Pedri da color a un Barça gris

Hizo magia Pedri. Magia hizo Pedri para que el Barça venciera al Girona. En otro mal partido de los azulgranas, sin apenas ocasiones, solo una, la suya, la que aprovechó, permitió al líder salvar la visita a un campo amigo donde no encontró ni una facilidad. Al contrario. Detrás de la cordialidad, a pesar de las afinidades, hubo una feroz pelea por los tres puntos.

La calidad individual sentenció el duelo ante dos equipos hechos y derechos, compactos difíciles de batir. Incluso el Girona, que ha encajado goles en todos los partidos. Del Barça está sobradamente contrastada la solvencia defensiva. Solo seis tantos ha recibido en 18 encuentros. Uno cada tres partidos. Tal vez le toque a Ter Stegen encajarlo el miércoles en el campo del Betis.

Sobre la barra de equilibrio

Para entonces tendrá el Barça a Lewandowski y Ferran Torres que deberían suministrar un caudal de goles que pueda evitar agonías como la vivida ante el Girona. Que no era nueva. Por la mínima ha ganado el Barça los cuatro últimos partidos de Liga, más el empate ante el Espanyol. El equipo camina sobre una barra de equilibrio de la que un día caerá.

Se salvó en Montilivi, gracias a la intervención de Pedri para dar color a un equipo gris oscuro, tirando a negro, y que parece italianizarse por esa tendencia en vivir en la angustia. Lo disimula al defender con el balón en los pies, aunque pasó varios momentos de zozobra justo después de adelantarse. Otro mal hábito de los azulgranas.

Iván Martín falló lo que acertó Pedri, que disputaba su partido número 100 con solo 20 años y celebró la cifra redonda con su quinto gol en la Liga. Fue el nueve que socorrió el Barça porque fue el único que estaba preparado para cazar el inesperado regalo. Fue el cuarto delantero, aunque no lo es por naturaleza. 

De tres delanteros a dos

Sí lo eran los tres que alineó Xavi al principio en el campo, con lo que solo el joven Ángel Alarcón ejercía de recambio. Pronto se quedó con dos. Si pretendía preservar a Pedri, que es lo que se dedujo de la alineación, le falló pronto la estrategia. Tuvo que meter al canario en el campo al caer lesionado Dembélé antes de la media hora. El infortunio le obligó a volver a los cuatro centrocampistas.

O acaso fue una señal del azar pese a la desgracia del extremo francés, que estaba mostrando la otra cara del futbolista desequilibrante que decidió el choque ante la Real: la del futbolista errático que tira dos pases horizontales que generan contraataques rivales y que no se va ni una vez de su par, Arnau, bien acompañado por Yan Couto.

De ese dos contra uno nunca se evadió Dembélé –ni Raphinha frente a frente con Miguel-, y el traslado de Gavi a esa zona alteró el ecosistema existente. Lo alteró básicamente la entrada de Pedri en el campo y, sobre todo, al ser ubicado en la izquierda a partir de la segunda mitad, cerca de su amigo. Como si Xavi hubiera dado por inútil la banda derecha. Introdujo también a Jordi Alba por Marcos para que diera profundidad a un Barça absolutamente plano. 

El gol de siempre

El Girona siempre recibe un gol y no iba a ser menos con la visita del líder. Pese a que se defendió de maravilla, sucumbió otra vez. Bastó un error, o una cadena de errores, para encajar el gol demoledor nacida a partir de su voluntad de construir desde atrás.  

El Girona se había protegido con dos líneas de cuatro, preocupado por cerrar los espacios interiores y obligar al Barça a pasar por los extremos, nulos todos. Sin ningún lateral profundo, que les ayudara el ataque, el once de Michel vivió cómodo atrás basculando de un lado a otro siguiendo el balón, pero sin sentir el miedo de un pase vertical, envenenado que le agujereara por dentro. Ansu Fati se movía pero nadie le vio. El nueve del Barça adquirió más relevancia robando balones en la presión que rematando. Dispuso de dos oportunidades que atendió con tibieza. De la nada marcó Pedri en una fugaz aparición.

La derrota obligó a espabilar al Girona. Sin abandonar el refugio defensivo, sus jugadores acudían con más fiereza al balón dividido. Robó más balones y pudo intentar algunos contraataques. Sin pisar el área ajena era imposible marcar, y la entrada de Stuani agitó el partido: no solo incentivó a sus compañeros sino que intimidó a los rivales. La precaria ventaja barcelonista trastabilló. Araujo sacó un balón bajo los palos y más tarde

Toni Villa y, sobre todo, Iván Martín, fallaron sus oportunidades.

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