LA PIZARRA
Las cuatro claves del Barça-Benfica: Lamine Yamal y sus regates (y goles) mágicos
La crónica: La sonrisa metálica: El Barça de Lamine vuela en la Champions (3-1)
La contracrónica: El Mago Pop observa al Mago Pedri

Lamine Yamal y Raphinha festejan el 1-0 del Barça al Benfica en Montjuïc. / Jordi Cotrina


Marcos López
Marcos LópezPeriodista
En una noche de duelo, el Barça tuvo estabilidad emocional, claridad y, sobre todo, luz para firmar un partido impecable a través del mando de Iñigo Martínez, el gobierno de Pedri, los regates (y goles) de Lamine Yamal, además de la puntería infinita de Raphinha para llegar a los cuartos de final de la Champions.

Lamine recorta a Florentino en una acción de época. / Jordi Cotrina
Cuando tiene el balón posee una capacidad mágica y hasta irreal. Mágica porque sabe congelar el tiempo. De repente no pasa nada. Está todo atrapado en la pantalla. Y luego, al instante, se desarrolla una hermosa película, llena de belleza y, a la vez, contundencia. Tiene Lamine Yamal, que jugó en pleno Ramadán, detenido el partido al cuarto de hora para hidratarse, regates de todo tipo. Secos, venenosos y dañiños como el que sentó a Florentino en el 1-0. Delicados, aterciopelados y precisos como en el 2-1 cuando esquivó la silueta de Tomás Araujo tal si fuera un cono.
En media hora, dos regates dignos de estar en el Museo. Y un gol inolvidable, al que embelleció la estética estirada de Trubin. El balón se perdía por la banda cuando Lamine Yamal lo recuperó después de una falta larga, y mal lanzada por Raphinha, que se convirtió, ¡quién se lo iba a decir! En asistencia, para que el joven dibujara un tanto que era, en realidad, una obra de arte. Un gol que nadie se cansa de ver. Una y otra más. Una y otra, una y otra…

Balde galopa de área a área en la jugada del 3-1 en la que asistió a Raphinha en Montjuïc. / Jordi Cotrina
Ya había asomado en un par de ocasiones por la banda izquierda, su banda. El Barça de Flick juega con un extremo puro que es, al mismo tiempo, un demonio. Se llama Lamine Yamal. Pero el otro costado le pertenece a Alejandro Balde, quien convierte en asimétrico a este equipo que ataca por todos lados. Asomó por la banda el lateral, pero donde generó un terremoto cuya escala Richter por el centro.
Robó una pelota en el balcón del área de Szczesny y galopó más de 70 metros. Iba de punta a punta. Y corriendo por el centro tal si el tartan de Montjuïc, el tartan olímpico se hubiera desplazado al centro del césped. Galopó sin fin con la clarividencia necesaria para en el último suspiro detectar la llegada de Raphinha. Corrió tan rápido que necesitó incluso la ‘foto finish’. O sea el VAR. Y la tecnología determinó la dimensión de la obra construida por Balde. ¿Lateral? ¿Defensa? ¿O, tal vez, un velocista disfrazado de futbolista?.

Raphinha festeja su segundo gol al Benfica, el 3-1 del Barça en Montjuïc. / Jordi Cotrina
Balde es el dueño de la banda izquierda y eso permite que Raphinha, el “infravalorado” Raphinha, según Vicente Moreno, entrenador de Osasuna, se mueva con libertad por todo el frente de ataque. Él no está. Él llega. Llega con astucia en el 1-0 aprovechando un centro o era, tal vez, un defectuoso remate de Lamine Yamal. Llega con fuerza siguiendo la carrera de Balde, algo que no está al alcance de cualquiera. Y en los primeros 45 minutos dejó su sello marcando dos goles al Benfica, tres en esta eliminatoria.
Pero los números del brasileño son escandalosos. Suma ya 11 tantos en 10 encuentros de la Champions. Y es así el Pichichi. Ha regalado, además, cinco asistencias. Y es, por lo tanto, el mejor también en este apartado en el torneo europeo. El impacto de Raphinha en el Barça de Flick es descomunal como demuestran sus 27 goles amenazando el reinado de Lewandowski.

Flick felicita a Iñigo Martínez tras sustituirlo en la segunda parte del Barça-Benfica de Montjuïc. / Jordi Cotrina
Cambia su pareja (en Lisboa fue Pau Cubarsí; en Barcelona le tocó a Araujo), pero él no deja de mandar. Manda llevar la línea a 50 metros de Szczesny con toda la tranquilidad del mundo sin importarle defender todo un latifundio. Es Iñigo Martínez, el jefe de la defensa. El jerarca del equipo, capaz de imponer su autoridad táctica y, además, emocional. Es uno de los líderes del grupo, que juega cada acción como si fuera la última de su vida. Y casi siempre gana.
Ante el Benfica volvió a ofrecer una lección de sabiduria y oficio, enfadado como quedó, eso sí, por el tanto del empate luso. Era el primer córner en contra. Y acabó siendo el único tanto del equipo de Lage por un despiste ya que Araujo, encargado de seguir a Otamendi, desatendió sus responsabilidades. A partir de ahí, máxima concentración del excentral del Athletic y Real Sociedad. Una exhibición porque no necesitó ni cometer ni una sola falta. A su lado, todos son mejores.
Y Montjuïc lo despidió con una ovación, además de corear su nombre.
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