Motín de la selección femenina de fútbol

El vestuario de la selección española femenina queda dividido y Vilda, señalado

Las jugadoras recularon tratando de desmentir el órdago que echaron a Vilda y a la Federación y ahora el seleccionador puede pasar factura a las cabecillas de una rebelión que deja un ambiente muy tenso en el grupo.

Las jugadoras de la selección en el entrenamiento previo al partido ante Hungría.

Las jugadoras de la selección en el entrenamiento previo al partido ante Hungría. / @sefutbol

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El motín de la selección femenina de fútbol ha vivido su primer episodio dejando a las jugadoras en fuera de juego. Las internacionales echaron un órdago al seleccionador, Jorge Vilda, sin medir las posibles consecuencias del mismo. No calibraron la fuerza del entrenador, que está respaldado por el presidente de la Federación, Luis Rubiales, y terminaron negando lo innegable, quedando además por mentirosas: habían pedido la destitución del seleccionador. Y a eso se suma que las propias futbolistas pidieron al departamento de comunicación de la Federación comparecer sin Vilda y limitar las respuestas de los periodistas. Síntoma inequívoco de su esperpéntica situación.

El sainete deja a las jugadoras en mal lugar y al seleccionador no mucho mejor. Vilda ha sido acusado por unanimidad de generar “un malestar” que todas las jugadoras refrendan. Un malestar que no quisieron o se atrevieron a concretar en actitudes concretas, pero que todas, azulgranas y madridistas, denunciaron. La diferencia es que las azulgranas presionaron para lograr el órdago de su destitución, mientras las madridistas, advertidas desde su club, apostaron por conversar en lugar de señalar al técnico, conscientes de que la jugada podía salir mal por la posición de fuerza de Vilda. Como ha ocurrido finalmente.

El seleccionador puntualizó, repitiéndolo en varias ocasiones, que la eliminación de la Eurocopa obedece “a fallos individuales graves, que yo asumo como responsable máximo, pero no fueron míos”. Para después avisar que quiere “jugadoras involucradas al cien por cien y que remen a favor”. Y advirtió, tras el éxito de la Sub-20, que se ha proclamado campeona del mundo, que las jóvenes vienen empujando fuerte. Por tanto, nadie podrá decir que no ha avisado de lo que se avecina en estos próximos meses.

Pasar factura

Se vienen tiempos duros. Parece que Vilda puede ir pasando factura a las cabecillas de la revuelta. Pero aún hay algo peor para las jugadoras: si finalmente saliera el seleccionador,, estarían obligadas a ganar un título después de señalar indirectamente al seleccionador como culpable de no haberlo logrado. Tampoco le queda mucho margen de error a la entrenadora deseada por el grupo., Natalia Arroyo, en caso de hacerse con el cargo. O gana o fracasa.

Hace tiempo que se demostró que no es buen negocio para un vestuario intentar tumbar a un entrenador señalándolo abiertamente, porque es un boomerang que siempre se vuelve en contra. Las jugadoras se han visto superadas por una situación en la que no han sabido calibrar el apoyo de Rubiales a Vilda. Y a eso se suma una pésima gestión a nivel de comunicación. La selección española de fútbol está fracturada. Por un lado está el distanciamiento entre las jugadoras y el seleccionador. Por el otro la división entre las propias futbolistas, que no han compartido la gestión de esta rebelión que se les ha vuelto en contra. 

Suscríbete para seguir leyendo