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De izquierda a derecha,  Bea Ortiz y Paula Leitón

De izquierda a derecha, Bea Ortiz y Paula Leitón / Arnau Segura

Arnau Segura

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De una mochila saca un calcetín y del calcetín saca una medalla, como si fuera una maga. "Para que no se raye", explica Paula Leitón (Terrassa, 2000). Luce un pequeño arañazo de una caída, pero brilla de una manera hipnótica: es la medalla de oro que logró la selección española femenina de waterpolo en los Juegos Olímpicos de París. España había sido plata en Londres (2012), en su bautizo olímpico, y en Tokio (2021) y al fin conquistó la gloria el 10 de agosto de 2024. Once de las trece jugadoras eran catalanas. Es el penúltimo éxito de un currículum extraordinario: 14 medallas en Juegos Olímpicos, Mundiales y Europeos desde 2012.

 Leitón recuerda la piel de gallina al entrar en la piscina el día de la final ante la mirada de 18.000 almas: sensaciones que no tiene palabras para explicar. Buscar a los suyos entre tantas caras. "Era como en 'buscando a Wally'. Nunca habíamos estado en una piscina con tanta gente. Nos mirábamos y nos decíamos: 'Uf, flipa'", asegura Bea Ortiz (Rubí, 1995). Martina Terré (Barcelona, 2002), portera, aprovechaba cuando el equipo atacaba para buscar a sus familiares y amigos en la grada. Firmó una actuación soberbia. Ella, que de niña se hizo portera porque el waterpolo es un deporte de mucho contacto y a ella no le gustaba que le pegaran. "Llegué así a la portería y ya me quedé por vaga. Apoyaba los pies en el bordillo de la piscina y así me pasaba todo el entrenamiento", afirma. En París se estrenó en unos Juegos.

Martina Terré con su oro olímpico

Martina Terré con su oro olímpico / cedida

Saboreó el éxito desde la soledad de la portería, cuando supo que Australia ya no tenía tiempo de empatar. "Me dije: 'Vale, somos campeonas olímpicas'. Sentí que bajaba la intensidad de mi cuerpo. Que se iba toda la tensión, que se relajaba. 'Uf, ya está'", asiente la jugadora del Club Natació Sant Andreu. Recuerda vivir "un estado de felicidad muy alto", sentirse en una burbuja. Notar como el oro abrazaba su cuello. El peso de la medalla.

Lágrimas en el agua

 También fueron claves Leitón y Ortiz, compañeras en el Club Natació Sabadell. Ortiz consiguió cuatro goles: "El último minuto y medio se me hizo eterno. Miré el marcador a falta de 1:24 y creo que vi pasar cada segundo: 23, 22... En ese último minuto lloré. Dentro del agua, en medio del partido. En ese momento entras como en shock". Fue un año muy difícil, muy largo, sin vacaciones, sin descanso, sin casi nada, pero todo el trabajo, todo el camino, todo lo que hemos hecho desde muchos años atrás se vio reflejado. Conseguimos el que ha sido siempre nuestro sueño: un oro olímpico. Si miras atrás compensa todo este trabajo y todos los malos momentos. Fue espectacular", reivindica Ortiz. Ha sido designada mejor jugadora del mundo en 2024. Sonríe.

 El oro se celebró hasta altas horas Terré se metió en la cama a las 3, para levantarse a las 8: "Con una compañera hablábamos que teníamos que aprovechar el día para ver París". Se retrataron con la medalla en Montmartre. En el Arco de Triunfo. En la Torre Eiffel. "Algunas personas nos pararon para pedirnos una foto. Primero se hacían una foto con nosotras y luego ellos solos con la medalla", cuenta. "Obviamente no sabían quiénes éramos ni nada", dice."Obviamente" El oro también tiene su cara negativa: "Ahora voy con una responsabilidad encima porque todo el mundo sabe cuál es mi nivel. La gente te exige que cada día demuestres que eres campeona olímpica. Y hay días que no quiero. No que no quiero, sino que el cuerpo no me da para hacerlo".

Las jugadoras de la selección española de waterpolo celebran el oro olímpico en París.

Las jugadoras de la selección española de waterpolo celebran el oro olímpico en París. / Europa Press

 Ortiz volvió de París, cogió el coche y condujo hasta Puentedura, un pueblo de Burgos de poco más de cien habitantes. El pueblo de la familia paterna. "Siempre que puedo me escapo ahí. Para desconectar del waterpolo, para salir del mundo que tengo aquí". Ahí comprendió que el oro trascendía la esfera personal o del equipo: "Cuando llegué al pueblo todo el mundo me venía a felicitar como si hubiéramos hecho historia. Claro, porque habíamos hecho historia. Pero tú no eres consciente de ello. Con los días te vas dando cuenta de que no solo es importante para ti", asegura.

 Habla feliz: "Es bonito ver que los niños y las niñas se alegran al verte, que te miran raro y se dicen: 'Es tal'". Celebra Leitón: "Siento que hemos abierto una puerta súper importante de cara al futuro. Para que más niños y niñas quieran hacer waterpolo y nuestro deporte crezca. Para que nos puedan tener como referentes y quieran conseguir lo que nosotras hemos conseguido". "Me ha pasado ir por la calle y que un padre me pregunte si me puedo hacer una foto con su hija. Ya no es en una piscina. Es fuera: sin gorro, sin bañador", dice

Ni patrocinios ni medios

Este es el aspecto que más ha cambiado estos meses. Porque en el ámbito de los patrocinios el cambio ha sido residual: a nivel de equipo y a nivel individual. Incluso en el caso de Ortiz, la mejor jugadora del mundo. Y en el plano mediático más de lo mismo. "Seguimos siendo una mierda, con perdón", escupe Ortiz con una crudeza que asombra.

 La abuela de Terré le guarda los periódicos cuando aparece. El fajo de los Juegos Olímpicos es enorme, pero los siguientes demasiado delgados: "Nosotras no estamos cuatro años paradas sin hacer nada". Admite que le da "mucha rabia" tener tan poca repercusión: "Nos sacrificamos mucho para que solo se vean los futbolistas o las cuatro futbolistas buenas, ahora que empieza a crecer el fútbol femenino".

 Ortiz habla con la resignación de quien ya ha "normalizado" estas dinámicas: que todo el mundo se cuelgue la medalla y luego llegue el olvido. "Los Juegos pasan y quedan atrás y con los Juegos Olímpicos quedamos atrás nosotras también", dice. Como cuando dan las 12 en la Cenicienta.

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