BARRACA Y TANGANA

Encima tuve que dar las gracias, por Enrique Ballester

Al final son cosas que pasan, cosas del fútbol, daños inevitables

Szczesny choca con Balde en la acción previa al 2-1 del Benfica al Barça en el estadio Da Luz de Lisboa.

Szczesny choca con Balde en la acción previa al 2-1 del Benfica al Barça en el estadio Da Luz de Lisboa. / Ap / Armando Franca

Enrique Ballester

Enrique Ballester

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Algunos sabréis que tiendo a vincular mis peripecias vitales a las andanzas de mi equipo. No tengo pruebas, pero tampoco dudas, de que la gripe que me ha atacado esta semana, y que me tiene aquí y ahora escribiendo en batín y en la cama -ni tan mal-, se originó el domingo, justo cuando recibimos el gol de la derrota en la última jugada.

El 1-2 fatal y definitivo destiló un aire premonitorio que se confirmó con la posterior destitución del entrenador, a la mañana siguiente. El lunes no fue el mejor día del año, porque a mí el entrenador me gustaba, pero no pasa nada. Es algo que podemos tener presente los aficionados de equipos como el mío: por mucho que pueda afectarnos algo que ocurra, siempre hemos vivido con anterioridad algo mucho peor.

Disponemos de ese consuelo reparador. En 2013, por ejemplo, echaron a un entrenador un sábado por la mañana. Yo acababa de volver a casa en un estado etílico a buen seguro lamentable, había puesto el teléfono a cargar en la mesilla y una décima de segundo después de apoyar la cabeza en la almohada sonó el aviso del mensaje. Estuve a punto de girarme, dormir y no hacer caso, porque en teoría no trabajaba hasta la tarde y no esperaba proposiciones de nadie, pero me invadió un súbito sentimiento de responsabilidad.

Los jugadores del Castellón celebran un gol.

Los jugadores del Castellón celebran un gol. / EFE

El clásico ‘por si acaso’ me empujó a reunir fuerzas, abrir los ojos y leer el mensaje, y entonces me enteré del percal. El mensaje me avisaba de lo que en breve iba a pasar, así que encima tuve que dar las gracias. Evidentemente, salí de la cama, pasé por la ducha y luego por el estadio y pensé de qué otra manera me podía joder la vida el Club Deportivo Castellón.

Un sábado por la mañana. ¿Quién destituye a un entrenador en la previa de un partido, un sábado por la mañana? Un psicópata. Si sobreviví a aquello, y encima en Tercera División, esto de ahora no es nada.

Cosas del fútbol

Conviene haber vivido trances similares, y no olvidarlos, para asimilar la ilógica militancia futbolera con naturalidad y sin traumas. Al final son cosas que pasan, cosas del fútbol, daños inevitables. Al final vendrá otro entrenador, y vendrá otro partido y vendrá otra temporada antes de la siguiente. Pasará todo y pasará nada. Unos harán ruido y otros estarán callados. Aguantaremos todo porque también vendrá un momento genial que compense lo malo. Y sabemos que así ocurrirá, tarde o temprano, porque son cosas que pasan, cosas del fútbol, alegrías inevitables.

Supongo que Szczesny, cuando empezó a liarla en Lisboa en la portería del Barça, se refugió mentalmente en el sótano de los ridículos pasados. Me gusta imaginar que recurrió a ellos para rebajar densidad al pánico, y pensar que si sobrevivió entonces, tres o cuatro cantadas no eran nada. Creo además que Szczesny, que saltó a la titularidad porque Iñaki Peña llegó tarde un día y ahora no deja de llegar tarde cada vez que sale del área en una brillante paradoja, puede sentirse incluso afortunado. Lo raro es que el fútbol te equilibre tan rápido la balanza, y convierta en noche épica lo que parecía un drama.

Encima, al final, le tendrán que dar las gracias.