Entrevista

Miguel Ángel Román, la nueva voz del FC 24: "Trabajé en la SEAT y con una furgoneta. Me enseñó a no ser un gilipollas"

Miguel Ángel Román, esta semana en la sede de EL PERIÓDICO.

Miguel Ángel Román, esta semana en la sede de EL PERIÓDICO.

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Francisco Cabezas
Francisco Cabezas

Jefe de Deportes de EL PERIÓDICO

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Por mucho que su figura, imponente, le obligara a no pasar desapercibido, Miguel Ángel Román (Sant Boi de Llobregat, 1977) paseaba por los pasillos de la vieja facultad de Periodismo de la Universitat Autònoma de Barcelona con aire ausente. Quizá porque ni él mismo se reconociera en un lugar que nunca sintió suyo, y que no fue más que un paso fronterizo entre el tormento y el sueño.

Ha narrado más de 4.000 partidos. Se ha dejado la voz, y también trozos de vida, en campos de toda España y Europa. No se ha acostumbrado a las habitaciones de hotel, cárceles impersonales donde uno sólo puede preguntarse qué demonios hace allí mientras la familia soporta el peso de la ausencia. Y después de dejarse la espalda cargando sacos, de repetir Bachillerato por dos veces, de pensar que nunca llegaría cursar la carrera de Periodismo, de conducir una furgoneta de reparto, de trabajar en la SEAT y de mirar con desconfianza unas botas de seguridad por si no podían soportar el calor de la fundición, ahora puede decir que vive de la profesión que aprendió a amar con una vieja radio en la cama de sus padres. Se estrena como narrador del videojuego EA Sports FC 24, el antiguo FIFA, y haciendo pareja con DjMaRiiO. El día que se lo propusieron, estando en un supermercado, a punto estuvo de desplomarse. Nunca pretendió ser famoso.

¿Qué aprendiste en la universidad?

Uf.

¿Te acuerdas?

A diferencia de la mayoría de personas que conozco, para mí la universidad no fue el periodo estudiantil más feliz de todos. Fue probablemente el menos feliz. Yo tenía la segunda peor nota de nuestra promoción. Y cuando llegué a Bellaterra (el campus de la Universitat Autònoma de Barcelona) me encontré con un grupo de personas de matrículas de honor y sobresalientes. Yo me esforcé tres años en el instituto para alcanzar la nota de corte, porque mi sueño era ser periodista desde muy pequeño. Entré por una décima. Pero allí me encontré con estudiantes que no se habían saltado una clase en su vida, que tomaban apuntes, que no te los prestaban... Y yo venía de repetir primero y segundo de la antigua BUP. No me sentí cómodo.

Repetiste dos veces. Lo tuyo fue cabezonería.

Lo mío fue amenaza. Cuando repetí por segunda vez, mi padre me dijo: 'O estudias, o te pones a trabajar'. Podía haberme puesto con él en una empresa de mantenimiento en la Zona Franca.

Eres hijo de Sant Boi.

Nací, viví y vivo en Sant Boi. 

¿Te consideras hijo del extrarradio?

Sí, claro. Somos de extrarradio. Somos otra cosa. Mi familia es de clase media-baja. ¿Que he escalado? Es evidente. ¿Que era un objetivo? No me lo he tomado como un reto personal. Sobre todo yo he querido escalar profesionalmente. Conseguir llegar a hacer lo que me gustaba.

Lo tuyo es muy vocacional.

Mi primer regalo de Reyes querido fue una radio. Fue algo así como una imitación de mi padre, que tenía su radio en la mesita de noche y se acostaba escuchando a José María García. Y se despertaba con Antonio Herrero. Cuando era muy pequeño, recuerdo irme a la cama de mis padres cuando él se iba a trabajar, y escuchaba una pequeña sección que tenía Carlos Pumares de cine antes de que comenzara el tramo de las ocho de la mañana de Antonio Herrero en Antena 3 Radio. Y el primer regalo que quise fue una radio. Yo quería ser periodista. Radiofónico. Aunque el mundo laboral luego me llevó también a la televisión y los medios audiovisuales.

