El Tourmalet
Una piedra en el zapato de la Vuelta
Sergi López-Egea
Sergi López-EgeaPeriodista
Periodista especializado en ciclismo desde 1990. He seguido regularmente el Tour como enviado especial desde 1991 al igual que la Vuelta, varias ediciones del Giro, la Volta y Mundiales de la especialidad. Autor de los libros 'Locos por el Tour' (con Carlos Arribas y Gabriel Pernau, RBA), 'Cumbres de leyenda' (con Carlos Arribas, RBA y reedición en Cultura Ciclista), 'Cuentos del Tour', 'Cuentos del pelotón', 'Cuentos del equipo Cofidis' y 'El Tourmalet', todos ellos de Cultura Ciclista.
El nombre de Marco Giovannetti quizá no sonará de mucho a los jóvenes lectores de este texto. Pero es un símbolo de la Vuelta como el corredor que se cuela en una escapada y llega vestido de líder a Madrid. Fue una victoria inesperada, un triunfo con el que nadie contaba, algo parecido a lo que ocurrió en 2006 con Óscar Pereiro en el Tour, una de las pocas ediciones de la ronda francesa que se ha resuelto gracias a una escapada.
Giovannetti se fugó en 1990 camino de la localidad de Ubrique, famosa luego por cuestiones más propias de los programas del corazón que del deporte. Ocurrió en la quinta etapa. El Banesto, el equipo fuerte de la carrera, confió en Julián Gorospe, compañero de escapada del corredor italiano. Cuando sucumbió, aunque ya demasiado tarde, entró en acción Pedro Delgado que fue recortando tiempo a Giovannetti, aunque al final tuvo que conformarse con la segunda plaza de la clasificación.
También tercero en el Giro
1990 fue el gran año de Giovannetti. Ganó la Vuelta, fue tercero en el Giro y su equipo, el Seur español, fue invitado al Tour donde Marco llegó tan cansado que tuvo que abandonar sin ver la victoria en París de Greg Lemond, un año antes de que Miguel Induráin comenzase su reinado por Francia.
Viene a cuento ahora recordar el nombre de Giovannetti, incluso el de Sepp Kuss, vencedor el año pasado, aunque en una situación diferente, casi de Rita, Rita lo que se da no se quita, si me pongo líder, vosotros dos, Jonas Vingegaard y Primoz Roglic, ases de la carrera, respetáis mi liderato. No eran los favoritos, nadie se atrevía a darlos como candidatos a la victoria y ganaron la Vuelta, como lo hizo, en una situación totalmente diferente el estadounidense Chris Horner, en 2013, o retrocediendo en el tiempo Eric Caritoux en 1984.
Como una picadura de mosquito
Sin embargo, como si fuera un grano salido en la parte más dolorosa del cuerpo, como una piedra en el zapato o como una picadura de mosquito mientras se intenta dormir plácidamente, un ciclista ha surgido de las entrañas de la Vuelta, en plan Giovannetti siglo XXI, para amargarle la victoria no sólo a Roglic sino al resto de candidatos firmes y contrastados en la salida de Lisboa.
Se llama Ben O’Connor y este viernes tomará la salida en la séptima etapa como líder de la carrera y con casi cinco minutos de ventaja -a partir de ahí hay que ir sumando segundos- sobre los que se consideraban como verdaderos aspirantes al triunfo.
Un buen caché
Y ojo, Giovannetti, en 1990, participó en la Vuelta sin el caché con el que O’Connor se ha presentado 34 años después a la carrera. Sólo contaba con un triunfo de etapa en la Vuelta a Suiza, mientras que el ciclista australiano, hoy líder de la Vuelta, sin necesidad de alargarse en otros éxitos, suma triunfos de etapa en el Tour y en el Giro, nada menos que en metas alpinas ilustres como Tignes y Madonna de Campiglio.
Pedro Horrillo, exciclista profesional, conduce el principal coche VIP de la Vuelta, el que va en primera posición y el que tiene reservado el Tour para que sus invitados ilustres puedan seguir la carrera mejor que viéndola por la tele. “Tuve que parar el coche un momento yendo a la estela de O’Connor. Cuando me reintegré a la carrera me costó tanto contactar con él que creía que había desaparecido de lo fuerte y rápido que iba, hasta el punto de que posiblemente con su fuga empezó a ganar la Vuelta”. Horrillo lo vio tan de cerca que consideró que estaba persiguiendo con su coche al futuro vencedor de la carrera. Y no lo dice un simple observador sino alguien que entiende, y mucho, de este deporte.
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