Barraca y tangana

Sigue ganando

Las contingencias pasan, pero si el estado de opinión ha arraigado, permanece la marca. Importa más lo que digas que lo que hagas. Sobre todo si ganas.

Barraca y tangana. Enrique Ballester

Barraca y tangana. Enrique Ballester

Enrique Ballester

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Abrazar el pragmatismo para ganar títulos sin rubor con el Barcelona es algo que solo podría hacer Xavi Hernández, de la misma manera que solo el PP de José María Aznar podía derogar el servicio militar obligatorio sin que apenas nadie se quejara. Al resto no se lo habrían permitido. A estos se les perdona.

Cuando iba al colegio, a menudo me sentaban al lado de algún chico repetidor o problemático. Esto se debía, supongo, a que yo era todo lo contrario. Yo era un niño dócil que sacaba buenas notas. Pronto me di cuenta de que ir pasando de curso arrastrando esa fama ayudaba. A mí me perdonaban historias que con otros castigaban.

Por ejemplo, un día que teníamos que llevar postales navideñas, yo había preparado dos y mi compañero ninguna. Lógicamente le presté una de esas dos, porque no soy una rata. La sorpresa llegó a la hora de la corrección, porque la profesora alabó la mía y criticó con crueldad la otra, en voz alta. Quizá la mía fuera algo mejor, pero os aseguro que no había tanta diferencia. Mi compañero me miró y ni él ni yo dijimos nada. Nos quedó claro que él debía hacer más que yo para llegar al mismo plano.

Diferentes maneras

El relato del Barcelona es tan potente y está tan asentado en el imaginario colectivo que a menudo la realidad no importa. La subjetividad está ganada. ¿Cuántas veces vemos jugar al Barça como el Barça dice que juega? Pocas, pero no importa, sobre todo si el entrenador es un símbolo y sobre todo si ganan. ¿Cuántas veces hemos visto jugar a Brasil como Brasil dice que juega? Menos, pero inconscientemente seguimos asociando a Brasil con el jogo bonito y el fútbol samba. Las contingencias pasan, pero si el estado de opinión ha arraigado, permanece la marca. Importa más lo que digas que lo que hagas. Sobre todo si sigues ganando.

De un tiempo a esta parte ya se permite comentar que se puede jugar bien al fútbol de diferentes maneras, que Araujo es mil veces más eficiente que Eric García o que Busquets agradece la nueva compañía en el centro del campo. Que por adaptarte no te estás traicionando. Todo eso ha calado, y no pasa nada. Lo único que chirría es que sugerirlo siquiera, hace poco, te convertía en mala persona. Era propio de gañanes y bárbaros. No era digno del ADN. Era motivo de espanto.

Las etiquetas

Ese fluctuar de los estados colectivos de opinión siempre me ha extrañado. Pocas cosas son más complicadas para un futbolista que voltear unas etiquetas que se forman, con frecuencia, a base de prejuicios que te desbordan. La semana pasada leí una noticia sobre Dani Parejo. Todos sabemos la fama con la que ha crecido el futbolista Parejo. Que si no se cuida, que si no trabaja... Pues resulta que lleva una década por encima de los 30 partidos de Liga, cada año. Resulta que no hay nadie más fiable. Resulta que el presuntamente poco profesional es en la práctica el más profesional de todos. Sin aspavientos. Sin cogerte del brazo. Solo hace su trabajo.

Resulta también que Parejo es uno de los centrocampistas que más balones recupera de toda la Liga, en especial en campo contrario. Eso dicen los datos. A otros hay que buscarlos en la estadística de patadas a destiempo y de tirarse al suelo cuando la pelota ya ha pasado, para llevarse los aplausos. Es igual que esos que al hablar mueven mucho los brazos, que los escuchas y los miras y los aplauden y al final piensas, ¿pero este qué ha dicho? Nada ha dicho, pero movía los brazos. A su manera, sigue ganando.

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