¿Pero querías ser periodista deportivo?

No, no. Yo quería ser periodista político. Pero me decepcionó tanto el primer semestre de carrera...

Lo pintas como si fuera un matadero.

No culpo a la gente con la que me crucé, porque con muchos me he encontrado años después. Y tengo una relación magnífica. Pero yo quería contar cosas. No me cabía en la cabeza que pasásemos meses en la facultad sin abrir un periódico. Que me mandasen escribir una noticia de una semana para la otra, cuando tú entras en una redacción y te piden que la redactes o que la locutes o la montes para ayer. Y entonces, después del primer semestre, gracias a dos compañeros, Cristina Perales y Joan David Porté, me dije: 'O empiezo a trabajar en medios o dejo la carrera'. Aquello de la semiótica, las estructuras de la comunicación de masas, las teorías de la comunicación... Oye, es muy interesante, te dan un poso intelectual que quizá sea necesario cuando vas creciendo, pero en ese momento yo quería contar noticias. Con Cristina comencé a colaborar en un magazine de actualidad de Radio Martorell, y Joan David me ofreció narrar partidos de los equipos de Lleida que venían a Barcelona. Siempre me había gustado mucho el deporte, pero yo no jugaba imitando a Gaspar Rosety en la plaza Catalunya de Sant Boi.

¿Todo sin cobrar?

En Martorell era sin cobrar. Estuve dos años yendo desde Sant Boi en coche. Y en Ràdio Lleida, en el Carrusel de la Cadena Ser, me pagaban el desplazamiento. O la tarjeta de metro. Pero no por partido.

Miguel Ángel Román, periodista y narrador del videojuego EA Sports FC 24. /

Elisenda Pons

¿Qué abanico se abrió cuando acabaste la universidad?

Se me cerraron todos los abanicos. Tenía apalabrado algo así como un contrato en prácticas en la antigua COM Ràdio. Mientras tanto estaba colaborando en Ràdio Cornellà, con un sueldo muy pequeño. Y cuando acabó el verano y llegó el momento de firmar, no me habían explicado la modalidad de aquel contrato. Y me faltaban dos asignaturas para terminar la carrera. No me pudieron firmar y me quedé sin trabajo. Era agosto. Estaba a 21 días de casarme. Se me cerraron todas las puertas. Y acabé trabajando dos años de transportista.

¿Cómo era el día a día?

Yo hacía sobre todo la ruta Barcelona-Zaragoza. Me levantaba a las siete de la mañana, iba tres veces por semana con una furgoneta, primero con una Renault Kangoo y después con una Citroen Jumpy. Transportaba matrices de extrusión de aluminio. 

Y la maldita pregunta: ¿Es esta la vida que quiero?

Yo quería seguir en medios. Los fines de semana mantuve la colaboración en Ràdio Cornellà y luego también en Localia Viladecans. Fue mi primer contacto con la televisión. El pasado fin de semana murió Pepe Domingo Castaño, y recordaba que yo en esos viajes con la furgoneta ponía la sintonía del Carrusel con el "hola, hola". Me emociona. Había días que se me saltaban las lágrimas. Y me decía: 'Yo quiero hacer eso'.

Hasta que dejaste la furgoneta.

Como yo colaboraba con Localia Viladecans, ésta armó un proyecto para Barcelona y alrededores. Y en julio de 2004, mi director me dijo: 'Miguel Ángel, quiero que vengas a Barcelona'. Tenía que ser como autónomo, pero dejé la furgoneta y me enganché al periodismo de forma profesional. En unas condiciones, bueno, de aquella manera, pero fue una etapa maravillosa. La mejor de mi vida.

¿Qué te enseñó ese proceso?

