Esquí alpino

Lindsey Vonn regresa para ser la primera mujer en esquiar la pista más peligrosa del mundo

PERFIL | Mikaela Shiffrin, la reina universal de las nieves

La campeona estadounidense borda de noche el descenso de Streif, en Kitzbühel, reservado exclusivamente para la Copa del Mundo en categoría masculina

Lindsey Vonn

Lindsey Vonn / Joerg Mitter / Reed Bull Content Pool

Alba Casanovas Torre

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Se retiró en plena temporada de 2019, sin ni siquiera disputar las finales de la Copa del Mundo de esquí alpino debido al dolor que sufría por el cúmulo de lesiones. Pero Lindsey Vonn no se bajó de los esquís. Al contrario, se mantiene (muy) en forma y sigue siendo la dama blanca. Desde el pasado 8 de enero tiene que compartir el trono con su compatriota Mikaela Shiffrin, que igualó su récord histórico de 82 victorias en el circuito en categoría femenina. Además, la lógica de la razón dice que la reina universal de las nieves superará holgadamente esa marca. Eso supondrá para Vonn bajar al segundo peldaño, algo antagónico con la competitividad que derrochó durante su carrera. Así que la de Colorado se ha vuelto a apretar las botas para convertirse en la primera mujer en bajar la pista más peligrosa del mundo. Por si no era suficiente, y para perpetuar este hito, le añadió otra dosis de dificultad: bordó el descenso de Streif, en la estación austríaca de Kitzbühel, de noche

El circuito de la Copa del Mundo está incomprensiblemente empeñado en marcar diferencias entre hombres y mujeres, que disputan algunas carreras de la temporada en pistas diferentes. Es el caso de esta semana: se disputan las pruebas de velocidad más difíciles del año en ambas categorías, ellas lo hacen en Cortina d’Ampezzo (Italia) y ellos, en Austria. Es allí, en la montaña de Hahnenkamm, que alberga competiciones de esquí alpino desde 1937, donde el jueves se presentó Vonn.

La ratonera con un desnivel del 85%

Lo hizo con 38 años, tras realizar un entrenamiento específico de cinco semanas, con el asesoramiento del exesquiador de velocidad Daron Rahlves y con los esquís prestados de su compañero en activo Ryan Cochran-Siegle. "Siempre quise esquiar con los hombres, pero, sinceramente, no estaba segura de poder hacerlo. Tampoco creía que sería capaz tras mis lesiones", admitió la olímpica en sus redes sociales tras completar dos minutos de descenso y demostrar que las mujeres pueden hacer todo lo que se propongan. 

Lindsey Vonn en el portillón de salida del descenso nocturno de Streif, en la estación de Kitzbühel.

Lindsey Vonn en el portillón de salida del descenso nocturno de Streif, en la estación de Kitzbühel. / Joerg Mitter / Reed Bull Content Pool

Bajo los focos, Vonn se adentró en el portillón de salida. Miró a Streif de tú a tú por primera vez y se lanzó hacía la primera recta de la pista, llamada Startschuss (pistoletazo de salida, en castellano), la cual tiene 160 metros de largo y 27 grados de inclinación. En apenas nueve segundos, alcanzó los 100 km/h y se adentró en el muro Mausefalle.

"Sentí que saltaba al abismo"

La leyenda austríaca Toni Sailer le puso el nombre de ratonera a la parte más célebre, técnica y empinada del recorrido por un motivo: comparó el salto con una trampa de roedores porque los esquiadores sienten que dirigen hacia lo desconocido. Con razón, ya que ese muro tiene 40,4 grados de inclinación o, lo que es lo mismo, 85 metros de desnivel por cada 100 metros de avance en horizontal. Además, los corredores alcanzan una velocidad de hasta 120 km/h en la parte inferior de la sección. Vonn no fue menos y corroboró que sintió que "saltaba al abismo", confesó.

Superó sin problemas el giro de 180 grados del Karusell con una fuerza centrífuga de tres g y encaró el salto Seidlalm con determinación. Como exige esa sección, viró hacia la derecha mientras estaba en el aire para seguir deslizándose por un trazado con puertas iluminadas, pero con unas condiciones de nieve muy exigentes, ya que está más helada cuando oscurece.

Finalmente, tras lograr una velocidad punta de 132 km/h y quedarse solo a 19km/h del récord masculino que ostenta Michael Walchhofer desde 2006, cruzó la línea de meta, que aguardaba silenciosa. En cambio, unas horas después reunió a más de 20.000 personas para ver el descenso masculino, que el viernes ganó Vincent Kriechmayr y el sábado, Aleksander Aamodt Kilde.

El desafío "más gratificante"

"No creo que haya estado tan nerviosa antes de una bajada en mi vida. Busco emociones, soy una adicta a la adrenalina y me encanta esforzarme hasta el límite absoluto. Este fue uno de los proyectos más emocionantes y peligrosos de mi vida, y el más gratificante", aseguró. Eso sí, pese a la satisfacción, reconoció que la medalla de oro conseguida en el descenso de los Juegos Olímpicos de Vancouver en 2010 se lleva la palma de todas las experiencias que acumula la todavía esquiadora más laureada de la historia.

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