El Barça no se distrae en Cádiz (0-4)

Estaba la artillería preparada en la banda, con Dembélé, Lewandowski y Pedri a punto de entrar para borrar el deshonroso 0-0 ante el Cádiz cuando una triangulación entre Raphinha, Gavi y De Jong, y la mano que echó Ledesma anticipó un trabajo que empezaba a ser urgente. Mucho más útil fue el esprint del portero en trasladar un desfibrilador hacia la grada, donde un espectador había sufrido un paro cardiaco, lo que interrumpió el partido casi una hora. Al reanudarse, el Barça dobló la ventaja que había acumulado para marcharse con otra goleada, con cuatro tantos por tercera vez.   

Se sacó el Barça la piedra del zapato que era la visita al Cádiz, un adversario tan difícil de batir como puede serlo todo un Bayern, oponiendo otro tipo de dificultades, con lo que Xavi regresará a Múnich con la cabeza alta para someterse al segundo examen. Al de la recuperación. El primero, del pasado diciembre, él y los suyos lo suspendieron. Acude con otro Barça ante el Bayern de siempre.

Xavi obró en función de la visita al Bayern y reservó titulares: hizo 9 cambios en la alineación.

Ocho minutos

Lewandowski se encontró el trabajo hecho con el gol de Frenkie de Jong, de pesca en el área amarilla, y tardó ocho minutos en calcar el tanto del holandés y rematar el resultado, dejándolo a salvo de cualquier incidencia. Era la primera victoria del Barça sobre el Cádiz. Llegó en el quinto partido, tras dos derrotas y dos empates, desde que los andaluces regresaran a Primera. Y era más obligada que nunca ante un rival que era el último, sin ningún gol y sin ningún punto.

Frente a esa tesitura, un nuevo equipo alineó Xavi y nueva camiseta (en partido oficial) exhibió el Barça sin necesidad: frente al amarillo local, los azulgranas comparecieron de gris. Ahora que puede, Xavi se permitió el lujo que solo tienen los ricos de reservar las piezas que quiere cuando quiere, a su antojo, según su conveniencia. Efectuó seis cambios ante el Viktoria y los amplió a nueve en Cádiz, influido por la aparición en el horizonte del Bayern, el martes. Por cierto, Julian Nagelsmann también sentó a quien quiso. Su equipo empató en casa.

Piqué, titular

Una alineación que pasaría por ser la buena, el año pasado sin ir más lejos, pero con tintes de ser el carro del pescado, como se decía en el fútbol, y que ahora se llama el fondo de armario para que no suene tan peyorativo. Pero a jugadores como Gerard Piqué le hirió más jugar en Cádiz, y ser titular por primera vez, que leer según qué cosas. No hace tanto habría sido él quien se sentara en el banquillo, en lugar de Koundé, por ejemplo, para estar descansadito y pletórico y disfrutar del plato bueno, el de la Champions de Múnich, antes que el de la calurosa tarde de Cádiz. 

De Jong adelantó el trabajo antes de que saliera Lewandowski, que marcó y asistió.

Algo parecido debió sentir Memphis Depay, suplente indiscutible de Robert Lewandowski. En ese caso, la diferencia se antojó abismal, con el holandés voluntarioso y desacertado y el polaco enseñando su condición de infalible: el primer balón terminó en la red y luego regaló la asistencia a Ansu Fati. Raphinha podía haber encarrilado la tarde antes, pero chutó al poste. 

Dembélé, Eric y Pedri, por deducción, tienen dos plazas reservadas. No es tan seguro que Jordi Alba, por su suplencia en el Mirandilla, vaya a jugar. No solo compite con Alejandro Balde tras varios años sin rivales, sino que también le amenaza Marcos Alonso, que observó con cierta envidia que Héctor Bellerín debutara de titular y él no. Alba se libró de los palos de Alejo, que zurró con la complacencia de Del Cerro. No se ahorró ninguno Gavi, el más pequeño y el más joven pero el más valiente de los culés para aguantar los golpes del angustiado Cádiz, colista. 

Con el gol de De Jong y el remate inmediato de Lewandowski bajó los brazos el Cádiz y los levantó el Barça. El signo más evidente fue el carrusel de cambios que se produjo en ambos equipos antes del largo parón. Se iban los titulares de casa y aparecían los del visitante. El Barça mejoró sustancialmente entre la incidencia del componente humano, el cansancio físico de los cadistas, cansados de correr sin tocar la bola (88 pases en el primer tiempo solo) y el bajón anímico de toparse con un Barça que, por primera vez, no fallaba delante suyo.  

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