EL ANÁLISIS

El moribundo City no resiste ni cinco minutos

‘Bailaré sobre tu tumba’ cantaba Siniestro Total: es lo que hizo el Madrid sobre el City de Guardiola, que venía agonizando desde Manchester y falleció nada más empezar.

Pep Guardiola, apesadumbrado, con Carlo Ancelotti de fondo.

Pep Guardiola, apesadumbrado, con Carlo Ancelotti de fondo. / Kiko Huesca / EFE

Joan Domènech

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Barcelona
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En los cinco últimos minutos de Manchester puso el Madrid la tapa del ataúd sobre el inerme City y en los cinco primeros del Bernabéu procedió a martillear los clavos para cerrarlo. La remontada de la ida había debilitado tanto al cuadro inglés, anémico ya compareció a la primera cita, que un simple golpe de aire le tumbó. El 1% que se autoconcedía Pep Guardiola, que con los días elevó sin precisar hasta cuánto, bajó en picado en cuanto amaneció este miércoles de funeral.

Necesitaba goles el City, dos más que el Madrid, y el responsable de esa parcela estaba desaparecido. Guardiola explicó que Erling Haaland le había dicho que no se sentía bien para jugar. Algo de lo que podía sospecharse desde que el gigante noruego hincaba la rodilla en el suelo el pasado sábado en el partido frente al Newcastle. Clavado se quedó. Pero Haaland viajó, y su presencia produjo el efecto amenazante que supone su figura y que se disipó al conocerse la alineación.

Erling Haaland, en el banquillo del bernabéu.

Erling Haaland, en el banquillo del bernabéu. / Kiko Huesca / EFE

El banquillo del pasado

Haaland se sentó en un banquillo que guardaba las reminiscencias del mejor City, con De Bruyne, Grealish, Aké y Doku. En el campo había tres recién llegados en invierno, como Khusanov, que tuvo que viajar primero a Grecia antes de aterrizar de madrugada en Madrid para arreglar su pasaporte uzbeco, Nico González suplantando al añorado Rodri y Omar Marmoush en el lugar que debería haber ocupado Haaland.

Había también desconocidos como Bernardo Silva, Foden y Gündogan, sombras de lo que fueron, y colosos de cristal que no resisten dos partidos seguidos. Rúben Dias y John Stones no jugaron en la Premier para conservar todas sus fuerzas en Madrid, y Dias se comió un lejano pase de Asencio a Mbappé, que le desequilibró con una caricia, y Stones fue sustituido cuatro minutos después del gol tras una carga de Vinicius cuando daba un pase.

John Stones yace en el suelo tras lesionarse en los compases iniciales y por lo que fue sustituido.

John Stones yace en el suelo tras lesionarse en los compases iniciales y por lo que fue sustituido. / Bernat Armangue / AP

De granate vistió el City esta vez para que no se le relacionara con aquel equipo que aterraba a los madridistas, que jugaba como los ángeles dirigido por el entrenador que más disgustos les ha dado en este siglo. Con el Barça y con el antiguo City. Disfrutó como nunca el Bernabéu, liberado, que bote, que bote, que bote el Bernabéu, bailando sobre la tumba del City de Guardiola como cantaba Siniestro Total. Qué mejor resumen para ilustrar el funeral del insigne difunto en el ruidoso templo. Insonorizado para los vecinos.

Kylian Mbappe choca con Ederson.

Kylian Mbappe choca con Ederson. / OSCAR DEL POZO / AFP

Una defensa de juveniles

Los complejos blancos saltaron por los aires cuando Mbappé colocó el 1-0 a los 3.35 minutos, el jolgorio se desplegaba cuando el francés se apuntaba el doblete a la media hora y el Bernabéu enardecía al enseñar con los dedos el triplete a la hora, viviendo su noche de gloria ante una defensa de juveniles que parecían comprado camisetas falsificadas. Tenían incluso, el escudo de campeón del mundo de club. El vigente campeón, sin embargo, es el Madrid.  

 La sentencia al moribundo se leía en el marcador pero se veía en el juego. Mbappé representaba a un Madrid lozano y fresco desbordando al decaído y decadente City personificado en Dias, Gündogan y Bernardo, que llegaba tarde al cruce, que no chutó a portería (una vez en el primer tiempo y desviado, otra en la segunda hacia la grada), que no presionaba delante ni detrás, que no controlaba el juego a partir de la posesión frente a un Madrid que salió a verlas venir. Porque no estaba obligado a arriesgar ni era la voluntad de Carlo Ancelotti cuando se enfrenta a Guardiola, por décima vez anoche. Que ni siquiera daba pases. El colmo