dos martillazos, y Lamine Yamal encontró la gloria en la pierna de Reinildo. La agonía retozó con la grandeza.

De acuerdo. Frenkie de Jong arrastraba molestias y ni siquiera pisó el banquillo. Parecía que podía ser un buen día para que Flick recordara a Marc Casadó que hubo un tiempo, no hace tanto por mucho que el fútbol acelere y deconstruya las líneas temporales, que el ritmo asalvajado del equipo dependía de su energía. Que la identificación del grupo pasaba por su ansia juvenil y sus piernas de correcaminos. Y Casadó, que debió darle unas cuantas vueltas, ya no tanto a la ausencia de De Jong, sino a un error cometido precisamente en la que había sido la última derrota azulgrana –cuando el pasado mes de diciembre, sí, frente al Atlético en Montjuïc, se atrevió a despejar de tacón donde no debía– se reencontró con una nueva oportunidad.

Sin parcelas libres por las que circular, sin capacidad para acelerar habiendo logrado Simeone que el partido se jugara en larguísimos planos secuencias y con un balón medicinal, todo el juego entre líneas del Barça quedaba a merced de que Pedri pudiera ingeniar algo en el embudo. Lo logró antes de que se cerrara el primer acto, pero Lewandowski, al que le sobró tiempo para saber qué hacer, puso el pie tan bajo que el balón se fue directo hacia la parte superior del larguero. El Atlético abundó en el castigo marcando un minuto después, y dejando a Flick con la sensación de que aquello era una consecuencia a lo que ya venía barruntando.

El flanco diestro

En ese 1-0 coronado por Julián Álvarez con uno de esos toques arácnidos en que resulta difícil apreciar con qué parte del pie remata a gol, hubo que buscar razones en el flanco diestro del Barcelona. Los rojiblancos tuvieron claro desde el mismo amanecer que atacar la espalda de Koundé en las previsibles desconexiones defensivas de Lamine otorgaría réditos. Koundé, que se había ganado ya una amonestación por una entrada a destiempo a Reinildo, se fue junto a Lamine en busca de un saque largo de Oblak. Reinildo les ganó la partida, y ahí ya Griezmann, al que no le hace falta correr para seguir creando, ideó el contragolpe perfecto. Iñigo Martínez no tiró bien la línea del fuera de juego, Giuliano Simeone ejerció de trilero con un pase atrás, y Julián Álvarez completó la faena.

Marchaba así el Barcelona al vestuario cabizbajo, consciente de que su monólogo territorial de poco había servido, y de que no había encontrado la manera de facilitar la vida a sus futbolistas referenciales. El 2-0 embocado por Sorloth ante otro despiste de Iñigo Martínez y después de que Pedri reclamara sin éxito una clara mano de De Paul que el árbitro entendió como demasiado previa bien pudo haber sentenciado a los de Flick.

Ferran Torres celebra uno de sus dos goles frente al Atlético.

Ferran Torres celebra uno de sus dos goles frente al Atlético. / Reuters

Pero el Barça demostró que no hay equipo ahora en Europa que iguale su determinación, su fe por el triunfo, su capacidad para levantarse cuantas veces haga falta.

El fin de fiesta protagonizado por Ferran Torres, el gran líder de una segunda unidad cada vez más acostumbrada a las gestas cuando las noches se desmayan, Lewandowski, muy lejos del cementerio de elefantes, y Lamine Yamal, cuyo talento nadie es capaz de frenar -tampoco los cepos de Simeone-, habla de un equipo sin igual. Y con hechuras de campeón.