LOS 92 DEL 92

Judit Mascó: "Desfilar en la inauguración fue uno de los momentos más emotivos de mi vida"

La modelo barcelonesa fue la embajadora de la cita olímpica en el corazón del 'show business'

Judit Mascó

Judit Mascó

Núria Marrón

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La modelo Judit Mascó aún revive "una emoción extremadamente fuerte" cuando recuerda la ceremonia inaugural de los Juegos. Ya había oscurecido cuando protagonizó el que seguramente ha sido el desfile de su vida. En la primera incursión de la moda en un 'show' olímpico, la 'intellingentsia' del operativo había tenido la audacia de encargar a un grupo de diseñadores que conjuraran iconos de la liturgia local. Y allí estaban Inés Sastre con una ensoñación de la Sagrada Família o Pat Cleveland con 'La dona del paraigües' que había imaginado Pertegaz. A Mascó le había tocado un vestido de piel blanca de Enrique Loewe con fogonazos que aludían a Joan Miró. "Fue uno de los momentos más emotivos de mi vida. Yo entonces era un rostro muy popular y cuando salí a escena sentí como el aplauso subía de volumen; de alguna forma, se notó que yo era la modelo de casa", explica hoy, 30 años después.

Despegue de la ciudad

De hecho, la modelo ya llevaba una temporada larga ejerciendo de "embajadora" de Barcelona en el corazón del 'show business' global. En 1990, Mascó había dado el gran salto al protagonizar el célebre número de bañadores de la revista estadounidense 'Sports Illustrated'. Y aquel año olímpico, la superpoderosa editora de la publicación, Time Inc, había enviado cartas a los organizadores de los Juegos informando de que, con motivo de la cita olímpica, iban a salir de gira deportiva por todo el país y que Judit Mascó ejercería de representante de aquella Barcelona en ebullición. "Luego, cuando empezaron los Juegos, los americanos atracaron con barcos en el puerto y celebraron actos y fiestas en los que yo ejercía de anfitriona local".

Desde ese 'front row' de los tiempos, asistió a aquel despegue en cohete de la ciudad. Constata Mascó que antes del 92, ella siempre insistía en que su ciudad -"in Spain, Europe"–no era sinónimo de flamenco, sangría y siesta. "Pero en adelante, decías Barcelona y te contestaban ‘¡¡olympic games!!’". Y si algo echa de menos de aquellos días que aún recuerda "como un sueño" es la ausencia de "una ilusión colectiva que haga remar a gente diferente en una misma dirección".

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