Locos por el

gravel

por Ignasi Fortuny

Locos por el

gravel

por Ignasi Fortuny

En 1990, Durango (EEUU) acogió el primer Mundial de ciclismo de montaña. Desde mucho antes (1927), el hermano mayor, el  ciclismo en ruta - el de carretera de toda la vida, vamos-,  celebra cada año su campeonato del mundo. Y el pasado fin de semana la Unión Ciclista Internacional (UCI) organizó por primera vez el Mundial de gravel, reconociendo a esta nueva disciplina como algo más que una moda pasajera. Desde hace unos cinco años, su presencia en caminos de montaña es cada vez mayor.

Es algo así como una modalidad de ciclismo -casi- todoterreno: bicis ligeras pensadas para grandes distancias que permiten al ciclista volar en pistas de arena y gravilla y circular en tramos de asfalto sin el lastre que supone el peso siempre superior de una mountain bike. De hecho, en un primer vistazo uno ve  una bici de carretera (rígida, sin suspensiones) con ruedas gruesas.  

Al primer Mundial de gravel acudieron estrellas del pelotón internacional como el neerlandés Mathieu Van der Poel, el esloveno Peter Sagan o, como representante español, Carlos Verona. Todos ellos participaron en el último Tour de Francia. Van der Poel, que partía como favorito en el estreno de la prueba, acabó tercero en un Mundial que ganó el belga Gianni Vermeersch. Verona, al que se le puede ver entrenando a veces con este tipo de bicicleta, decidió incluir varias pruebas de gravel en su calendario para tener un final de temporada diferente y disfrutón: terminó el 26.

Este Mundial, que se celebró en la región italiana del Véneto (el año que viene será otra vez en Italia), viene a ser la confirmación de que el gravel es una disciplina más del ciclismo. Y los grandes nombres que se presentaron en la prueba le dieron otra dimensión, dándole mucha más presencia mediática a la disciplina.

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CARACTERÍSTICAS DE UNA BICI DE GRAVEL

Cuadro

Es entre medio centímentro y un cm más corto que el de una bici de carretera. Y entre uno y dos cm más alto para que el ciclista tenga una posición más relajada y pueda agarrar más facilmente la parte baja del manillar.

Rueda y paso de rueda

La rueda de una bici de gravel puede ir hasta los 45 mm, pero también se puede montar una cubierta muy estrecha, como de carretera.

Manillar

Parecen iguales, pero no lo son. El manillar de gravel es más abierto por la parte de inferior para que el ciclista gane estabilidad cuando vaya agarrado abajo del manillar.

Plato

A diferencia de las de carretera, son, generalmente, bicicletas con un solo plato por, entre otras razones, simplificar la transmisión.

«No creo que Van der Poel haga vender más bicis, pero te da visibilidad, es un punto de palanca más. Es muy importante que la UCI reconozca al gravel como una modalidad por sí sola: no es montaña, no es carretera, es gravel».

Lo comenta David Matheu, un tipo de Barcelona que lo vio venir hace tiempo y que desde su tienda ciclista Velodrom ha divulgado su práctica y su cultura. «Pensé que podíamos llegar a un público brutal. Y te puedo decir que hace tres años ya era un mercado consolidado», apunta Matheu, que desde Velodrom (tienda en Barcelona, Girona y, próximamente, en Bilbao) comprueba año tras año el crecimiento de esta práctica ciclista.

«Hemos ido creciendo de manera exponencial, se multiplica cada año, pero sigue viniendo mucha más gente para bicis de carretera», añade. Pasear frecuentemente por Collserola permite comprobar el auge que comenta Matheu.

 Hará unos seis años que decidió correr una prueba de mountain bike de larga distancia con una bici de gravel. Resultado: bajó una hora el tiempo que solía hacer en esa carrera. Y la ganó, claro. «Llegaba a los avituallamientos que no estaban montados. Vi que era una bici muy rápida por pista y que en asfalto era prácticamente tan rápida como una de carretera», recuerda. Ese fue el día que Matheu, de 38 años, conoció de primera mano las características de  una disciplina que define como «30% carretera y 70% montaña».

Más allá de la alta velocidad, el gravel llama a un gran abanico  de ciclistas: desde los que tienen miedo al asfalto y el estrés de los coches hasta los que les gusta la mountain bike pero son poco técnicos. «El equilibro es brutal», opina Matheu, que apunta además a la parte social del gravel. «Es una bici para rutas largas, para salir con los colegas el domingo. Y no es como la mountain bike, que en muchos casos vas en fila de uno, sino que permite rodar en pelotón», apunta.

 

La de gravel es una bicicleta rígida, ligera, veloz y, sobre todo, social: ideal para hacer largos viajes por etapas

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Uno de los términos clave en todo esto es el bikepacking, el nombre que reciben las bolsas diseñadas para llevar la casa encima (en el manillar, debajo del asiento...) para hacer viajes por etapas -la ligereza y el adn todoterreno de estas bicis las hacen ideales para esto-.

Sin embargo, las características de esta modalidad de ciclismo hacen que no sean para todos los terrenos. «No en todas las comunidades se puede hacer gravel. El Empordà, por ejemplo, es un sitio ideal para practicarlo y, en cambio, en la Vall D’Aran te diré que es casi imposible», comenta Matheu.

¿Y Barcelona? «Es un territorio 100% gravel. Puedes ir por todas las pistas de Collserola, puedes enlazar con todos los puertos de Barcelona, Sant Cugat... Cruzar todos los puertos sin pisar el asflato», ilustra el copropietario de Velodrom.

Un reportaje de EL PERIÓDICO

Textos:
Ignasi Fortuny
Fotos:
Massimo Fulgenzi (AFP) / Joan Cortadellas / Velodrom
Infografía:
Ricard Gràcia
Coordinación:
Rafa Julve