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Mireia Benito

El ciclismo femenino, de la lucha al cambio social, por Mireia Benito

MULTIMEDIA | Ciclistas profesionales: mismo calendario, idéntico material, menor salario

Ciclistas en el Turó de Can Mallol de Barcelona.

Ciclistas en el Turó de Can Mallol de Barcelona. / Victòria Rovira

La presencia de la mujer en el ciclismo está experimentando un crecimiento significativo en toda Europa, y no es por casualidad. Tras décadas de estar presas de los estándares sociales que nos obligaban a centrarnos en las tareas del hogar y el cuidado familiar, ha llegado el momento de dejar atrás esas expectativas y apostar por una sociedad que valore la felicidad y la realización personal de cada individuo, por encima de la conformidad con lo que otros esperan de nosotras. Este cambio, aunque lento y plagado de obstáculos, es una muestra del poder transformador del deporte, que está derribando barreras históricas y mostrando que las mujeres también tienen un espacio legítimo en disciplinas como el ciclismo profesional.

Si retrocedemos diez años, podemos ver claramente cómo han cambiado las cosas en el ciclismo femenino, especialmente en el ámbito del ciclismo de carretera. En este periodo, hemos sido testigos de transformaciones que no sólo afectan a las corredoras, sino que también reflejan un cambio profundo en la estructura misma del deporte. Desde la mejora en el material hasta el incremento en los salarios y la profesionalización de las competiciones, el ciclismo femenino está en un momento de auge sin precedentes. El material ha mejorado significativamente, con bicicletas más ligeras, aerodinámicas y accesibles; los salarios han comenzado a ser más competitivos, permitiendo que las ciclistas profesionales puedan vivir de su deporte; las normativas han sido adaptadas para fomentar la inclusión y la equidad; y, por supuesto, las oportunidades para las mujeres se han multiplicado. A nivel competitivo, las carreras han crecido tanto en número como en calidad, y muchas competiciones que antes eran exclusivas para hombres ahora tienen su versión femenina, como el Tour, la Vuelta o el Giro. Este cambio no es un accidente, es el resultado de una lucha incansable de generaciones de ciclistas que han trabajado para transformar el ciclismo femenino en lo que es hoy: un deporte profesional con un futuro mucho más esperanzador.

Las dificultades para conseguir un contrato profesional

Aunque la evolución es evidente y va en la dirección deseada, conseguir un contrato profesional en el ciclismo femenino a veces puede resultar ser un reto titánico, y en algunos casos, puede parecer más una cuestión de suerte que de talento. Sobre todo para aquellas personas que no vienen de una familia ciclista o de un entorno con recursos económicos y contactos en el mundo del deporte, se levan barreras inexistentes para otras personas. A menudo, las oportunidades de ascender en el ciclismo se limitan a aquellas personas que ya están integradas en estructuras profesionales o, a las que cuentan con un apellido conocido en el ámbito deportivo. 

Hasta hace pocos años, equipos profesionales no solían tener una categoría femenina o, si la tenían, los recursos eran mínimos y las condiciones precarias. Conseguir un contrato no solo era difícil, sino que requería ser parte de un círculo muy cerrado. Para muchas ciclistas, el sueño de correr en las grandes competiciones parecía inalcanzable, ya que el acceso a material de calidad, apoyo logístico o entrenadores de nivel era un lujo que no todos podían permitirse.

La determinación personal

El camino hacia el profesionalismo para las mujeres era arduo y, a menudo, se basaba en la pura determinación personal, sin garantías de éxito. Muchas ciclistas tuvieron que recorrer distancias enormes, tanto físicas como emocionales, para llegar a competir al más alto nivel, y en muchos casos, esto implicaba sacrificar estabilidad económica, tiempo con la familia o incluso una vida social fuera del ciclismo. No era raro que las ciclistas, a pesar de su talento, se vieran obligadas a seguir entrenando y compitiendo sin el apoyo necesario, mientras que sus compañeros varones, en condiciones similares, ya disfrutaban de contratos profesionales que les garantizaban estabilidad y recursos para desarrollarse plenamente. Esta disparidad era una de las principales barreras para la igualdad en el deporte, una realidad que solo comenzó a cambiar en la última década, cuando finalmente el ciclismo femenino empezó a ganar visibilidad y las estructuras profesionales comenzaron a abrirse un poco más a las mujeres, reconociendo su potencial y su capacidad para competir al más alto nivel.