Yo había conducido aquella furgoneta, pero desde los 16 años había tenido otros trabajos los veranos. Estuve dos años en la SEAT como personal de mantenimiento, o en Celsa, que es una fundición del Baix Llobregat. Todo eso me enseñó a no ser un gilipollas. A tener una ética de trabajo y a valorar las cosas buenas. No olvidaré en mi vida el primer día que entré a Celsa con las botas de seguridad. Acababan de parar el horno de fundición hacía 48 horas, me moría de calor, y recuerdo cómo, al apoyarme, se me fundían las botas.

 ¿Cómo es narrar un partido? ¿Hay mucha exigencia emocional?

Sí. ¿Qué es el fútbol? El fútbol son muchas cosas, un deporte, un negocio, un entretenimiento... Pero para mí el fútbol son las emociones. Es lo que hace que haya trascendido a algo universal. Es capaz de removerte por dentro, a los periodistas, pero sobre todo a los aficionados. La narración está conectada con la esencia misma de lo que es el periodismo. Los narradores somos unos privilegiados porque somos los que trabajamos la materia prima sin que esté maleada. Además, todo en el fútbol mana del partido. Y los narradores somos quienes contamos eso en directo. Es la hostia. Pero las emociones tienen barreras. Nosotros no podemos sumergirnos y bucear en esas emociones como un aficionado. Sino que tenemos que intentar realzarlas. No molestar y no entorpecerlas.

¿Hay autocensura en la narración?

Sí, claro. Yo no soy un hincha cuando narro. Soy un periodista. Te sale de manera natural. Yo he narrado más de 4.000 partidos de fútbol en mi vida entre fútbol y baloncesto. Pero luego es algo que llevas de serie. Yo estoy narrando un partido, haciendo lo que más me gusta del mundo, pero estoy trabajando. Para una empresa que me paga, que tiene unos abonados que también pagan. Y explicas ese partido para dos aficiones o más, que tienen un sentimiento. No es sentarte en la grada a ver un partido.

¿Sufres?

Sí, sí. Y con el paso de los años, paso más miedo y tengo más nervios. Aunque es cierto que cuando se enciende el pilotito rojo, consigo fluir.

¿Qué da miedo?

Todo. Te da miedo no estar a la altura, no hacer bien el trabajo, fallarle a todo ese grupo de personas que rodea una narración, que no aparece en pantalla y que depende de ti. Si tú haces un mal partido, alguien dirá: 'Estos de DAZN son una mierda'. Y dicen DAZN. Y ahí trabajan 400 personas . En ese momento tú eres un poco la voz de tu medio.

¿Y la crispación?

La llevo bien. A mí que me juzguen me da igual, porque ya sé que va en el sueldo. Lo que no va en el sueldo es la falta de respeto, el insulto, la amenaza. Y caminamos un poco hacia eso. Pero que juzguen mi trabajo me parece bien. Porque yo me equivoco. Una de las primeras cosas que tuve que aprender fue convivir con el error. Estás en directo explicando algo de lo que no hay guion. No hay red de seguridad. Y te equivocas. Y tienes que aprender a asumirlo, a minimizar los errores, y a que los errores sean permisibles. Hay errores más imperdonables que otros en una narración. 

¿Los insultos te duelen?

No. Me dan igual.

¿Eso de narrar un videojuego, cómo es? Te imagino encerrado horas y horas en un estudio recitando nombres sin parar.

Un poco ha sido eso. Es muy distinto a narrar un partido. Narras líneas de situaciones de partido, también nombres, que en un momento dado el videojuego va a identificar y va a soltar. Entre Mario y yo hemos grabado 62.030 líneas. Yo, 50.321, y Mario 8.364. Y los dos juntos, 3.345 líneas más. Yo tardé en grabar todo el FC 24 un año y un día. Desde el 6 de junio de 2022 al 7 de junio de 2023.

Para que luego alguien te diga que es una narración robótica.

