Real Madrid 0 Barcelona 4

Un Barcelona gigantesco mortifica al Madrid en el Bernabéu

El valeroso equipo de Flick, con Lewandowski (2), Lamine Yamal y Raphinha como goleadores, hunde al equipo de Ancelotti y desespera a un Mbappé en fuera de juego. El equipo azulgrana, líder, se aleja a seis puntos de los blancos.

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Francisco Cabezas

Francisco Cabezas

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El valeroso Barça de Flick encerró al demonio blanco en una caja y entre Lewandowski, Lamine Yamal y Raphinha lo dejaron dormido y hundido. En un clásico increíble solventado con dos goles en dos minutos del polaco, un derechazo del genio de Rocafonda y una vaselina celestial del capitán brasileño, Mbappé fue condenado a malvivir en fuera de juego. El equipo azulgrana, en una noche memorable, demostró en el Bernabéu que le sobran agallas para ganar donde sea y contra quien sea. Y a lo grande.

"No estoy loco. Mi realidad es diferente a la tuya", decía el gato de Alicia en el País de las Maravillas con esa sonrisa torcida que nadie entendía. Flick tampoco tiene nada de loco. Aunque la tentación rondara, nada se le podía reprochar en cuanto a la concepción de un plan tan bello como arriesgado. Simplemente, hizo lo mismo de siempre y también lo que se esperaba de él: ser osado y plantar la línea defensiva en el centro del campo, por mucho que en el Bernabéu quienes corrieran a campo abierto fueran Vinicius, una sombra a dos días de ganar su primer Balón de Oro, y Mbappé. Son ellos dos los delanteros que, a priori, mejor aprovechan las estepas del continente. Siempre y cuando no caigan en ese juego del calamar que les preparó Flick.

Aunque aquello, en el primer acto, se convirtió en una ruleta rusa con más de una bala en el tambor. No tanto porque el sistema defensivo del Barça fallara –hasta ocho fueras de juego forzaron los azulgrana al Madrid en el primer tiempo, con Mbappé cada vez más desquiciado–, sino porque, con el balón en los pies, al Barça le costaba cantarle una nana al tiempo.

Así que, mientras Pedri suspiraba por domar un duelo tan divertido y espectacular como ingobernable, Ancelotti ordenaba a sus futbolistas que convirtieran el centro del campo en una simple zona de paso sin fronteras para lanzar una y otra vez a Vinicius y Mbappé. Quien más lo pagaba era Bellingham, convertido en algo así como un falso extremo derecho que tenía que ir detrás de Balde. Fue duro verlo correr como pollo sin cabeza detrás del lateral en la acción del 2-0.

Mbappé, durante el clásico frente al Barcelona.

Mbappé, durante el clásico frente al Barcelona. / Efe

Antes, eso sí, Mbappé había amanecido en el partido disparando fuera en un duelo al sol frente a Iñaki Peña en una acción en la que, sí, partía en posición de fuera de juego. El banderín, que siempre asomaba tarde, el VAR y el silbato del árbitro Sánchez Martínez fueron una constante. Iñaki Peña, colosal, antes de arrebatarle dos goles a Mbappé, hizo a Bellingham una de las paradas de su vida. Pero, claro, el episodio ya había sido invalidado por posición irreglamentaria de la estrella francesa.

La sangre azulgrana estuvo a punto de llegar al río a la media hora, cuando a Mbappé le dio incluso tiempo a celebrar a lo grande el que hubiera sido su primer gol en un clásico hasta que desde la sala del videoarbitraje advirtieron al juez de que el francés volvía a tener medio cuerpo por delante de su defensor en el momento en que Lucas Vázquez se disponía a dejarlo solo.

La huella de Lamine Yamal

Flick intuía que no podía vivir dependiendo de un puñado de centímetros de más o de menos. Mientras que Lewandowski, Raphinha y Pedri bastante tenían con aguantar la estopa de Militao y Rüdiger, que no tenían inconveniente alguno en cercenar todo intento de levantamiento ofensivo por parte del Barça. Aunque, cuando se les acabó la cera, convirtieron el eje de la defensa en el paraíso del Barça. A Lamine Yamal, que llegó a quedarse solo ante Lunin antes de que Mendy le molestara lo suficiente para que errara en el remate, se le veía con ganas de dejar su huella en el Bernabéu. Pero en el primer tiempo a duras penas le llegaron los balones. Supo esperar.

Buscó entonces Flick recuperar la sala de máquinas rescatando del banquillo a Frenkie de Jong, que sustituyó a Fermín. Aunque fue el ingreso de Dani Olmo el que llevó al Barça a otro nivel mientras Lewandowski comenzaba a poner los clavos al ataúd blanco. En el 1-0, el ariete, que nunca había marcado al Madrid en Liga como azulgrana, aprovechó una asistencia magistral de Casadó. En el 2-0, su giro de cuello fue el mismo que ensayó Flick en la banda mientras lo veía volar. Aún pudo atrapar dos goles más Lewandowski, al que se le torció el pie en plena orgía. Pero ya completaron el trabajo por él Lamine, cuyos 'brackets' azulgrana deslumbraban al Bernabéu, y Raphinha, cuya sonrisa fue el reflejo del alma de su equipo. Un Barça gigantesco y que ha redescubierto la felicidad.