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El día en que Lineker defecó en el césped (y otras historias insólitas de los Mundiales)

Un libro ha recogido las anécdotas más sorprendentes ocurridas en los 21 torneos mundialistas celebrados hasta Qatar-2022

Maradona marca un gol ante Inglaterra en el Mundial de México de 1986 "con la ayuda de la mano de Dios"

Maradona marca un gol ante Inglaterra en el Mundial de México de 1986 "con la ayuda de la mano de Dios"

Juan Fernández

Juan Fernández

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Nadie sabe dónde está la camiseta que portaba el jugador que metió el primer gol en un Mundial de fútbol ni qué fue del oro que dio brillo y sustento a la copa que alzaron los campeones en las primeras ediciones del torneo. Durante la ocupación nazi, la prenda desapareció del trastero donde la guardaba Lucient Laurent, delantero de Francia en Uruguay en 1930, y el trofeo fue robado de las vitrinas de la Confederación Brasileña de Fútbol en 1970. Cuando la policía dio con los cacos, la copa corría por los bajos fondos de Río de Janeiro convertida en lingotes.

21 Mundiales dan para contar miles de anécdotas y hazañas menores que normalmente escapan al rutilante relato de los partidos. El periodista y escritor argentino Luciano Wernicke ha reunido unas cuantas en ‘Historias insólitas de los Mundiales de fútbol’ (Altamarea), donde invita a recorrer los 92 años de memoria del mayor evento popular del planeta por el lado más pedestre y alejado de los grandes titulares deportivos. 

2.548 goles

La de los Mundiales es una historia llena de ilusiones, decepciones y goles -2.548 iban contabilizados hasta el que el ecuatoriano Enner Valencia abrió el marcador en la inauguración del torneo de Qatar-, pero también de situaciones peculiares. 

Como la que sufrió Gary Lineker en el debut de Inglaterra en México’86: un inesperado retortijón le obligó a defecar en pleno partido sobre el césped, que de paso le sirvió de papel higiénico. O el delantero uruguayo Juan Hohberg, que siguió jugando la semifinal de Suiza’54 tras sufrir un paro cardíaco al celebrar un gol. O el valencianista Antonio Puchades, que puso una sola condición para acudir a Brasil’50: que le dejaran viajar con una caja de latas de paella, comida que necesitaba tomar a diario.

El valencianista Antonio Puchades puso una sola condición para acudir al mundial de Brasil de 1950: que le dejaran viajar con una caja de latas de paella. Cada día debía comerse un plato

El relato asilvestrado que compone Wernicke reúne sus pasajes más chocantes a cuento de los primeros Mundiales, que hoy parecen propios de otro deporte, e incluso de otro planeta. 14 días de ruta marítima tuvieron que soportar los jugadores de Francia, Bélgica, Rumanía y Yugoslavia para llegar al debut del Mundial de Uruguay, en 1930, y otros tantos les tocó afrontar a las escuadras americanas para viajar hasta Francia cuatro años más tarde. 

Garrincha estuvo a punto de no ir a Suecia'58 porque en los test se reveló que tenía grandes limitaciones intelectuales.

Garrincha estuvo a punto de no ir a Suecia'58 porque en los test se reveló que tenía grandes limitaciones intelectuales. /

Tiempos rudos

No existían por entonces las comodidades que contempla el fútbol internacional actual y hasta el propio balón, de cuero cosido, estaba tan duro que algunos futbolistas jugaban con boina para evitar abrirse la cabeza en los remates. Eran tiempos rudos y difíciles, propios para hombres dúctiles y sin remilgos como el árbitro belga Jan Langenus que, aparte de juez, ejerció de periodista en el torneo de Uruguay: al acabar cada partido, sin cambiarse de ropa, salía disparado para dictar por teléfono la crónica al rotativo alemán Kicker. Lo de la vestimenta era lo menos grave: en aquellos años, los árbitros iban vestidos con camisa, americana y corbata.

Los Mundiales han estado marcados por el devenir histórico del siglo XX, que ha sido generoso en giros de guion. Hoy se deberían llevar celebrados 23 torneos, pero los dos que tocaban en los años 40 no se organizaron debido a la Segunda Guerra Mundial. A pesar de haberse clasificado, Austria no pudo participar en el de Italia de 1938 porque Hitler la anexionó a Alemania días antes de empezar la competición. España, en plena guerra civil, tampoco participó, pero envió a Roma dos delegaciones oficiales, una por cada bando en contienda, que pudieron observar cómo todos los equipos, antes de empezar cada partido, debían desfilar haciendo el saludo fascista con el brazo en alto.

El Mundial de Qatar no es el primero que se ve envuelto en rumores de boicot. De hecho, Inglaterra se estuvo resistiendo a competir hasta Brasil’50 porque no reconocía la autoridad de la FIFA y el equipo de India, que se clasificó para jugar aquel torneo, no se presentó porque a sus futbolistas no les dejaban competir descalzos, que era como solían jugar en casa. 

El equipo de India, que se clasificó para jugar en el Mundial de Brasil de 1950, no se presentó porque a sus futbolistas no les dejaban competir descalzos, que era como solían jugar en casa

Jugar en domingo

En Suiza’54, seis jugadores católicos de Irlanda del Norte se negaron a acudir al Mundial porque el calendario les obligaba a jugar en domingo, día sagrado para ellos. Pero el torneo que acumuló más amenazas fue el de Argentina’78. Desde el Partido Laborista holandés hasta el líder socialista francés Lionel Jospín, fueron muchos los que pidieron de forma oficial que sus escuadras no acudieran a Buenos Aires para protestar por la dictadura militar. 

Cruiff en Alemania'74, pero sin el logotipo de Adidas

Cruyff en Alemania'74, pero sin el logotipo de Adidas /

Cruyff no viajó al país austral, aunque no por motivos políticos, sino porque quería estar cerca de su familia tras el asalto que esta había sufrido semanas antes. Pero él también protagonizó su particular boicot: en la final de Alemania’74 se negó a saltar al campo con una camiseta diseñada por Adidas, ya que él tenía una exclusiva con Puma. La solución que encontraron fue que vistiera una blusa sin logotipo comercial, y él mismo se encargó de arrancar las franjas laterales que identifican a la marca alemana.

El Maracanazo

En la memoria mundialista, dos partidos sobresalen entre todos los demás: la final de Brasil’50 -el ‘Maracanazo’, nombre con el que se denominó a la inesperada derrota brasileña ante Uruguay, legó una plaga de suicidios en el país-, y el mítico Argentina-Inglaterra de México’86, en el que Maradona metió su famoso gol con la ayuda de “la mano de Dios”. La derrota sentó tan mal a los ingleses que varias casas de apuestas devolvieron el dinero a los que lo habían perdido tras apostar por la victoria británica. 

Junto al ‘Pelusa’, la otra gran figura de la historia de los Mundiales fue el brasileño Pelé. Él se llevó los laureles, pero las anécdotas memorables las protagonizó su compañero de juego Garrincha, que estuvo a punto de quedarse sin ir a Suecia’58 porque el entrenador carioca contrató a un psicólogo y, tras someter al jugador a diversos test, descubrió que tenía un coeficiente intelectual propio de un discapacitado mental. Sus compañeros le conocían bien y no se sorprendieron al verle destrozando la radio que había comprado en Estocolmo entre gritos de: “¡Me han engañado, me han vendido un aparato que solo habla en sueco!”. Eran otros tiempos, otros futbolistas y otros Mundiales.

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