Bueno... Con el videojuego estoy teniendo un cúmulo de sensaciones que son mucho más potentes que cuando tengo que narrar un partido. Antes de que comience un partido de fútbol lo puedes pasar mal para que nada se te escape. Pero cuando empieza, depende mucho de ti mismo. Aunque es un hábitat que controlas más. Pero en el videojuego, después de grabarlo todo, se ha mandado al departamento de sonido de Electronic Arts, que son unos genios. Pero ya pierdes por completo el control de todo. Y no sabes. No te imaginas. Me han puesto alguna demo, pero muy poquita cosa. Además, es una comunidad muy distinta la del fútbol a la del videojuego, aunque puedan estar mezcladas. Estoy un poco cagado.

Y porque muchísima gente juega.

Creo que son más de cuatro millones de jugadores sólo en España [respira hondo].

Manolo Lama y Paco González aguantaron 25 ediciones.

Relevar a Manolo y Paco es como cuando Robson tuvo que relevar a Cruyff, o cuando Moyes relevó a Ferguson. Son muchos años y dos periodistas que están en el escalafón de talento y reconocimiento en el número uno desde hace muchísimo tiempo. Uf. Sientes vértigo.

¿Hasta qué punto?

Cuando me llamaron para decirme que iba a hacer esto, me mareé. Me tuve que agarrar a un arcón de frutas del Ametller de Sant Boi porque me dio una subida de tensión. Esto es más que tocarte la lotería.

Pero tanta exposición no debe ser fácil.

Pero esto me pilla ya muy mayor. Casado. Con dos hijas. La mayor ha empezado segundo de Magisterio. Mi hija pequeña tiene autismo y todos los problemas asociados a ello. Es que... A ver. Todo esto no me da igual, pero lo desdramatizo. No quiero más dramas en mi vida, que cantaba Alaska con Nacho Canut.

El periodista y narrador Miguel Ángel Román. /

Elisenda Pons

¿Trabajas para vivir, o vives para trabajar?

Hombre, yo trabajo para vivir porque no soy rico. Yo puedo decir que llevo un año ganando dinero gracias al periodismo. Y tengo 46. Hasta que salí de Mediapro, yo era narrador de partidos de Liga, viajaba para la Champions, y no ganaba 2.000 euros. Eran 1.939 euros, para ser exactos.

Existe la concepción de que si sales en televisión eres alguien importante.

Pues yo no era 'dosmileurista' en Mediapro. Claro que si te pones a comparar con el reponedor del Caprabo o con el panadero, pues es un sueldo que está bien. Pero muy alejado de la imagen social que existe alrededor del periodista de deportes que sale en televisión y que hace una entrevista a Xavi, Ancelotti o Bellingham.

El periodista deportivo está condenado a no poder conciliar su vida familiar.

Me lo he reprochado muchas veces. Pero no me he planteado hacer otra cosa, porque mi trabajo me hace feliz y es lo único que sé hacer. Aunque está reñido con la conciliación familiar. Yo llevo desde el año 1999, que narré mi primer partido de fútbol, con todos los fines de semana ocupados. Hace más de 20 años que no sé cuándo cae Semana Santa, porque hay partidos. Compatibilizarlo con la familia sólo es posible gracias a la generosidad de mi mujer. Intento que el tiempo que estoy en casa sea de calidad, estar con mis hijas y hacer todo lo que esté en mi mano. Pero hay momentos de tensión de pareja, familiar, porque te lo reprochas. Te ves en un hotel un miércoles o un sábado después de un partido, y te dices: '¿Qué coño hago aquí? Mi hija está mal, no se encuentra bien...'. Se sufre.

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¿Te ves jubilándote?

Ojalá. Me suelen preguntar qué sueño me queda por cumplir. Narrar una final de un Mundial, de la Champions... Supongo que de cara a la galería es lo que tienes que decir. Pero mi sueño es llegar a los 66 años haciendo lo que me gusta. Lo que me apasiona.