JUEGOS OLÍMPICOS PARÍS 2024
El dolor de Carolina Marín es la mayor crueldad de estos Juegos Olímpicos
Emilio Pérez de Rozas
Periodista
Licenciado en Ciencias de la Información por la UAB. Hijo de Carlos Pérez de Rozas, sobrino de Kike y Manolo Pérez de Rozas, integrantes de una auténtica saga de fotoperiodistas. Trabajó en Diario de Barcelona, fundador de El Periódico de Catalunya en 1978 también formó parte de la redacción en Catalunya del diario El País. Colaborador del diario deportivo Sport y vinculado al departamento de Deportes de la cadena COPE, que dirige Paco González. Emilio suele completar muchas de sus informaciones con sus propias fotos, en recuerdo a lo aprendido junto a su padre y tíos.
La foto de los Juegos Olímpicos. La imagen de París 2024. La crueldad más grande jamás vista. La destrucción de un sueño peleado desde el dolor, la recuperación, cientos de horas de gimnasio, de rehabilitación, días de quirófano, noches sin dormir, recuperación sacrificada, todo en busca de convertirse en una de las mayores deportistas de todos los tiempos y, desde luego, en la mejor jugadora de bádminton de la historia.
Carolina Marín, la gran Carolina Marín, estaba a partido y nada de conseguir aquello por lo que llevaba años peleando: su segundo oro olímpico, que añadir a todos, absolutamente todo, lo conquistado previamente. Y, sobre todo, demostrar que era el/la deportista que más ha sufrido y más se ha recuperado.
Lesión tras lesión
Dos rodillas destrozadas, roturas de ligamentos cruzados, la peor de las lesiones para un atleta, no acabaron con ella, que ha demostrado y seguirá demostrándolo, pese a sus 31 años, que tiene corazón, fuerza, pasión y dedicación para sobrevivir de nuevo, resucitar y competir al nivel que solo ella alcanza frente a cualquiera de sus rivales.
Un mito en el mundo, una deportista única, un ejemplo en lo personal y profesional, ha provocado hoy el mayor dolor en millones de telespectadores y aficionados al mundo del deporte. No hace falta amar el bádminton para sentir la crueldad de esta lesión.
Marín estaba ganando de calle, con otra exhibición incomparable, la semifinal frente a la china He Bing Jiao, a la que ya había ganado en siete ocasiones de las nueve que se habían enfrentado. Eran las 10.18 horas, ya se había llevado el primer set por un contundente 21-14 y, justo cuando el marcador señalaba un claro 10-5, un mal apoyo tras responder un golpe con su pierna derecha, provocó el gemido de medio mundo.
“Me he roto. Esto no es justo”, le dijo inmediatamente Carolina a su entrenador, Francisco Rivas, que lleva años a su lado. “Ella conoce mejor que nadie su cuerpo. Ella ha sufrido lo que son las lesiones graves. Ella conoce sus rodillas. Ella se ha dado inmediatamente cuenta de que esa sensación la conocía bien. Y, sí, estoy con ella, no es justo que le ocurra esto otra vez. Carolina no se merecía acabar así estos Juegos. Puedes perder o ganar, pero no esta crueldad”.
"Desde el primer instante me ha dicho 'me he roto, esto no es justo'. Ella conoce mejor que nadie su cuerpo. Ella ya ha sufrido ese dolor varias veces y por eso se ha dado cuenta enseguida de que se había roto. Es todo muy cruel"
No sirve decir que el deporte es así. No se puede dañar de esta manera a alguien que se ha convertido en un mito, en un ejemplo, en la referencia del mundo del deporte a nivel mundial, no solo en España. No se puede tener tanta mala suerte y, a la vez, ser tan perseverante en tu intención de seguir siendo la mejor, pelear, operarte, recuperarte, entrenar diez horas al día y presentarte en París para demostrar que eres la mejor de la historia.
"Tenía tanta frustración porque quería presionarme más para tratar de recuperarme lo antes posible”, explicó Carolina tras su última lesión grave. “Pero, a veces, tu cuerpo te detiene. Quizá por cómo es mi carácter, apasionado, quería apurar la rehabilitación". Ella misma sabe, es perfectamente consciente de que “a veces quiero empujar más mi cuerpo, pero de repente tu cuerpo te dice que debes parar o que debes tomarlo con calma, y a veces mentalmente es realmente difícil".
Es evidente que los Juegos Olímpicos, la mayor demostración deportiva, es una mezcla de euforia, risas, alegrías, oro, plata y bronce, recompensa al esfuerzo, al sacrificio, a la preparación, individual y/o colectiva, junto al dolor, la frustración y la derrota. Pero nada es más duro que la crueldad de una lesión. Bueno, sí, que ese golpe, que esa crueldad, que esa desilusión y desencanto llegue cuando estás ganando, arrasando, demostrando que eres la mejor, la candidata nº1 al oro, a convertirte en un mito y liderar, para siempre, sin duda, tu deporte a nivel mundial.
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