Opinión | Fútbol

Francisco Cabezas

Francisco Cabezas

Jefe de Deportes de EL PERIÓDICO

Laporta recoge los frutos del madridismo sociológico

Joan Laporta, presidente del Barça.

Joan Laporta, presidente del Barça. / Jordi Cotrina

Una decisión política ha salvado el mandato de un presidente ahora apolítico. No es una contradicción, sino el equilibrio más adecuado para un Joan Laporta que ha interiorizado con el tiempo los códigos esenciales de la supervivencia. Hacer 'botifarras' a quienes poco pintan, pero no al poder de verdad. Son esos mismos códigos a los que no supieron ajustarse en su día ni Sandro Rosell ni Josep Maria Bartomeu cuando necesitaron que alguien les echara un cable. Uno acabó en prisión preguntándose por qué, y el otro, expulsado y repudiado. Laporta, en su segunda era al frente del Barça, puede parecer un presidente rebelde y pintoresco, sin causa ni remedio. Que jura en arameo y da patadas a las sillas. Pero ha aprendido a no incomodar a las personas apropiadas.

La decisión del Consejo Superior de Deportes (CSD), adscrito al Ministerio de Educación, de estimar la medida cautelar urgente para que Dani Olmo y Pau Víctor puedan recuperar provisionalmente su licencia federativa quizá no tenga tantas lecturas. Simplemente ha sido la constatación de que Laporta sabe escoger a sus aliados. Y de que no hay normativa deportiva que pase por encima del Gobierno, que no tuvo inconveniente alguno en negar las competencias tanto de LaLiga del humillado Javier Tebas con sus medidas de control financiero como de la Real Federación Española de Fútbol del condenado Rafael Louzán, quien, por si acaso, apenas abrió la boca en la noche de Yeda. Fue la única pincelada jurídica ofrecida por el CSD más allá de defender el derecho al trabajo de los futbolistas y el prejuicio económico y deportivo no sólo para el Barça, sino para los intereses de la selección española.

Este Joan Laporta de 62 años ya no se envuelve en banderas ni emprende luchas propias de William Wallace. No se le recuerdan proclamas políticas en este mandato ni intención alguna de que el Barça pueda volver a ser punta de lanza de un 'procés' sin altavoz. Las marchas con antorchas son ahora demodé. Toma recursos de las dictaduras árabes cuando toca y agradece el apoyo de Florentino Pérez, a quien supo no dejar tirado con la Superliga en una decisión que se ha demostrado clave en su obra de gobierno. Laporta recoge ahora los frutos del madridismo sociológico.