FÚTBOL

Jordi Amat, del Espanyol a príncipe de Indonesia

El futbolista catalán, que milita en un equipo puntero de Malasia, está a punto de nacionalizarse indonesio, como su abuela materna, para poder jugar con su selección

Jordi Amat

Jordi Amat

Arnau Segura

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Pocos nombres parecen más catalanes que Jordi Amat Mas, pero el Mas en realidad es Maas y esconde una singular historia que trasciende fronteras. "Es holandés. Con mi madre siempre bromeamos con que se podrían haber llamado Van der no sé qué, algo así más holandés", sonríe Amat (Canet de Mar, 1992) mientras descuenta las horas para recibir y estrenar su nuevo pasaporte indonesio. "Solo falta la firma del presidente", celebra. Es media tarde en Asia, mediodía en Catalunya: "Estamos muy lejos".

Ha cambiado de ciudad, de país e incluso de continente: ex del Espanyol, el Rayo Vallecano, el Betis, el Swansea y el KAS Eupen belga, emigró a Malasia en verano para fichar por el Johor, "el Real Madrid de aquí": el equipo, uno de los más importantes del sureste asiático, acaba de alzar su novena liga consecutiva y en agosto jugó los octavos de final de la Champions League por primera vez. El presidente, "el boss", es el príncipe del Sultanato de Johor, Tunku Ismail: un aristócrata multimillonario que se ha planteado comprar clubes como el Valencia, el Manchester United o el Milan y que se ha fotografiado con Cristiano Ronaldo, Leo Messi o Gerard Piqué. Cuando le saluda, el central agacha la cabeza. "Aquí la gente respeta mucho a la realeza".

Continúa. "Crecemos con la ilusión y el gran sueño de debutar en Primera, pero no es el final. El mundo no se acaba en España y no hay que tener miedo a salir fuera ni al cambio". Salir permite sentirse importante, dejar de pelear por no descender, descubrir sensaciones que en España están reservadas a la nobleza, como lograr títulos: "Me cuentan que en Indonesia hay 40.000 o 50.000 personas en cada partido. Y esto en España solo puedes vivirlo en los campos del Barça, el Madrid, el Athletic, el Betis o el Sevilla". Admite que el futbolista tiene una oportunidad única, y finita, de aprovechar su trabajo para descubrir el mundo, "para vivir experiencias bonitas y diferentes que no harías si no fuera por los estudios o por el fútbol". Ya está estudiando bahasa (indonesio).

Jordi Amat

Jordi Amat, con su abuela indonesia. /

Ha llegado a Malasia para estar más cerca de Indonesia, su nuevo país y el de su abuela, Isje. Jugará con Indonesia por lo deportivo, para cumplir su sueño infantil de jugar con una selección nacional, sabiendo que en España es una fantasía irrealizable, y por lo familiar: para que los suyos se sientan felices y orgullosos y para devolverle algo a la tierra que vio emigrar a su abuela, hace ya muchos años. Su historia es de película.

"La primera camiseta de la selección será para mi abuela. Su nivel de felicidad es enorme. Lo noto cada vez que hablamos por FaceTime o por WhatsApp. Para ella, haber llevado su nieto a Indonesia es algo muy, muy grande"

— Jordi Amat, futbolista

"Tuvo que irse de Indonesia con 8 o 10 años por una guerra civil. Se fue a Holanda. Ahí creció y conoció a mi abuelo, en el instituto. Tuvieron a mi madre. Unas vacaciones de verano quisieron ir a Francia, pero los hoteles estaban llenos o alguna cosa rara así y bajaron hasta el Maresme. Así conoció a mi padre, de Canet. Mi madre regresó a Holanda, pero se escribían cartas y al final vino y me tuvieron a mí". Prosigue: "Mi historia también es sorprendente. Conocí a mi mujer en el Mundial sub20, con España, en Colombia. Estuvimos hablando dos o tres años por Messenger y Skype y vino hacia aquí". Su hijo, Matías, "tiene sangre de todas partes".

Una isla bonita

De vuelta a la niñez, recuerda que su abuela siempre le contaba historias de Indonesia y él flipaba: "Su familia viene de una isla que se llama Siau y es de sangre azul, real. Uno de nuestros antepasados era el rajá de la isla, el rey, y me decía que yo era el sucesor y que ella era una princesa". Era cierto: cuando visite Indonesia, se hará una ceremonia para entregarle un certificado que lo acredita como pangeran de la isla (príncipe). La versión digital ya la colgó en su Instagram. "Es una isla muy bonita", ríe.

Jordi Amat

Jordi Amat, con la camiseta de su club de Malasia. /

Su Instagram ha crecido de 35.000 seguidores a más de 325.000: "Hicimos un stage de diez días con la selección y me pidieron más fotos que en toda mi vida. Se vive el fútbol de una forma muy pasional, con locura, de una forma que nosotros no entendemos. Los deportes reyes son el fútbol y el bádminton, pero el futbol tiene más afición. Dicen 'aquí, religión y fútbol'". Hace unas semanas murieron más de cien personas en un estadio del país, tras enfrentamientos violentos. "Sentí una tristeza gigante. Mucha pena. No me salían las palabras. Es la parte más triste del futbol", lamenta el jugador.

La felicidad de la abuela

Recupera el tono alegre y ambicioso para decir que su experiencia puede contribuir al crecimiento de una selección que solo ha jugado cuatro veces la Copa Asia (1996, 2000, 2004 y 2007) y que no está al nivel de su población: casi 275 millones, solo por detrás de China e India en Asia. "Es como tener detrás Alemania, Inglaterra, Francia e Italia. Tienen que darte una fuerza brutal".

Ya sueña con su debut, que se podría producir en diciembre: "Sentiré muchas cosas. Mucho orgullo, mucha ilusión. Será un momento precioso, maravilloso".

Pensará en Isje. "La primera camiseta de la selección será para ella", afirma radiante. Dice que en los últimos meses la ha visto llorar muchas veces, de felicidad. "Su nivel de felicidad es enorme. Lo noto cada vez que hablamos por FaceTime o por WhatsApp. Para ella, haber llevado su nieto a Indonesia es algo muy, muy grande", concluye Jordi Amat Maas mientras acaricia un perro: "Lo rescatamos ayer, volviendo de comprar un armario en IKEA para Matías. Había mucho tráfico e íbamos parando en la autopista. Vi a mi derecha un perro súper pequeño, abandonado. Estaba lloviendo y temblaba. Mi mujer bajó del coche, lo recogió y nos lo llevamos a casa. Y aquí le tenemos. Es guapísimo y, de momento, se lleva muy bien. Se llamará Bali".

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