Opinión | Golpe Franco

Juan Cruz Ruiz

Juan Cruz Ruiz

Periodista y escritor

El valor de un gol, por Juan Cruz

Pedri, tras recoger el trofeo al mejor jugador del partido en Lisboa.

Pedri, tras recoger el trofeo al mejor jugador del partido en Lisboa. / Afp

Vi el partido anoche en Salamanca, en un bar que tiene el nombre de Pirri. A mi alrededor había quienes no querían que ganara el Barça, pero había uno que suspiraba por que ganara el equipo de mi vida. Ni a éste ni a ninguno de los que esperaban que el conjunto azulgrana hiciera esto o lo otro, es decir, que ganara o perdiera el Barcelona, tenía por qué imaginar que este espectador temblaba a favor del equipo azulgrana desde que era un adolescente. Fue porque, a los 13 años, vi la primera derrota del Barça a los pies del Benfica. 

Fue en Berna, y era casi mediodía en Tenerife, cuando los dos equipos, el de Ramallets y el de Eusebio, confrontaban las distintas calidades de entonces. El entusiasmo final fue del Benfica, y yo viví esos tres días que siguieron a la triste transmisión de la derrota como si el presente y el futuro se hubieran roto a la vez. 

Desde entonces he vivido derrotas y empates, y también hemos celebrado aires y alegrías, pero jamás tuve un día como hoy, cuando no sólo quise que ganara el Barcelona, sino que quise que ganara el equipo que estaba en el campo representado por un tinerfeño, Pedri, capaz de escribir él solo una rectificación de la historia.

Pedri no marcó ningún gol, pero estuvo en el alma de todos los jugadores. Él explicó el fútbol como si estuviera ensayando un modo nuevo de explicar este deporte: la elegancia, la calidad, la esperanza.

El equipo, diezmado como en una guerra pequeña, recogió de esas enseñanzas una muy importante, casi religiosa, fundamental: la posibilidad del Barça no era una utopía, era una posibilidad y de ella podía hacerse cargo el goleador habitual, el más seguro. Cuando Rafinha marcó el gol yo sentí que el Barça volvía a Berna y que era posible la rectificación de la alegría.

El niño que antes vivió durante días la tristeza recuperó para la instancia actual, tan dificultosa, el valor del gol que ahora fue de Rafinha y que entonces fue del equipo contrario y, hasta anoche, para siempre. Pedri lo dejó dicho: era posible. «Se acabó», dijo Flaqui, y yo me fui de la retransmisión para decir lo que entonces parecía un llanto: Visca el Barça.