De la bicicleta vieja a los contratos profesionales

Mi historia personal en el ciclismo comenzó en circunstancias muy humildes, como la de muchos que empiezan en el deporte sin recursos ni expectativas. Mi primer encuentro con la bicicleta fue después de una lesión de rodilla que me obligó a dejar el baloncesto, y me encontré con lo que en aquel entonces consideraba la práctica deportiva más aburrida: el ciclismo de carretera. Recuerdo perfectamente lo incómoda que me sentía sobre la bicicleta durante los primeros meses de entrenamiento. Mi primera bicicleta era una BH amarilla de 14 kilos, tres tallas grandes como mínimo, y la equipación que tenía era un conjunto antiguo que había heredado de mi madre. No parecía la mejor forma de comenzar en un deporte tan exigente, pero, de alguna manera, esa bicicleta y esa equipación me dieron la libertad que tanto necesitaba ese momento.

Lo que comenzó como un reto personal por mantenerme activa tras la lesión de rodilla pronto se convirtió en una pasión. Cada día, superaba pequeños logros y barreras: los 10 kilómetros, luego los 20, y finalmente, mi primer gran hito: superar los 20 km/h de media en un recorrido de 15 kilómetros. Aquella sensación de libertad, de sentirme capaz, fue un primer paso hacia algo mucho mayor. Lo que al principio parecía aburrido y monótono, se transformó en una adicción.

Equipo de competición

Con el tiempo, mi curiosidad por el ciclismo creció, y pronto me vi en un equipo de competición. Recibir mi primera equipación fue una de las experiencias más emocionantes de mi vida, y me hizo comprender lo afortunada que era de poder vestir esos colores. Con el paso del tiempo, pude cambiar mi primera bicicleta por una Specialized de carbono de segunda mano, y fue entonces cuando viví otro gran hito: superar los 100 kilómetros en un solo día. Esa bicicleta, que había visto como una simple herramienta para entrenar, se convirtió en el símbolo de un nuevo comienzo, un paso hacia la profesionalización.

Iban pasando los años y con ellos mi cuerpo se iba adaptando al nuevo deporte, a la manera de competir y a las horas de entrenamiento. Los sacrificios cada vez parecían ser menos ya que lo que antes era una obligación se convirtió en una prioridad

El primer contrato profesional fue el fruto de años de esfuerzo, tanto en lo físico como en lo mental y también fue fruto de disponer de la ayuda de grandes profesionales que me ayudaron a sacar lo mejor de mí en los distintos momentos por los que iba pasando.Sin prisa, pero sin pausa. Los entrenamientos exigentes, las horas de sufrimiento, las lesiones, la gestión de la alimentación, la recuperación… todo esto se convirtió en parte de mi vida diaria. Afortunadamente, contaba con el apoyo de mis padres y de un entorno que me permitió avanzar, aunque llegar a profesional parecía únicamente un sueño inalcanzable.

El camino hacia la profesionalización

Hoy en día vemos que cada vez se pasa a profesional en edades más tempranas. Jóvenes que ni si quiera llegan a la mayoría de edad ya tienen sobre la mesa contratos de al menos cuatro años por cantidades de dinero que en pocos casos valoran. Con estos contratos, a veces llegan también unas exigencias desorbitadas y una falta de valor por todo el apoyo, material y ayudas que se proporcionan. 

Este tipo de actitudes me han hecho reflexionar sobre lo que realmente importa en el deporte: el respeto y la humildad. No todo el mundo tiene el privilegio de estar en una estructura profesional, y valorar ese esfuerzo colectivo es esencial. Valorar el privilegio de poder ser profesional, implicará también saber valorar otros aspectos deportivos esenciales para la práctica del ciclismo. Hemos visto multitud de ejemplos en los que queda claro que un líder no sería nada sin su equipo y que un gregario se convierte en el mejor apoyo cuando su líder lo cuida y respeta. A su vez, un equipo de corredores no sería nada sin sus directores, sus auxiliares, sus médicos y sus entrenadores. 

La importancia del cambio social

Una de las mayores evoluciones en el ciclismo femenino es la forma en que ha logrado visibilidad, y no solo en el ámbito deportivo. A través de las generaciones, las mujeres han luchado por un lugar en este deporte, y han logrado ganar respeto, no sólo como deportistas, sino como símbolos de independencia y fortaleza. Muchas de nuestras pioneras han sufrido grandes sacrificios para abrir las puertas que hoy vemos abiertas, y no podemos olvidar lo que les debemos.

Durante mi carrera deportiva he tenido la oportunidad de compartir opiniones con algunas de las ciclistas que han formado parte de todo este proceso de cambio y así he podido tener un punto de vista cercano de cómo funcionaba el ciclismo femenino hace pocos años. Entre muchas de ellas me gustaría destacar la experiencia y punto de vista de excorredoras como Gema Pascual, Dori Ruano y Marta Vilajosana.

