Barraca y tangana

Aireando traumas

De vez en cuando me acuerdo de Kolo Muani

Barraca y tangana. Enrique Ballester

Barraca y tangana. Enrique Ballester

Enrique Ballester

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Hace poco leí en este periódico un titular impactante: “Enrique sigue cobrando por airear sus traumas”. Por un momento pensé que la noticia hablaría de mis columnas, pero después me fijé y no era yo el protagonista. En realidad, el tema iba sobre el príncipe Harry, 'aka' Enrique 'aka' el duque de Sussex, pero el susto ya no me lo quitaba nadie.

De vez en cuando, en esa línea traumática, me acuerdo de Randal Kolo Muani. Igual no os acordáis de Kolo Muani: es el futbolista francés que tuvo aquella ocasión clarísima en el último minuto de la prórroga en la final de la Copa del Mundo, la que ganó primero Catar y después en los penaltis Leo Messi. De vez en cuando me acuerdo de Kolo Muani y me pongo un poco triste. Imagino cuántas veces habrá pensado en ese instante, cuántas veces se habrá preguntado por qué el portero sacó aquella pierna inverosímil, por qué no se la pasó a Mbappé que llegaba solo, por qué no optó por la vaselina en lugar de pegarle fuerte. Todo eso lo imagino yo, y me pongo hasta nervioso, y eso que ni me va ni me viene, así que él cómo debe llevarlo. Cómo convives con algo así. Era la final de la Copa del Mundo. Era marcar el gol decisivo en el último minuto de la prórroga en la final de la Copa del Mundo. Era el billete para la inmortalidad del héroe, era lo más: no existe nada más grande.

Cómo volver a tocar una pelota después de lo que le pasó a Kolo Muani. Sin acordarte.

Por las noches aún pienso a veces en un penalti que fallé en edad cadete, y recuerdo casi todo de aquella tarde. Recuerdo que salimos a calentar y vi que no estaba pintado el punto de penalti, pero en lugar de comentárselo al árbitro o al entrenador me callé, no sé por qué. Recuerdo que luego pitaron penalti en esa portería, me tocó tirarlo desde una distancia incorrecta, me lo paró el portero y aún me duele. Aprendí entonces a quejarme cuando la situación lo requiere y, aunque sé que aquel era un partido corriente y lo ganamos fácil, aún pienso a veces en eso del punto de penalti.

Cómo vivirá esas memorias Kolo Muani, cuando se quede solo, en la noche.

Me sabe tan mal por el chico que hay días que bordeo la locura, e incluso quiero que el próximo Mundial lo gane Francia, con gol de Kolo Muani.

En todo caso, mientras sufro por Kolo Muani sigo cobrando por airear mis traumas. También por compartir mis ideas. Cuando para la Liga, los periodistas deportivos tenemos demasiado tiempo para pensar. Muchos compañeros aprovechan los partidos de las selecciones para coger días libres. Aquí está mi idea: una película. Como esa de Sofia Coppola en la que unos chavales entraban en mansiones de famosos al ver en las redes que se habían ido de viaje, pero con las casas de los periodistas deportivos. Y entrarían en casa de Maldini, por ejemplo, y descubrirían que, en lugar del fútbol internacional, su verdadera pasión es el fútbol modesto, y solo tendría vídeos del Calahorra, del Mollerussa y del Conquense. Y en casa del madridista Roncero habría una habitación secreta con posters del Barça, el edredón del Barça, la toalla del Barça, la cubertería del Barça y las zapatillas de felpa del Barça. Y todo así, todo mentira, y luego les chantajearían y se harían millonarios. A Maldini lo podría interpretar Javier Cámara o Pepe Viyuela, y a Roncero Jorge Sanz o el padre de Valle y Lolo en 'Compañeros'.

Peliculón. Cuando me den el Goya por esto, se lo dedicaré a Kolo Muani el primero.

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