Pionero del 'freeride' en España

Aymar Navarro, el 'jabalí' que persigue una buena línea

Abel Moga y Elisabet Marina desafían el Freeride World Tour con una bravura cautivadora

El esquiador de la Val d’Aran disputa su séptimo Freeride World Tour con "buenas sensaciones", pero anuncia que este será el último año en la élite

Aymar Navarro

Aymar Navarro / Freeride World Tour / Maria Knoll

Alba Casanovas Torre

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Cuando se puso unos esquís por primera vez, el carving era una quimera y las tablas con un patín de más de 100 milímetros, una utopía. Fue en Baqueira Beret a principios de los años 90, junto a una buena hornada de esquiadores, aunque muy pocos llegaron a la élite. Treinta años después, Aymar Navarro (Les, 1989) convive con la etiqueta de ser el pionero del ‘freeride’ en España, una disciplina que tras pocos años de recorrido ya está en el apogeo, y enfila su séptima temporada en el mundial gracias a la invitación de la organización por su notable trayectoria. Lo hace con "buenas sensaciones", pero consciente de que ya ha hecho todo lo posible al máximo nivel. De hecho, anuncia a EL PERIÓDICO que este será su último año en el Free World Tour

El FWT23 comienza este domingo con el Baqueira Beret Pro y Navarro juega en casa. "Daré el máximo, poder ganar en casa sería la hostia", comenta 'el jabalí', como así lo conocen en el circuito. Aun así, es realista y admite que "el nivel está muy alto, sobre todo el de los jóvenes, y el podio va caro". Por si no fuera poco, tanto él como los otros dos ‘riders’ nacionales, Abel Moga y Eli Marina, han entrenado menos de lo deseado. El motivo no es otro que la escasez de nieve que ha habido en los Pirineos y en casi toda Europa durante noviembre y diciembre. Eso cree que supone una "pequeña desventaja" respecto a sus rivales, sobre todo con los americanos.

“Dos paradas especiales” en los Pirineos

El Tuc de Bacivèr de Baqueira acoge el campeonato por segunda vez y dará el relevo a la veterana Ordino Arcalís Pro, que se celebra la próxima semana en Andorra por noveno año consecutivo. Que dos de las cinco competiciones de la temporada se celebren en los Pirineos no es casualidad, teniendo en cuenta las bastas montañas que hay en el mundo. Sobre ello, Navarro alaba el trabajo de las dos estaciones de esquí.

Aymar Navarro durante una prueba del Freeride World Tour.

Aymar Navarro durante una prueba del Freeride World Tour. / Freeride World Tour / Maria Knoll

Por un lado, explica que "los andorranos tienen mucha experiencia organizando la prueba". Además, añade que "la zona les brinda a diferentes opciones de bajadas". Por el otro, valora que "la afluencia de público que acudió a Baqueira el año pasado superó con creces a la del resto de pruebas y le dio un plus extraordinario". En esta línea, cree que la estación aranesa "hizo el mejor evento de la temporada". No lo dice para quedar bien con su gente, ya que reconoce el Bacivèr "se queda un pelín corto", pero considera que "da mucho juego para todo tipo de esquiadores". Con todo, afirma que las pruebas del Pirineo "son dos paradas especiales".

Verbier, el cielo y el infierno

La mejor clasificación del esquiador de la Val d’Aran en un mundial fue en la finalísima Xtreme Verbier de 2021, el plato fuerte por excelencia del FWT. Y ese es el mejor recuerdo que tiene de su etapa en la élite. "Estar en esa mítica prueba era un sueño cuando comencé a competir. Verme en ese pódium con el dorsal rojo fue un momento épico", detalla. En ese mismo escenario tuvo uno de los peores accidentes de su carrera. Después de realizar un salto y no aterrizar como esperaba, se deslizó varios metros para finalmente golpearse contra las rocas. Se fue de Suiza con una doble fractura de hombro y otra en la mano.

"Estoy más que satisfecho con lo que he conseguido. Ha sido un sueño cumplido desde que era pequeño”

Segundos de adrenalina, horas de esfuerzo

No son las únicas lesiones graves que acumula en el historial. En realidad, en cierto grado son inherentes al esquí y, aunque hacen mella en el cuerpo del esquiador de 33 años, Navarro se ha recuperado con creces gracias al duro entrenamiento físico que realiza. Tanto para aguantar los envites de la profesión de bomberos como los de este deporte. Porque el ‘freeride’ no solo son segundos de adrenalina máxima cuando se coge una buena línea, sino todas las horas de ascenso a la montaña previas, a pie y con el material a cuestas. 

Sea como fuera, de él depende volver a las dos finales, entre las que destaca Verbier. Para ello necesita ser uno de los 11 mejores esquiadores del mundial tras disputar las tres primeras pruebas, que además de Baqueira y Ordino incluyen el Kicking Horse Golden BC Pro de Canadá. Esas no se las quita nadie, como los siete mundiales que ha disputado. "Estoy más que satisfecho con lo que he conseguido", manifiesta, a la vez que reitera que ha sido "un sueño cumplido desde que era pequeño”. Por eso, este año una de las prioridades es "disfrutar", reitera.

Pionero del ‘freeride’ en España

Lo que no depende de él es que se le considere uno de los pioneros del ‘freeride’ en España. Lo es, sobre todo por catapultar el esquí patrio internacionalmente, pero Navarro es modesto y admite que “ha habido gente que ha hecho mucha faena antes que yo”. En esta línea, se enorgullece de Suso Folgar, David Sanabria y del malogrado Jordi Tenas. "Me fijé en ellos cuando empecé", recuerda. “He tenido la suerte de que me han salido los resultados y que los sponsors me han ayudado a cumplir los proyectos”, precisa. Eso sí, reconoce haber abierto "un pequeño camino a los jóvenes".  

"No me retiro, todo lo contrario, se abre una nueva etapa. Tengo ganas de hacer esquí de altura, expediciones y otros proyectos que me lleven al límite"

Proyectos de altura

El ‘freeride’ posee muchas cosas, pero no la que define al resto de disciplinas de esquí: no tiene línea de meta. Navarro tampoco pone fin a su trayectoria. "No me retiro, todo lo contrario, se abre una nueva etapa", avisa. "Tengo ganas de hacer esquí de altura, expediciones y otros proyectos que me lleven al límite", precisa. Esos propósitos son, por ejemplo, ascender con cuerda durante más de seis horas al pico de la Tallada, un icónico pico de los Pirineos de casi 3.000 metros, y luego esquiar una canal casi imposible para el resto de los mortales. Porque hay muchas rondas que planchar después del Freeride World Tour. 

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