Una figura influyente

Gema Pascual es una de las figuras más influyentes en la historia del ciclismo femenino en España, no sólo por su exitosa carrera como corredora, sino también por su incansable labor en el impulso del ciclismo de féminas como seleccionadora nacional. Este año he tenido el placer de poder compartir una de las experiencias más espectaculares como deportista con ella, ir a unos Juegos Olímpicos donde pude aprender mucho de sus experiencias. Durante su etapa como ciclista, Gema destacó por su constancia, talento y capacidad de lucha, convirtiéndose en una de las primeras españolas en competir en el más alto nivel internacional. Su experiencia en equipos profesionales y en competiciones de renombre, como el Giro o el Tour, la convirtieron en una referencia para muchas ciclistas jóvenes que soñaban con seguir sus pasos.

Sin embargo, fue en su transición a la dirección y gestión del ciclismo femenino donde realmente dejó su huella. Como seleccionadora nacional de ciclismo femenino, Gema ha sido fundamental para el crecimiento y la profesionalización de la disciplina en España. Su visión estratégica y su compromiso con el desarrollo de nuevas generaciones de ciclistas han permitido que el ciclismo femenino español gane mayor visibilidad y protagonismo en competiciones internacionales. Gracias a su trabajo, las ciclistas jóvenes tienen ahora un referente cercano que comprende las dificultades que enfrentan y que trabaja incansablemente para abrirles puertas. La selección española bajo su dirección ha conseguido varios éxitos, pero, sobre todo, ha logrado visibilizar el talento de las mujeres en un deporte históricamente dominado por hombres. Gema Pascual ha sido y sigue siendo un pilar fundamental para la consolidación del ciclismo femenino en España, y su influencia sigue marcando el camino para futuras generaciones de ciclistas.

Una figura fundamental

Ruano, que se destacó en la década de los 90, ha sido una figura fundamental en la lucha por la profesionalización del ciclismo femenino en España. Hoy, continúa luchando por mejorar las condiciones de las ciclistas y asegurar que las futuras generaciones tengan las mismas oportunidades que sus compañeros masculinos. Fue una de las grandes figuras del ciclismo español, logrando victorias en competiciones internacionales y siendo parte fundamental de la selección española durante años. En recientes entrevistas, Ruano ha expresado su frustración por cómo el ciclismo femenino ha sido históricamente ignorado, pero también ha reconocido los avances que se han logrado en los últimos tiempos. Su trabajo como directora deportiva y en la promoción del ciclismo femenino sigue siendo crucial para el futuro del deporte.

Finalmente, Marta Vilajosana me contó que en los primeros años de su carrera, las condiciones eran precarias. Pasaban horas y horas viajando en coche para llegar a las competiciones, donde a veces dormían en hoteles compartidos con desconocidos o incluso en algunas ocasiones encontraban ratas en las habitaciones. Aunque hoy las condiciones han mejorado muchísimo, gracias a la mayor cobertura mediática y el creciente interés por el ciclismo femenino, esto no significa que debamos olvidar el sacrificio de quienes nos precedieron.

Un futuro prometedor para el ciclismo femenino

A lo largo de los últimos años, hemos sido testigos de cómo el ciclismo femenino ha ganado protagonismo. Grandes carreras como la Vuelta, la Volta, el Tour y el Giro han incluido ediciones femeninas que han logrado captar la atención del público. Estas competiciones no sólo ofrecen una oportunidad para que las mujeres se destaquen en su deporte, sino que también muestran la calidad y el nivel de las corredoras, que son capaces de enfrentar los mismos desafíos que los hombres.

Lo más fascinante del ciclismo femenino es la historia de superación que cada una de las ciclistas lleva consigo. Este deporte es mucho más que una simple carrera; es un testimonio del cambio social que estamos viviendo. Cada vez más, las mujeres que compiten en ciclismo profesional demuestran que es posible vivir de lo que amas, y que el éxito no tiene género.

La inclusión de las competiciones femeninas en grandes eventos como el Tour ha sido un hito trascendental. Desde su creación en 2022, el 'Tour de France Femmes' ha atraído la atención de millones de aficionados al ciclismo, y ha demostrado que las mujeres pueden competir al más alto nivel. Esta visibilidad ha abierto nuevas puertas tanto para las ciclistas como para los patrocinadores, creando un círculo virtuoso que sigue impulsando el crecimiento del ciclismo femenino.

La lucha por la igualdad continúa

Si bien el progreso ha sido significativo, la lucha por la igualdad de género en el ciclismo está lejos de estar terminada. En muchos países, las ciclistas todavía enfrentan una brecha de salario con respecto a sus contrapartes masculinas, y las estructuras profesionales no siempre ofrecen las mismas condiciones en cuanto a logística y apoyo. Sin embargo, lo que está claro es que el cambio está en marcha, y que las generaciones futuras podrán disfrutar de un ciclismo más justo y accesible.

El ciclismo femenino ha demostrado que, más allá de los resultados, el verdadero valor del deporte radica en lo que nos enseña sobre perseverancia, trabajo en equipo y la capacidad de superar las adversidades. Porque, al final, lo que realmente importa no es la victoria, sino lo que aprendes en el camino hacia ella.