Esperado reencuentro
Con Messi a la cabeza, la selección argentina vuelve a emocionarse en su primer partido tras el Mundial en Buenos Aires
Una multitud enardecida recibió a los campeones en el estadio de River Plate y Messi dijo que siempre había soñado con ese momento de gloria
Abel Gilbert
Corresponsal en Buenos Aires
Especialista en América Latina y doctor en comunicación. Ha cubierto los principales acontecimientos políticos regionales durante las últimas dos décadas para El Periódico. Es autor de ocho libros, tres de ellos en colaboración, y se apresta a publicar otros dos.
"…que de la mano de Leo Messi, todos la vuelta vamos a dar". Miles de gargantas se sumaron al canto que fue alguna vez anhelo y se ha convertido en realidad en Qatar. Argentina festejó en su propio territorio la obtención de la Copa del Mundo. La victoria por 2-0 ante Panamá fue solo una anécdota y la posibilidad de que Messi anote su gol 800.
Lo importante fue la fiesta y la locura que antecedió al partido que solo vieron en el estadio de River Plate 80.000 personas. Casi 1,4 millones de hinchas se quedaron con las ganas de conseguir una entrada. La celebración tuvo de todo: música, baile, fuegos artificiales, una vuelta olímpica de los jugadores con su familia y, por supuesto, las palabras del capitán del seleccionado nacional y del entrenador Lionel Scaloni.
No formaba parte de la tradición deportiva argentina que, tras un campeonato obtenido, los jugadores tomaran el micrófono y dialogaran con el estadio. Eso se ha aprendido de lo que sucedía con las consagraciones del Barcelona. El ritual ahora se ha instalado en este país con el Mundial a cuestas. "No sé qué voy a decir", se sinceró Messi, mientras la multitud en las gradas coreaba su nombre y alzaba los brazos, como solían hacer los culés. Leo agradeció el cariño y recordó que, antes de viajar a Qatar se habían comprometido a hacer lo imposible para lograr la hazaña. Y ocurrió lo deseado.
"Siempre soñé con este momento", reconoció Messi, "el héroe sin rencor", como lo definió el diario La Nación. Los días de desconfianza, críticas ácidas y hasta desprecio de una parte de los comentaristas deportivos han quedado en el pasado. Hasta parece que esa sospecha o animadversión nunca existió. Todo es algarabía y adoración. Y Messi disfruta, sin olvidar del todo. Por eso le dedicó también la Copa a las selecciones que él integró y que quedaron a un paso de la gloria, como en Brasil 2014, cuando se perdió por un gol ante los alemanes. "Ellos merecen el respeto y el reconocimiento", dijo, con la cabeza puesta en Javier Mascherano, Gonzalo Higuain, entre otros. Los hinchas aplaudieron.
Scaloni no pudo contener las lágrimas. Su tránsito del desprecio a la admiración es también digno de película. Casi nadie confiaba en sus condiciones y en la actualidad es considerado un estratega. "La Scaloneta la puta que lo parió", comenzó a cantar la hinchada y los jugadores se sumaron de inmediato. “Ver a ustedes así es algo que no tiene precio”, dijo el entrenador. Al igual que sus jugadores, recibió una réplica de la Copa del Mundo.
"Muchachos"
"No te lo puedo explicar/ Porque no vas a entender/ Las finales que perdimos/ Cuantos años la lloré". Los jugadores salieron a la cancha con la canción "Muchachos" de imponente trasfondo sonoro. Ningún hincha se privó de cantarla. Hasta los mismos jugadores lo hicieron también después del partido, cuando comenzaron los festejos.
El reencuentro de los integrantes del equipo campeón con los argentinos no hizo más que prolongar la fiesta que tuvo su pico de algarabía apenas concluyó el partido contra Francia. Messi pudo constatar hasta qué punto el Mundial atravesó emocionalmente a un país en medio de una furibunda crisis económica y social.
Su nombre y el de Diego Maradona fueron invocados a lo largo del partido. Ya no como partes irreconciliables sino como una síntesis apasionada que simbolizan las tres estrellas que se han estampado en las camisetas del seleccionado. Hombres, mujeres y niños la vistieron en la noche del jueves como señal de absoluta identificación.
Los jugadores cantaron el himno nacional como si se volviera a disputar la final con Francia. Dibu Martínez, el portero estrella de la selección dejó que su rostro se empañara de lágrimas. Y Messi, acusado tiempo atrás de no entonar la canción patria, abrió bien la garganta para dar claras señales de su pertenencia.
Haciendo cola por Messi
El partido no podía sustraerse de la locura previa. Unas 400 personas llegaron al estadio y descubrieron que las entradas que habían adquirido eran falsas. Las escenas de llantos de los niños formaron parte de la trama emocional que rodeó al partido. Decenas de personas intentaron entrar al estadio por la fuerza y fueron repelidos por la policía. El propio Scaloni dijo que, si fuera por ellos, jugarían un partido en cada provincia para agradecer tanto amor. Recorrerían el país y repetirían el mismo festejo. Pero hubo uno solo y presenciarlo fue un privilegio de pocos, si se tiene en cuenta cuántos argentinos se resignaron a ver el festejo por televisión. Dibu Martínez admitió que solicitó 120 entradas para toda su familia. Lo mismo hicieron otros jugadores y dirigentes.
Si bien el partido ante Panamá resultó apenas una excusa, puso en escena el peso de la idolatría global hacia Messi. Una vez finalizado el encuentro, los jugadores centroamericanos hicieron cola para que el mejor del mundo les estampara una firma en su camiseta o posara sonriente para una foto.
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