Ciclismo

Muere Txomin Perurena, orgullo del ciclismo vasco

Corredor del Fagor, Kas y Teka y leyenda del ciclismo vasco, logró 158 victorias en su carrera y fue segundo en la Vuelta a España de 1975

Txomin Perurena Delgado

Txomin Perurena Delgado

Sergi López-Egea

Sergi López-Egea

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Txomin Perurena lanzaba el plato al suelo y lo rompía. Pedro Delgado estaba a su lado y el cochinillo, a punto de ser troceado por quienes fueron director y corredor en una de las etapas más memorables de la historia de la Vuelta. Un grupo de amigos se había reunido en un restaurante a las afueras de Segovia para conmemorar la victoria de Perico en la penúltima etapa de la ronda española de 1985, la que acabó en las Destilerías Dyc y donde el corredor segoviano comenzó a convertirse en un mito del ciclismo al darle la vuelta a la general con Perurena aconsejándolo desde el coche del Orbea.

Perurena habría cumplido 80 años en diciembre y llevaba un tiempo luchando contra el cáncer, sin perder el buen sentido del humor y convencido que conseguiría un triunfo sobre la enfermedad como si fuera la 159 victoria de su etapa ciclista, la que no llegó y acabó con la vida de uno de los ciclistas más grandes de los años 60 y 70 del siglo pasado. Era el tercer miembro de un memorable tridente que formaba con Luis Ocaña y José Manuel Fuente, ‘El Tarangu’, de los que fue compañero en una de las épocas más gloriosas del ciclismo español.

Hubo un tiempo en el que los directores deportivos se sentaban al volante, bajaban las ventanillas y contaban la táctica -o engañaban al periodista diciendo que sus ciclistas iban a hacer tal cosa cuando hacían otra-. Ni había autobuses, ni pinganillos y por supuesto tampoco internet. Los corredores se colocaban en el capó de los coches auxiliares, con las piernas al aire, muchas veces recibiendo el masaje previo a la competición. Y Perurena, primero con el Orbea, luego con el Artiach y principalmente con el Euskadi, que lo requirió como técnico en su fundación, era de los que siempre atendían, pocas veces alterado, aunque las cosas le fueran mal, como estandarte de esa escuela de directores educados de la que formaban parte, principalmente, José Miguel Echávarri y él.

No fue de los que se comparaban tantas veces a sus corredores, qué si él hubiese hecho tal cosa, como siempre y sin querer hacía Ocaña, en su época como director. Paciente, daba siempre las mejores consignas para hacer que Perico ganase no solo la Vuelta sino para que ambos estampasen una amistad que ha durado hasta ahora.

Y porque como ciclista fue un ídolo en el País Vasco desde que comenzó a surcar las carreteras de su Oiartzun natal.

Una Vuelta en sus piernas

Rápido como pocos, resistente a la montaña, buen estratega y el que una y otra vez partía como favorito, aunque no lograse el triunfo. Siempre entre los mejores, al puro estilo de lo que Alejandro Valverde hizo estos últimos años.

Enemistado con el Tour, aunque fuese el rey de la montaña, como se catalogaba por aquel entonces al mejor escalador, en 1974. Cada año tenía una Vuelta en sus piernas. En 1974 acabó segundo y se le escapó la victoria en la última etapa.

Perurena era el ídolo, el ciclista admirado y querido, genio como pocos, piernas gordas y su inolvidable estampa con el ‘maillot’ de aquel Kas que tanto hizo vibrar a generaciones de aficionados a este deporte.

Aún tuvo tiempo de seguir hace unas semanas el Giro y, conociéndolo, seguro que se desesperó por la falta de ataques y cómo habría puesto la ronda italiana patas arriba si hubiese tenido 50 años menos. El ciclismo no sería igual de no haber existido Perurena, como corredor y técnico, para ganarse un sillón en el olimpo de los héroes de este deporte.