Carrascazos

El triángulo de Getafe, por Lluís Carrasco

Balde trata de avanzar ante la entrada de Aleñá, en el Coliseum de Getafe.

Balde trata de avanzar ante la entrada de Aleñá, en el Coliseum de Getafe. / AFP7

Lluís Carrasco

Lluís Carrasco

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En un triángulo natural que forma con Fuenlabrada y Leganés, encontramos Getafe, y en él, un estadio llamado el Coliseum, que no deja de tener su coña el nombre elegido. Debo admitir que el destino jamás me ha llevado ahí, cosa que celebro, porque de haberlo hecho no sé si ahora mismo podría estar aquí escribiendo este artículo para ustedes, y es que en ese lugar suceden fenómenos extraños. ¡Vaya que si lo son!

Ya saben lo que se dice del "triángulo de la Bermudas" y no me voy a extender en él, pero si en esas aguas atlánticas desaparecen navíos mercantes, grandes cruceros y hasta vuelos transoceánicos, en el Triángulo de Getafe, las desapariciones empiezan a ser del todo espeluznantes, y solo volver de ahí, ya puede considerarse un triunfo teniendo en cuenta los aires paranormales que se respiran.

El sábado vimos y vivimos cosas inquietantes, y no me refiero al aspecto de su entrenador ni a la posesión que parecen padecer sus asistentes, más pendientes de la bancada culé que de lo que sucedía, igualmente insólito, en el terreno de juego.

Trance satánico

¿Desapariciones como en las Bermudas? Todas y más. En Getafe desaparece el fútbol durante el fútbol, para practicarse una extraña ceremonia difícil de catalogar. Desparece el respeto por el rival y por el reglamento, y los árbitros, embrujados, pitan enloquecidos la mentira y quedan ciegos ante la verdad.

Los jugadores azulones padecen trastornos en el comportamiento, como el de un joven llamado Isma, que el esperado día de su debut en Primera División, qué pena, no será recordado por su entrega, valor o talento, sino por haberse puesto a vociferar, en un trance satánico, en la cara de un compañero (Balde), porque éste había fallado, simplemente, un centro al área, o más preocupante, chicos hasta hace poco modélicos como Aleñá, que los ves caer una y otra vez enloquecidos y transformados por el verde, con las manos en la cara, ante unas cámaras que muestran y demuestran su desvergüenza o falsedad.

Lo dicho: Si hemos conseguido volver de Getafe... Alabado sea el Señor.